La consolidación de la izquierda como opción política y la ruptura del bipartidismo que protagonizaron durante medio siglo el Partido Liberación Nacional (PLN) y el Unidad Social Cristiana constituyen aspectos a destacar de los comicios generales en Costa Rica.
El ejercicio electoral del 2 de febrero, al mostrar la decisión de la ciudadanía a recurrir a otras alternativas de Gobierno, confirmó el descontento con el deterioro de indicadores económicos y sociales en ese país centroamericano. Acorde con las encuestas, más de 31 por ciento de los 3,1 millones de sufragistas inscritos siguieron alejados de las urnas, pero por oposición a lo anunciado, la mayoría de quienes acudieron a éstas dieron su voto al candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC), Luis Guillermo Solís.
La sorpresa para algunos estuvo asociada a que el historiador, casi desconocido por el electorado unas semanas antes, aventajara al aspirante del PLN, Johnny Araya, y al del Frente Amplio (FA), José María Villalta, que habían liderado los sondeos de opinión.
El escrutinio del 86 por ciento de las boletas recogidas en las 6.515 mesas habilitadas para ese domingo reflejó la prevalencia de Solís con 30,98 puntos porcentuales, seguido por Araya (29,57). Si bien la diferencia entre ambos fue 1,6 por ciento y obligó a pasar al conteo manual de votos, en concordancia con la ley electoral, el tercer lugar de Villalta (17,18) y las nueve diputaciones obtenidas por el FA corroboraron el giro político en el territorio.
Por primera vez en la historia costarricense un joven, reconocido por su afiliación izquierdista, sacudió la comodidad de la derecha y multiplicó los puntos en su favor a despecho de la campaña de miedo desplegada por los enemigos del cambio. Presiones de ciertos empresarios a sus empleados, de líderes religiosos sobre sus creyentes y hasta amenazas de muerte contra Villalta no impidieron el crecimiento del FA.
El efecto principal de esa campaña, impulsada por el PLN y el derechista Movimiento Libertario, fue el afianzamiento del elevado abstencionismo y que algunos electores terminaran apoyando al PAC, presentado como “opción decente” en un contexto signado por la incertidumbre. Esa estrategia no impidió la conversión del FA en tercera fuerza política.
“Como quiera, hicimos historia”, afirmó en diálogo con Orbe el sicólogo de la liberación costarricense, Ignacio Dobles. No obstante, sólo la segunda ronda de los comicios, primeros en los cuales pudieron sufragar los residentes en el extranjero, dejará en claro cuál de los partidos que van a balotaje regirá los destinos de Costa Rica hasta 2018.
Pero tanto Solís como Araya tendrán que aliarse con otras fuerzas para imponerse ante la compleja realidad de una nación que enfrenta 8,5 por ciento de desempleo, casi 300.000 hogares pobres, el declive de los salarios de 5,2 a 7,3 por ciento y otros males sociales.