Se acaban de cumplir 36 años desde el fallecimiento del abogado Daniel Vergara Bustos, ocurrido en Berlín, capital de la República Democrática Alemana el 12 de Febrero de 1978.
Daniel fue designado Subsecretario del Interior un día antes de que Allende asumiera el mando de la nación y permaneció en ese cargo hasta el 11 de Septiembre de 1973, gozando plenamente de la confianza del Presidente durante todo su período.
Daniel militó en el Partido Comunista de Chile, siendo elegido miembro de su Comité Central durante el último Congreso celebrado antes del golpe militar. Se destacó por su apoyo al Movimiento de Pobladores y al asumir sus responsabilidades en el gobierno de la UP, debió abandonar su cargo como regidor en la comuna de La Reina, donde había contraído gran amistad con su alcalde, el arquitecto Fernando Castillo Velasco, recientemente fallecido.
El 11 de Septiembre de 1973, Vergara llegó a La Moneda a las 6,30 de la mañana como era su costumbre, permaneciendo junto a Allende hasta que este le solicitó realizar una gestión ante los militares junto a Osvaldo Pucci, Guisen y Fernando Flores. Al salir del palacio los 3 fueron arrestados, conducidos al Ministerio de Defensa y más tarde a la Escuela Militar, donde los golpistas estaban concentrando a las altas autoridades de gobierno que habían arrestado, las cuales serían enviadas más tarde a la Isla Dawson.
Vergara fue una de los últimas altas autoridades de gobierno liberadas ya que fue expulsado de Chile a comienzos de 1977, permaneciendo el último año recluido en Tres Álamos. En Agosto de 1976, sus abogados presentaron un recurso de amparo ante la Corte de Apelaciones, motivado por una publicación de El Mercurio del 9 de Julio de 1976 en uno de cuyos párrafos se expresó textualmente: “La subsecretaría del Interior con el no menos siniestro Daniel Vergara, de triste memoria, que permitió la entrada al país de numerosos extremistas indeseables”.
Al conocer este artículo, en su celda de Tres Álamos, Daniel Vergara redactó una breve y serena carta de respuesta, dirigida al Director de “El Mercurio” en la que señala que las expresiones del mencionado artículo referentes a él “además de flagrantemente injuriosas, son incompatibles con la verdad y arbitrarias, como lo demuestra incontrovertiblemente el hecho significativo de que ningún tribunal de la República, ordinario o especial, me haya condenado, ni siquiera sometido a encausamiento, a pesar de las abrumadoras investigaciones practicadas por la autoridad y cuando han transcurrido 17 meses desde la última vez que fui interrogado y cumplo 34 meses de detención, según se dice, bajo el imperio de disposiciones relativas al Estado de Sitio, pero verdaderamente privado de libertad por mi intransigente e intransable lealtad a mis convicciones ideológicas y humanistas. Invoco las disposiciones legales sobre abusos de publicidad para la acogida en su diario de este desmentido”. (1) Por cierto que el diario de Agustín no publicó
desmentido alguno.
Octubre 1973. Daniel en Isla Dawson, con su mano vendada a raíz del proyectil, lanzado por el
guardia del blindado en que fuimos transportados desde el aeropuerto de Punta Arenas hasta
la barzaza que nos conduciría a Isla Dawson, y que se incrustó en su mano derecha. Junto a
él, el rector de la UTE Enrique Kirberg. Atrás, se divisa a Osvaldo Puccio Guisen.
Ritoque, Diciembre de 1974: Retrato de Daniel realizado por mi.
1 Boletín exterior del Partido Comunista de Chile N’ 20. Noviembre-Diciembre 1976.
Daniel llegó a Berlín acusando un evidente empeoramiento en su estado de salud, a raíz de la esclerodermia, enfermedad grave y progresiva contraía en cautiverio, que genera el riesgo de una atrofia muscular en la cara. Falleció un año más tarde en Berlín. Su esposa Anita trajo sus restos mortales a comienzo de los años 90, para depositarlos en el cementerio general, sin que ninguno de sus compañeros o amigos se enterara de esta situación, por lo cual ignoramos el paradero de sus cenizas.
Como con tantos otros compañeros, estamos en deuda con Daniel Vergara. Esta infinita transición nos ha dejado muchas asignaturas pendientes, entre otras, el rendir a este leal y eficiente colaborador del Presidente el homenaje que se merece.
Cuando me enteré de su fallecimiento, escribí el texto que les acompaño, publicado en el Nº 28 del llamado Boletín Rojo que publicaba el Partido Comunista de Chile en el Exterior. Son palabras que reflejan la esperanza de un cambio muy diferente al que hemos experimentado tras el fin de la dictadura, pero he querido mantenerlas tal cual. Nunca imaginábamos entonces, que la dictadura se prolongaría durante 17 años y tampoco que dejaría como herencia las lamentables ataduras que hemos sido incapaces de deshacer. Aquí va:
CARTA PÓSTUMA A DANIEL VERGARA
Querido Daniel:
Hoy descansas donde yacen figuras prominentes de Alemania. Estoy seguro que esto contraría tu invariable modestia, tu obstinación por el cumplimiento anónimo de las tareas. Pero hoy recibes el legítimo tributo por una labor consagrada con lealtad y sacrificio a la justa causa del socialismo, a la esforzada defensa de los intereses de los trabajadores. Caminaste toda tu vida junto a sencillos pobladores, identificándote con sus aspiraciones, sufriendo sus quebrantos, compartiendo sus victorias.
No cosechaste sino la fortuna prodigada por el aprecio infinito de los humildes. Por eso, cuando conquistamos el gobierno popular, el Presidente Allende y el Partido Comunista te destacaron en la delicada responsabilidad de asumir la Subsecretario del Interior.
Los que no te conocían, se sorprendieron. Pronto entenderían las razones de tal investidura al observar tu irreprochable cumplimiento de las responsabilidades o la serenidad para encarar los conflictos más graves. Hay navegantes que vacilan cuando arrecia el mal tiempo. Otros como tu, elevan su estatura en tales circunstancias y empuñan el timón con mayor resolución. Esta conducta concitó el odio entre aquellos que veían desmoronarse el imperio de sus privilegios. Fuiste el blanco preferido de calumnias e imputaciones deshonestas y se tejió una imagen siniestra de tu personalidad.
Allende te reiteró su confianza hasta el final. Más tarde, después de tu detención el mismo día del golpe militar, los fascistas rastrearon tu vida pública y privada en un vano afán por manchar tu reputación.
Por la Isla Dawson, apareció un yanacona, jefe de la sección Delitos tributarios del Servicio de Impuestos Internos. Venía amenazante y soberbio, resuelto a descubrir los pecados que fundamentarían los publicitados juicios contra las más altas autoridades de la Unidad Popular. Se fue con la cola entre las piernas. El acusador terminó siendo abrumado por la limpieza de nuestros actos y cuando me interrogó a mi, admitió abatido, su fracaso. “Mire a Daniel Vergara – me dijo- no se si habrá cometido abusos de poder como algunos le atribuyen, pero lo que está claro, es que tiene las manos más limpias de Chile”.
A Ritoque llegó un coronel, fiscal de carabineros, pretendiendo juzgarte por la pérdida del arma de servicio a tu cargo, desaparecida durante el bombardeo e incendio de La Moneda. Lo abrumó tu serena argumentación. Terminó buscando alguna fórmula que permitiera poner fin al juicio. “Cumplo órdenes, nos confesó el coronel, reconozco que esto es un absurdo y en el Cuerpo de Carabineros existe malestar por este juicio, ya que Daniel Vergara goza de gran respeto entre todos los oficiales que tuvieron ocasión de trabajar a su
lado.
Durante los dos años en los cuales compartimos el cautiverio, se conocen las virtudes y debilidades de todo ser humano. Imposible ocultar nada. Tu te granjeaste la admiración de todos nosotros por tu entereza para soportar los vejámenes y las privaciones; también por tu coraje para encarar a nuestros verdugos; por tu generosidad: por ignorar el abatimiento a pesar de que eras víctima una hostilidad especial y que , por añadidura, un balazo te había paralizado la mano derecha. Además, ¿quién igualaba tu sentido del humor? Es extraño que un hombre de apariencia tan severa, esconda una ironía tan mordaz e instantánea. ¿Cuántos momentos de tensión se disiparon con tus salidas ingeniosas?
Impedido de escribir como consecuencia de tu mano paralizada, recuerdo con admiración cuando me dictabas las cartas dirigidas a tu esposa Anita,. Tiernos mensajes impregnados de un ánimo indomable.
Querido Daniel:
Apenas alcanzaste a disfrutar de un año en libertad. Como tantos otros, caíste prematuramente, víctima de las dolencias contraídas durante el cautiverio. Miles de chilenos te recuerdan hoy conmovidos. También muchos soldados que conocieron tu rectitud y que experimentarán un remordimiento de conciencia al enterarse que te sumas a la larga lista de los patriotas asesinados por la dictadura.
Hasta tu morada transitoria en Berlín, te acompaña el homenaje merecido de toda la humanidad progresista. Mañana habremos de llevarte a casa, donde reposarás en definitiva, rodeado del recuerdo imperecedero de nuestro pueblo.
Acabaremos con este martirio y entonces, los pobladores de La Granja levantarán plazas y escuelas que llevarán tu nombre. Con Anita tu compañera, con el Vergara chico, como llamabas a tu hijo, con la ayuda de muchas otras manos, construiremos en tus queridos parajes de La Reina, los parques populares con los cuales soñaste y que honrarán tu memoria.
Querido compañero, hermano ejemplar:
Puede que mis elogios te disgusten. Hubieras preferido morir con igual modestia como viviste. Pero eso no es justo. Así como no tenemos derecho a olvidar a los chacales para evitar que vuelvan a pisotear nuestra tierra, tampoco olvidaremos a nuestros mártires, que construirán el futuro junto a nosotros.
Miguel Lawner
Copenhague
Febrero de 1978