Samuel P. Huntington, ex profesor emérito en ciencia política de la Universidad de Harvard, escribió en 1996 un libro que cambió radicalmente el análisis y estudio de la política planetaria. En este trabajo, Huntington predice que el mundo a partir de la segunda década del siglo 21, dejará de ser un sistema unipolar dirigido y explotado por la civilización occidental. Señala que en reemplazo de esta hegemonía occidental que ya lleva 5 siglos, se creará y consolidará un nuevo mundo multipolar conformado por 9 grandes civilizaciones. Cada una de ellas dirigida y administrada por una gran potencia regional y encargada de mantener el orden y la paz dentro de su civilización.
La estabilidad y la paz mundial en este nuevo mundo de pluralidad de civilizaciones se conseguirá sólo cuando los Estados centrales respeten el sagrado principio de no intervención en los asuntos internos de las otras civilizaciones. Es así como los intentos por cambiar el gobierno de países que no cuentan con la simpatía de viejas potencias coloniales (cambio de régimen) quedará así definitivamente proscrito. Para ilustrar, enfatizar y dramatizar la excepcional importancia de este principio no intervencionista, Huntington termina su famoso libro con la presentación de un terrible escenario hipotético.
En este escenario el planeta se destruye en un holocausto nuclear. Como resultado final de esta terrible tercera guerra mundial, el hemisferio norte del planeta queda en ruinas y el poder mundial se traslada del norte hacia el sur. El nuevo mundo que nace de estas cenizas destructivas, es eventualmente reconstruido por la civilización latinoamericana que milagrosamente logra escapar de la gigantesca destrucción que se ha dejado caer por sobre todo el planeta.
Huntington usa su catastrófico escenario hipotético para explicar porqué en el mundo multipolar que existirá a principios de siglo 21 todas las potencias deben actuar de acuerdo a las nuevas reglas internacionales. El planeta para la segunda década del siglo 21, estará conformado por 9 grandes civilizaciones y la única manera de preservar la paz mundial es sometiéndose rigurosamente a los nuevos principios de convivencia internacional. La regla más importante señala que los problemas que se presentan dentro de una civilización dada, deberán ser resueltos con justicia y pacíficamente por el Estado central o hegemónico de dicha civilización. La intervención de otro Estado hegemónico perteneciente a otra civilización queda estrictamente prohibida por el nuevo derecho internacional que deberá crearse. Los problemas intercivilizacionales deberán ser analizados y resueltos por un nuevo consejo de seguridad de Naciones Unidas, donde hay un sillón permanente para cada uno de los Estados líderes de las nueve civilizaciones existentes en el planeta.
Desafortunadamente, la pesadilla anticipada por Huntington, hace ya más de dos décadas atrás, pareciera que se revive con el actual conflicto entre Rusia y Ucrania. El peligro de que todo esto se transforme en una nueva guerra global es real y enorme. Este nuevo escenario catastrófico podría desarrollarse en forma escalonada en la misma forma como se desarrolló la catástrofe que hace ya 100 años atrás sumió al planeta en una horrenda pesadilla de destrucción y muerte. Esta vez el detonante no son los Balcanes, sino que la falla civilizacional que divide a la civilización occidental cristiana de la civilización ortodoxa rusa. El Estado principal de la civilización ortodoxa es Rusia y este hegemón regional, tiene un problema grave con un Estado secundario de dicha civilización y que se llama Ucrania. Si los problemas entre Rusia y Ucrania no pueden resolverse debido a la intervención occidental, entonces las condiciones estarán dadas para que eventualmente el conflicto se expanda y termine con una guerra global.
En el escenario hipotético que presenta el profesor Huntington, la causa principal que provoca la tercera guerra mundial, radica en la imprudente intervención que realiza el Estado central de la civilización occidental, los Estados Unidos. Estados Unidos decide imprudentemente intervenir en una disputa que se produce entre el Estado central de la civilización sínica (es decir China comunista) con Vietnam, un estado secundario de dicha civilización. Grandes depósitos de petróleo se descubren en el mar del sur de China y tanto China como Vietnam inician trabajos de exploración. Pero Vietnam entrega grandes áreas de territorio marítimo en concesión a compañías petroleras estadounidenses. China se opone a este tipo de concesiones, pero Vietnam continúa con su programa de explotación petrolera. Como respuesta a esta actitud, China invade Vietnam y se inicia una guerra local. Estados Unidos envía su flota en defensa de Vietnam y así el conflicto se expande exponencialmente. La guerra rápidamente se globaliza, cuando Japón decide apoyar a China y así este país entra en conflicto con Estados Unidos. Pronto la India, Europa y Rusia deciden entrar a la guerra como aliados de Estados Unidos. Por su parte China logra el apoyo de potencias musulmanas; es así como de una guerra convencional pronto se evoluciona a una guerra nuclear y como consecuencia, el hemisferio norte del planeta es destruido.
Huntington concluye su magistral ensayo señalando textualmente: “En la era que viene, dicho brevemente, para evitar grandes guerras entre civilizaciones, es preciso que los Estados centrales se abstengan de intervenir en conflictos que se produzcan dentro de otras civilizaciones. Esta es una verdad que algunos Estados, particularmente Estados Unidos, sin duda les resultará difícil de aceptar. Esta norma de abstención, según la cual los Estados centrales deben evitar intervenir en conflictos dentro de otras civilizaciones, es el primer requisito de la paz en un mundo multicivilizatorio y multipolar” (Ver: Samuel P. Huntington “El Choque de Civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial” editorial Paidós Ibérica S. A., Buenos Aires, 1996. Pg. 380).
Es de esperar que los líderes occidentales comprendan que el mundo ha cambiado y que la civilización occidental ya no tiene el poder suficiente y necesario para gobernar el planeta, tal como lo ha venido haciendo en los últimos cinco siglos. Si los líderes occidentales ignoran algunas leyes fundamentales que rigen la marcha de la historia, occidente tendrá el mismo destino que antes sufrieron aquellos imperios en decadencia que se lanzaron en aventuras y objetivos descabellados sin contar con los recursos suficientes para lograrlos. Esta fatal discrepancia o incongruencia, entre medios y fines es una de las principales leyes de la historia. Estas leyes han sido descritas y analizadas magistralmente por Maquiavelo en sus numerosos trabajos, particularmente en “El Príncipe” y principalmente en su texto titulado “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”
F. Duque Ph.D.
Cientista Político
Puerto Montt, marzo de 2014.