En el otoño de 1941, una parte de las tropas nazis de más de tres millones de efectivos lanzados contra la Unión Soviética el 22 de junio de ese mismo año,1 en lo que parecía otra furibunda Blitzkrieg conocida como operación Barbarroja, llegaron a Kiev, la capital de Ucrania.
En su incontenible avance, las tropas nazis y sus aliados fascistas de otras naciones europeas, fueron recibidos en numerosas aldeas y pueblos ucranianos como héroes y liberadores; era un signo ominoso de los horrores por venir. La entrada en Kiev de las tropas nazis el 26 de septiembre de 1941, marcó el punto más álgido de la blitzkrieg alemana hacia el sur de la Unión Soviética. La ocupación de la capital ucraniana tuvo lugar al final de una gran batalla entre principios de agosto y fines de septiembre, en la que más de 700.000 tropas del Ejército Rojo fueron rodeadas y fueron derrotadas por la Wermacht alemana. Parecía ser el preludio del fin de la URSS, y en apariencia parecía marcar una victoria colosal para el Tercer Reich. Luego de ocupar Kiev, los nazis se apuraron en seguir su ofensiva hacia el sur de Ucrania; avanzaron hacia el Mar Negro y la estratégica Península de Crimea,2 donde el puerto de Sebastopol es,3 a su vez, un punto decisivo para el control geopolítico, económico y productivo de todo el Cáucaso. La presencia de las tropas alemanas en Ucrania duró hasta el año de 1944, cuando fueron finalmente derrotadas por la contraofensiva del Ejército Rojo.
Poco después de su entrada triunfal a Kiev, entre el 29 y 30 de septiembre de 1941, la Gestapo y las SS, con apoyo de elementos locales ultranacionalistas y con fuertes inclinaciones fascistas, condujeron a la fuerza a 33.771 judíos (hombres, mujeres y niños) a la quebrada de Babi Yar, y procedieron a asesinarlos a tiros y a enterrarlos en ese mismo lugar de infame memoria. Esta sería la más grande masacre llevada a cabo en sólo dos días por el régimen nazi y sus simpatizantes y colaboradores fascistas europeos, durante su fallida invasión de la Unión Soviética. Y sería también el comienzo del Holocausto, que significaría la muerte de muchos millones de judíos, gitanos, comunistas, socialdemócratas, liberales, republicanos, homosexuales, discapacitados, resistentes y otros que fueron exterminados de “manera industrial”, luego de que la masacre a tiros de Babi Yar demostrara ser un procedimiento demasiado lento, “primitivo”, y que ocasionaba excesivo estrés entre las tropas regulares alemanas involucradas en este tipo de carnicerías.
La vieja sombra del nazi-fascismo, que parecía desterrada para siempre en Ucrania, ha vuelto a reaparecer, disfrazada esta vez bajo el manto de una falsa luminosidad emancipadora. Durante estos últimos días de barricadas, enfrentamientos violentos y letales con las fuerzas de seguridad del régimen del ahora depuesto Yanukóvich, la vanguardia organizada de esta insurrección han sido dos grupos de extrema derecha, ambos con claras definiciones ideológicas nazis, y munidos de agendas políticas ultranacionalistas, anti-intelectuales, reaccionarias, homofóbicas, racistas, xenófobas y antisemitas.
Uno de tales grupos es Svoboda4 –y aunque parezca increíble, es quizás el menos extremista dentro del espectro ideológico contemporáneo nazi-fascista ucraniano- dirigido por Oleg Tyagnybok. Este personaje obtuvo el 1.43% del voto cuando se presentó a las elecciones presidenciales de Ucrania en el 2010, pero al igual que los nazis en Alemania, que nunca superaron el 32% de los votos, su fuerza no proviene de los votos, sino de la devoción y el fanatismo de sus militantes, de su gran capacidad para utilizar la violencia organizada, sus recursos paramilitares, y de su determinación de acceder al poder por cualquier medio. Oleg Tiagnybok, cuando era miembro del parlamento ucraniano, solía usar retórica donde señalaba que Ucrania debía desembarazarse de la “mafia judío rusa” que la oprime. Entre otras posturas, Svoboda se ha mostrado partidaria de eliminar el aborto, abolir el control de armas, prohibir la “ideología comunista”, prohibir la adopción de niños ucranianos por extranjeros, crear una industria de armamento termonuclear en Ucrania, y restablecer la pena de muerte.
Luego de su arrojo en las bataholas recientes y de su victoria en las luchas callejeras, Svoboda parece haber incrementado su nivel de apoyo popular, y ahora busca influir de manera decisiva en los destinos de Ucrania. En Crimea, donde las cosas amenazan con volverse muy tormentosas y bastante pronto, Svoboda, sin embargo, tiene una mínima presencia de menos del 1% de votos a su favor en las elecciones de 2010. Es sabido que Svoboda reconoce como sus raíces históricas, al ejército de partisanos ucranianos que se aliaron a los ejércitos nazis durante la Segunda Guerra Mundial. No hace mucho tiempo atrás, el senador John McCain de los Estados Unidos visitó Ucrania, donde se entrevistó con Yanukóvich, y sostuvo amigables conversaciones con el líder de Svoboda, Oleg Tyagnybok, estrechando su mano y sonriendo junto a él en numerosas fotografías.
Los medios privados y corporativos en EEUU rara vez se refieren con claridad a Svoboda, intentan ocultar su rol decisivo en la reciente insurrección, y cuando lo hacen, tratan de ocultar o suavizar la crudeza de las posturas fascistas de esta organización, así como el apoyo tácito que ha recibido de Washington y de la Europa occidental.
Así, el desencanto, el hastío, la indignación popular en Ucrania que han llevado al justo estallido popular contra el régimen corrupto y neoliberal de Yanukóvich, han sido manipulados por la ultraderecha ucraniana y por los EEUU y la OTAN, para intentar apoderarse de una región rica en recursos naturales, y situada en una región decisiva dentro del gran ajedrez geopolítico mundial. Pero en este intento, están entrando en un curso de colisión muy peligroso con Rusia, quien históricamente ha considerado a Ucrania como un elemento crucial dentro de su sistema más inmediato de seguridad nacional.
Enfrentando la posibilidad de una nueva recaída en la crisis económica global que comenzó en el 2007 –apenas mitigada de manera transitoria por la inyección financiera de decenas billones de dólares en dinero fiduciario salido de la nada- y que ya muestra signos de retornar en forma aún más virulenta que en su primera fase, Washington y la OTAN han decidido pasar a la ofensiva y preparar el terreno bélico y geoestratégico mundial, para afrontar la amenaza de una posible desintegración de su hegemonía. Dentro de este esquema general, las alianzas espurias con grupos hasta hace poco considerados grandes enemigos, como sucedió en Libia con elementos asociados con Al-Qaeda, o como ocurre en este momento en Siria con grupos fundamentalistas como Al-Nusra, o tradicionalmente indeseables, como Svoboda en Ucrania, parece ser una táctica atractiva y fructífera en el corto plazo para un Occidente en franco declive económico y civilizatorio. Es una política temeraria, dictada por la desesperación, la codicia, el miedo y la arrogancia, combinadas en una mezcla explosiva y casi demencial.
Washington parece haberse decidido a caminar sobre el filo aguzado y peligroso de esa navaja, balanceándose con lo que es posiblemente su última ventaja comparativa de cierta importancia global: el poderío bélico. Y en esta empresa, ha encontrado el apoyo y la complicidad total de los grandes medios de “información” corporativos y privados, quienes mantienen al grueso de la opinión pública engañada por una visión sesgada, parcial, incompleta, manufacturada, y a veces abiertamente mendaz.
¿Adónde va Ucrania? Imposible saber a ciencia cierta en este momento, pues la situación es fluida y cambiante. Pero tenemos la obligación intelectual, moral y política de saber lo que está en juego, y enterarnos también de quienes son los principales actores de este drama, y comprender de qué manera están moviendo sus piezas. De esto dependerá quizá el futuro de la paz mundial.
1 La operación Barbarroja, integrada por tres grandes cuerpos de ejército (norte, centro y sur), consistía en 19 divisiones panzer, 114 divisiones de infantería, quince divisiones motorizadas, 3500 tanques, 7200 piezas de artillería, 2000 aviones, 750 mil caballos, más unidades de Finlandia, Rumania y Hungría y fuerzas ucranianas que se les fueron sumando para intentar el as alto final a las grandes ciudades soviéticas como Moscú, Leningrado y Stalingrado.
2 Es una península en el sur de Ucrania y en la costa norte del Mar Negro, y es la única república autónoma de la nación ucraniana, con una significativa mayoría (97%) de ruso-parlantes. Crimea tiene una superficie de 26.200 km², que en términos de extensión es similar a la de Sicilia. Sin embargo, su importancia es muy superior a la magnitud de su territorio, y tiene que ver con su valor geopolítico y militar. Hace 22 años, en 1991, en esta península se convocó lugar un referéndum en el que el 93% de la población se pronunció a favor de la República Autónoma Socialista Soviética de Crimea, entidad federativa de la URSS. Pero en febrero, el Soviet Supremo de Ucrania, entonces aún república socialista soviética, adoptó una ley para restaurar a Crimea como parte de la República de Ucrania. La lucha continuó tras la independencia de Ucrania., y luego de la desintegración de la URSS en diciembre de 1991, los diputados del Soviet Supremo (parlamento) de Crimea votaron tres veces por la disposición sobre la soberanía de su república, dos veces adoptaron una Constitución donde estaba escrito originalmente que “Crimea forma parte de Ucrania a base de un tratado y convenios”. Pero Kíev renunció categóricamente a cualquier fórmula de compromiso, anuló cualquier ley y declaración que contradijera a la Ley fundamental ucraniana.
3 Sebastopol no forma parte de la república de Crimea sino que obedece a Kíev directamente. Hay que señalar que allí se localiza la Flota rusa del Mar Negro. La Constitución ucraniana no contempla la estancia de tropas extranjeras en su territorio, pero en este caso se hizo una excepción y se firmó un tratado internacional, vigente hasta el año 2017. A medida que las relaciones entre Rusia y Ucrania se deterioraron luego de la llamada “revolución naranja” antes del ascenso al poder de Yanukóvich, Sebastopol y la flota rusa estacionada allí, se convirtieron en la manzana de la discordia. Algunos políticos ucranianos se apresuraron a reclamar la retirada de la Flota del Mar Negro de la bahía de Sebastopol, pero Moscú respondió que en la época soviética Sebastopol era una ciudad de importancia federal y no formaba parte de la República Socialista Soviética de Ucrania, por lo cual no debía formar parte de la nueva Ucrania independiente.
4 Que significa “Libertad” en ucraniano.