Tal vez por tanto socialismo que anda en el ambiente, tuve un extraño presentimiento: este 1 de mayo la tele iba a estar a la altura. Que tal como para navidad y pascua, esta vez los canales nos saturarían de programación ad hoc. En otras palabras, que el rictus de Victor Mature en “El Manto Sagrado” o la maqueteada cara de contemplación del Jesús de “Jesús de Nazareth” de Zeffirelli, tendrían este año su correlato en cuanto a programas y películas acerca de asalariados.
Cómo no alegrarme al imaginar que las figuras mercantiles-religiosas repetidas hasta la saciedad en mil y una formas —el Viejo Pascuero, sus duendes y algún niño que sufre o lo ayuda; y Jesús y los romanos— darían merecidamente lugar a los y las trabajadoras. Pues, si bien sobre religión la gran mayoría miente con descaro o se deja llevar por la suave inercia de la costumbre, muy pocos escapan del trabajo asalariado. Si es que ya no están empleados, la gran mayoría lo estará en un inexorable futuro. Evidentemente, es un tema que implica a la mayoría del país.
Era tal mi esperanza que ella pasó, lo acepto, a ser derechamente un afiebrado convencimiento. Para la tarde del jueves 30 de abril tenía todo preparado para lo que sería una larga jornada de combativa programación “laboral”. Como este sería el primer año, mi expectación no le iba en zaga a la ansiedad de un niño esperando al Viejo Pascuero (Navideño en realidad). Esta comparación sería en realidad profética. Pues, lo mismo que los cabros chicos que todos los años a minutos del tan ansiado momento de ver al susodicho Viejo, son convencidos de ir a buscarlo a la calle o al patio y vuelven cuando ya se ha ido… yo también tendría el más amargo de los desengaños.
Ahora que lo pienso, por algo nadie quiso organizar un asado para esta “teletón” de los trabajadores. Hasta ofrecí mi casa y ponerme con la mayor parte de la cuota… mas sólo recibí burlas. Quienes siempre eran los primeros en juntarse para un partido de la selección, ahora brillaban por su ausencia jugando taca-taca en alguna playa del litoral central. Sin embargo, la deserción de los inconsecuentes no logró desanimarme.
Estaba totalmente seguro de que aparte de la transmisión de las diversas concentraciones de trabajadores, de programas de conversación para discutir sobre las leyes y las condiciones laborales en Chile o segmentos de humor ridiculizando esas “capacitaciones” con que se hacen ricas las consultoras tratando de convencer a la gente de trabajar harto y cobrar poco… Sí, aparte de todo eso, darían las películas que siempre quise ver en la te-le-vi-sión. En el espacio público por excelencia.
Porque ante la masividad de la tele nada tiene que hacer un ciclo de cine arte con una copia vieja, mal audio y con sólo seis personas más en la sala. Es decir, estaba a punto de pasar de buscar cual poseso alguien con quien conversar de una película, a tener millones de personas que te podrían hablar de ella con la soltura e interés con que lo hacen de los estelares, los realitys o del último acueste de algún sub-sub personaje televisivo.
Ya me sobaba las manos de pensar en “Riff-Raff” (1990) de Ken Loach y su casi documental muestra de las míseras condiciones laborales y de vida de los obreros en plena época thatcheriana. O algo latinoamericano y también con un toque de documental y actores no profesionales: “Bolivia” (2001) de Adrián Caetano, sobre la vida de los inmigrantes indocumentados bolivianos en Argentina. También está “Recursos Humanos” (1999) de Laurent Cantet, quien con el típico tratamiento francés de los personajes que se despliegan ante uno, muestra al hijo de un obrero que luego de estudiar para ser ejecutivo entra a trabajar en la fábrica del padre justo para una huelga. Para qué hablar del clásico “Sacco y Vanzetti” (1971) de Giuliano Montaldo y la desgarradora historia del juicio arreglado contra dos obreros inmigrantes y anarquistas en Estados Unidos.
Y por qué no degustar una comedia negra como “La Corporación” (2005) de Costa-Gavras, acerca de los extremos criminales a los que se puede llegar en el competitivo mundo neoliberal. O un clásico de clásicos: “Espartaco” (1960) de Stanley Kubrick, que insisten en darla para Pascua… me imagino que por los romanos (¡Total la República no ha de haber sido muy diferente del Imperio!, dirá el muy ilustrado director de programación). El empaquetamiento de Kirk Douglas se perdona con la escenificación de la degradación máxima del trabajador: la esclavitud. Y también por mostrar la opción de luchar hasta la muerte por la libertad y la dignidad. Cómo me saboreaba mentalmente esperando esa catarata de películas notables que sin duda incluiría “Ladrón de Bicicletas” (1948) de Vittorio de Sica y su fresco de la vida de los trabajadores italianos de la posguerra… ¡con su poderosa secuencia final! Y no podría faltar “Tiempos Modernos” (1936) de Charles Chaplin, donde entre piruetas y situaciones hilarantes vemos la desventurada vida de Charlotte, quien con suerte trabaja cuando no cae preso.
Y en los segmentos infantiles podría ir “Pollitos en Fuga” (2000) de Peter Lord y Nick Park. Aunque igual deberían recomendar verla con adultos, para que les expliquen a los niños por qué los realizadores usan la metáfora del campo de concentración para mostrar la fábrica, donde toda gallina que no produce (huevos) termina en la cazuela; o para que sepan por qué la gallina líder desea huir, para vivir en un lugar donde las obreras vivan en paz y armonía, y donde su trabajo les pertenezca. De hecho, el 13 podría tirarse el capítulo en que Homero es presidente del sindicato de la planta nuclear. Total repetir por vigésima novena vez un capítulo de “Los Simpson”, qué les va a hacer a estas alturas.
No obstante mis ansias, al transcurrir del jueves 1 empecé sospechar que algo raro pasaba. De programación del Día del Trabajo nada… Si Ud. ha llegado hasta aquí sabrá el resto de la historia. Para qué decir lo obvio. Y no quiero ser blanco de burlas por haber apagado la tele recién el viernes a mediodía. Creo que antes darán programación ad hoc para el Día la Suegra que para el Día de Trabajo.
Sin embargo, quizás tamaña decepción tenía un buen motivo. En una de esas, la comunión gobierno-CUT ha dejado obsoleto eso de recordar a los trabajadores y sus diversas luchas a través de la historia. Eso es lo bueno de que haya tanto socialismo en el ambiente.