Me precio de la amistad del abogado Roberto Celedón desde hace muchos años: ambos pertenecimos al partido Izquierda Cristiana – hoy domina, prácticamente, el gabinete de la Presidenta electa – y compartimos el exilio, en Europa. Ya, en un artículo anterior, donde tomaba una de las frases de Groucho Marx “…Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo”, para significar que a nadie le recomiendo que siga mi trayectoria en los diversos partidos políticos donde he militado. El Mapu y la Izquierda Cristiana comenzaron como idealistas, plenos de esperanza, pero hoy son oportunistas y cultores del “pituto o muerte”. Durante el gobierno de Ricardo Lagos, la hegemonía la tuvieron los ex Mapu y, en el de Michelle Bachelet, la ex Izquierda Cristiana – hoy fundidos en muchos partidos -.
Si bien me atrevo a hacer duro y autocrítico con los Partidos donde milité, también debo reconocer que hay en ellos personas valiosas y de gran sentido ético, que es el caso de mi dilecto amigo, Roberto Celedón. Durante el período de la Concertación, con el lema, hecho práctica, “de transar sin parar”, Roberto, junto a su familia, han desempeñado un rol muy importante en la defensa de los derechos humanos, no pocas veces ignorados por los oportunistas dirigentes de la Concertación, que privilegiaron el pacto con derecha sobre los principios éticos.
Roberto Celedón y su mujer, Mercedes Bulnes, en estos últimos, han tenido el valor de denunciar los brutales atropellos a los derechos humanos, de los ellos mismos fueron víctimas junto a muchas personas más, en este, caso, en el Regimiento Buin, cuyo jefe responsable era el oficial del ejército, Víctor Echeverría, padre de Carolina, hasta ahora nominada por Bachelet, como subsecretaria de la FFAA.
Es obvio que los hijos no tienen que pagar por los errores de sus padres – todo el mundo está de acuerdo y es un lugar común – sin embargo, el radica en el conflicto de intereses que se plantea al aceptar, nada menos, que el cargo de subsecretaria de las FFAA – no es lo mismo que si fuera escogida para Bienes Nacionales, por ejemplo -. En la entrevista del viernes, del diario La Segunda, Carolina Echeverría no condena taxativamente los atropellos a los derechos humanos dejando, según sus propias frases, todo en manos de la justicia – como si fuera muy pronta, oportuna y eficaz, al menos en casos de violación a los derechos humanos, pues se cuenta con los dedos de las manos los oficiales condenados, sin tener en cuenta las penas irrisorias para los crímenes de lesa humanidad.
Comienza muy mal su gobierno Michelle Bachelet al mantener, contra viento y marea y con muy débiles argumentos, a Carolina Echeverría para tan alto cargo. Parece inaceptable en una persona que ha sufrido torturas de manos de los militares haga caso omiso del rechazo de los organismos de derecho humanos e, incluso, haya soslayado testimonios tan valiosos y verídicos como los de Mónica Echeverría, Roberto Celedón y Mercedes Bulnes y otros tantos. Es de esperar que Michelle Bachelet no siga el mal ejemplo de Eduardo Frei Ruiz-Tagle que, durante su mandato, prestó oídos sordos a las súplicas de los familiares de detenidos desaparecidos.
A Roberto Celedón no han logrado amedrentarlo y ha tenido, junto a su esposa, el valor de presentar ante la opinión pública la monstruosidad de los atropellos, orientados especialmente hacia las mujeres, que practicaron el entonces capitán del ejército, Víctor Echeverría, y sus secuaces de la ralea militar.
Podríamos concluir, parodiando el título de la novela de Miguel de Unamuno, que Roberto Celedón es nada menos que todo un hombre.
Rafael Luis Gumucio Rivas
09/03/2014