He aquí un libro suelto y despeinado y feliz, un libro-cronopio, un libro como los que aman los poetas y los cronopios, que son los mismos, un diccionario biográfico ilustrado: Cortázar de la A a la Z, en edición de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga, con diseño de Sergio Kern, que se presentó anoche, como parte de los festejos por los primeros 30 años de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM) y del cual, con autorización de Alfaguara, reproducimos para los lectores de La Jornada, a manera de primicia, partes sustanciales de su contenido en este par de páginas-homenaje.
Pocos libros ponen tan contentos a los cronopios como Cortázar de la A a la Z. Veánlos saltar como loquitos con su libro en el regazo, sobre su cabeza a manera de paraguas, bajo el sobaco sudoroso, bajo sus nalgas a manera de cojín, frente a sus ojos encendiendo piras.
Mientras los famas y los esperanzas corren a buscar sus best sellers, los cronopios abrazan su ejemplar de este libro inquieto, este libro desmadriento, este libro juguetón, este libro tan bueno y entrañable como Julio, enormísimo cronopio. Porque los cronopios queremos mucho-muchísimo al Enormísimo, al Cronopio Mayor y a las Mayoras: Aurora Bernárdez, Carol Dunlop: helos ahí, jugando al cíclope, a Julio y a Carol, tomándose fotos mutuas antes de ponerse a jugar con rulitos en la casa tomada y después de vomitar conejitos y mover una taza en el momento más solemne de un adagio de Mozart.
Miren a los cronopios loquitos de contento con su ejemplar de Cortázar de la A a la Z que avientan en lugar de tacón para jugar avión, rayuela, manitas calientes. Ese estado de euforia que atrapa a los lectores de Cortázar a quien quieren tanto como lo admiran: entrañable su persona, magistral su escritura.
Miren, disfruten a los cronopios mojándose la yema del índice para encender las páginas en lugar de hojearlas. Escuchen sus carcajadas frente a las fotos de dos cronopios de cuidado: Julio y Gabo, mientras Cortázar se pone una máscara de monstruo frente a García Márquez, que se desternilla de la risa y sus carcajadas salen disparadas como mariposas amarillas.
Cortázar de la A a la Z es una manera gloriosa de festejar el centenario de ese magno escritor.
Las entradas de este diccionario/viaje/bitácora/cosmopista son irresistibles todas.
Los cronopios gozan sus ejemplares respectivos de este libro formidable, y se ponen a leer los textos de Cortázar imitando su voz: arrastrando las erres; ponen discos de Thelonious Monk y sirven vodka, como ocurre en Rayuela,donde los discos están por toda la casa, incluso en el lavabo del baño. Los cronopios ascienden en su calidad de cronopía: