Un turbio sujeto reconoce que desde por lo menos el año 2009, trabaja como infiltrado de Carabineros entre las comunidades mapuche en resistencia.
En su cruzada pacificadora y patriótica, y con el sólo propósito de incriminar a los líderes mapuche en la comisión de delitos que, a su vez, justificarán la criminal represión que viene aplicando en ese territorio Carabineros de Chile a nombre del Estado, destaca a su agente para que por un módico precio, no sólo informe de las acciones de los mapuche, sino que actúe en ataques de diverso tipo y luego, mediante el expediente del testigo incógnito, acuse a inocentes de cometer esos mismos delitos.
El actuar de Carabineros no es un hecho que haya que entenderlo como novedoso. No. Obedece a una política del sistema cuando se trata de enfrentar a los desordenados e insumisos. Sin embargo, la poca prolijidad o preparación de sus agentes secretos en más de una vez han debido avergonzar a los mandos de la inteligencia.
Muchos recordarán las veces en que se han detectado policías infiltrados entre las manifestaciones estudiantiles. Y no son pocos quienes sospechan con toda justicia que los desmanes que generan los tan vilipendiados encapuchados, son obras de policías disfrazados de violentos estudiantes.
Desde siempre las policías y las Fuerzas Armadas, han usado el expediente de la infiltración para desarrollar su inteligencia en contra de los movimientos y partidos revolucionarios y los movimientos sociales.
Notable fue el caso del militante socialista Víctor Hugo Gac que penetró, cual topo, al movimiento sindical bajo la dictadura hasta llegar al Comité Ejecutivo de la Coordinadora Nacional Sindical.
Y es lógico pensar que esa arma propia de la guerra se siga usando hasta nuestros días, si se considera que muchos ex agentes de las policías secretas de la dictadura continuaron prestando sus servicios a las Fuerzas Armadas, y que ninguno de los cinco gobiernos que le han seguido, ha hecho nada por prohibir esas prácticas antidemocráticas.
Es muy probable que entre las comunidades mapuche y sus colectivos urbanos, sean numerosos los agentes destinados para el efecto de controlar un aspecto que resulta la principal hipótesis de conflicto interno en la lógica militar.
La política seguida en los territorios mapuche, especialmente desde el golpe de estado del año 1973, ha sido principalmente contra insurgente. Desde la proliferación de la enorme cantidad de iglesias en ese territorio, el subsidio estatal a las plantaciones de bosques artificiales, la dislocación de unidades especiales de las Fuerzas Armadas, y el rol de las agencias estatales, hasta la utilización de agentes en distintos niveles de penetración en sus comunidades y organizaciones, han seguido el patrón de considerar al mapuche como enemigo interno.
Este frente seguirá siendo muy molestoso para el sistema. En sus oficinas secretas los mandos militares y policiales estarán revisando lo obrado para que no vuelva a ocurrir que un agente, por muy pichiruche que sea, les eche a perder sus propósitos pacificadores y ponga en riesgo a sus otros topos, sobre todo aquellos que deben penetrar sus organizaciones a niveles de mayor jerarquía.
Si el sistema político terminó el año pasado entre la crujidera de sus respectivas crisis de acomodo, es esperable que las policías y los servicios contra insurgente, hayan tomado nota de ese hecho y obrado en consecuencia.
Así, es esperable que aumenten las vigilancias y seguimientos con sus drones de última generación, con sus satélites que circundan la órbita terrestre, con sus escuchas telefónicas y el control del tráfico en la redes de Internet, pero por sobre todo, deberán perfeccionar a sus agentes para penetrar a los más molestosos: los mapuche y el los estudiantes.
Una vez pacificado el movimiento sindical por la vía de la cooptación, además del buen trabajo de sus agentes encubiertos en centrales y gremios, lo que queda es resolver las complicaciones operativas derivadas de las características de las organizaciones de estos rebeldes con causa: los dirigentes estudiantiles no pasan de un año en sus cargos, y los mapuche no tienen un solo mando, ni una sola organización.
Las misiones pacificadoras de calles y campos estarán diseñando vías, métodos y medios, ajustados a las necesidades emergentes, en la certeza que los ajustes del sistema no resuelven los conflictos que están en la base de estas manifestaciones de descontento.
Es de esperar que la traición del agente que descalabró la táctica de los fiscales caza mapuche y de la policía, legítima heredera de Trizano, sea debidamente tratada por sus controladores para que los agentes que aún permanecen operativos en su labor de espías, no tengan en ese mal ejemplo un curso a seguir.
Se puede sospechar que en poco tiempo más el agente secreto que abrió la boca más de la cuenta, aparecerá suicidado en algún camino solitario. Gajes del oficio.