Diciembre 26, 2024

América latina: el fracaso de la derecha

La derecha, la centro derecha ganó hace 4 años las elecciones presidenciales en Chile y Sebastián Piñera gobernó el país durante estos años. Ganó esta fuerza política a pesar de que la mandataria del centro izquierda Michelle Bachelet tenía un alto nivel de apoyo al finalizar su gestión.

Influyó en esa derrota la división de la izquierda, el surgimiento de un candidato que surgió de las propias filas de la Concertación, Marco Enríquez-Ominami.

Naturalmente ese no fue solo el motivo de la derrota, pero fue paradójico que cuando los ciudadanos chilenos aprobaban la gestión de Bachelet su fuerza política fuera derrotada. La derecha agrupada con sus diversos matices tuvo un buen candidato, un empresario  muy exitoso, un adecuado gerente para un viraje liberal de un país en crecimiento y con buenos resultados económicos, aunque con graves problemas sociales, educativos, sanitarios y sobre todo políticos, en el funcionamiento institucional.

 

Cuatro años después la Nueva Mayoría, básicamente la Concertación con la suma del Partido Comunista, gana las elecciones parlamentarias y logra mayoría en ambas cámaras y en el balotaje obtiene una aplastante victoria con el 62% de los votos, el mayor porcentaje de votos desde que existe el sistema del balotaje.

 

Hay un doble elemento que se combinó en estos resultados: por un lado la simpatía y el apoyo de Michelle Bachelet y en segundo lugar el fracaso de la derecha para gobernar. Y este proceso es un mensaje para Chile, un país presentado durante mucho tiempo como un paradigma de una derecha fuerte, que reivindicaba su condición de derecha y que estaba totalmente capacitada y preparada para gobernar, incluso recurriendo a cuadros empresariales de primer nivel.

Este proceso cerró una etapa muy importante con un gran fracaso. Es un fracaso del primer gobierno democrático de la derecha desde la caída de Pinochet. Esta es una peculiaridad muy interesante en América Latina.

La derecha en América Latina vivía una profunda crisis política que se acentuó con la derrota en Chile. Es una derecha que no presenta opciones y propuestas programáticas ni siquiera ideológicas, ni en Chile, ni en Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Perú, Ecuador y Venezuela. El único país con una situación diferente es Colombia, donde factores como la guerra civil más antigua del mundo, juega un papel fundamental en la continuidad del centro derecha.

 

¿Cuáles son las causas profundas, no coyunturales de ese crisis de la derecha?

 

Primero, su pasado subsidiario de la derecha internacional y su falta de identidad propia. Partimos de que la derecha en la región no es homogénea, corresponde a realidades propias, aunque tiene rasgos comunes. Una temporarias y es que la derecha actual es mayoritariamente democrática, aunque hay reductos de pensamiento dictatorial y autoritario, uno de ellos está precisamente en Chile. Esa es una diferencia importante con la derecha uruguaya, que no siquiera acepta de buen grado que se la llame derecha.

 

La derecha tiene en común que se le han agotado los líderes y por ello recurre cada vez más a figuras empresariales, a gerentes promovidos a políticos y por otro lado su modelo económico y social sufrió una profunda crisis. El llamado neoliberalismo que en muchos casos, tenía una poción de liberalismo y mucho de capitalismo parasitario sufrió antes que en Europa el impacto con su fracaso.

 

Caído el socialismo real y la confrontación de la guerra fría, que les permitió durante décadas agitar el fantasma del comunismo para cubrir sus desastres, su falta de ideas y de incapacidad para darle identidad a nuestras economías y realizar una propuesta con visión estratégica sobre el horizonte de nuestras sociedades, buena parte de la derecha latinoamericana se ha refugiado en la crítica a los gobiernos de izquierda. En su propio país y en otros países de la región.

 

Entre la derecha no hay parentesco aparente. Piñera y su notorio fracaso en la gestión no quieren que tenga nada que ver con las otras fuerzas de derecha y centro derecha de América del sur. Cruz diablo. Aunque la matriz es la misma.

 

La crisis ideológica y política los ha embestido en pleno, se han ido quedando sin discurso y sin programa, a pesar de que es un fenómeno que los politólogos atienden bastante poco. Miran demasiado hacia la izquierda.

 

Tomemos tres ejemplos cercanos. Uno Uruguay, dos Chile y tres, Brasil. Las fuerzas políticas de la izquierda y del centro izquierda tienen en común grandes aspectos de su orientación económica y social y sobre todo y aún con las particularidades, tienen grandes similitudes políticas entre el Frente Amplio, el PT y Nueva Mayoría.

 

Las derechas están en la oposición en Uruguay y Brasil desde hace varios años y, luego de varios gobiernos de la Concertación, el centro derecha y la derecha chilena ganaron las elecciones en el 2010 y ahora perdieron por destrozo. El 14 de marzo asumirá nuevamente Michelle Bachelet. Es obviamente una batalla nacional, pero completa el panorama regional.

 

En Uruguay la principal fuerza política, luego de dos periodos de gobierno es el Frente Amplio, la abrumadora mayoría de los uruguayos creen que el próximo presidente del país será Tabaré Vázquez y en Brasil en las próximas elecciones es favorita Dilma Rousseff con su reelección. Algo está sucediendo.

 

Los partidos tradicionales de la derecha y el centro derecha están fracasando desde el gobierno y desde el llano, desde la oposición, no logran ni gobernar directamente de la mano de sus máximos gerentes y empresarios, ni ofrecer una alternativa creíble y sólida a los gobiernos de izquierda.

 

Obviamente esto tiene una explicación muy simple y básica: los gobiernos de izquierda han gobernado mejor, han obtenido mejores resultados en la marcha general del país y en las reformas que aportan más justicia social y mejoran el nivel de vida de esos pueblos. No puede haber otra explicación inicial, de partida.

 

Eso no quiere decir que se hayan resuelto ni mucho menos los problemas estructurales que llevaron a nuestro continente a ser el más injusto del planeta, pero se ha caminado en la dirección correcta, además de cambiar, se le ha dado cimiento a cambios más profundos y duraderos.

 

No es que la derecha se haya quedado dormida, al contrario, su nerviosismo, su agresividad, sus embestidas políticas e ideológicas han sido permanentes en los tres países y en toda la región. Pero no han logrado imponerse, con la excepción de Paraguay, donde la base es el fracaso del gobierno alternativo de Fernando Lugo. Los colorados volvieron al gobierno aupados en ese fracaso, sobre todo político y moral del gobierno de centroizquierda.

 

Pero solo los buenos resultados de los gobiernos progresistas no lo explican todo, hay procesos más complejos y profundos. El fin de la guerra fría, paradójicamente afectó más a la derecha que a la izquierda, con un doble efecto: le quitó a la derecha motivación ideológica, rumbo, tensión ideal y política y por otro lado hizo avanzar a la izquierda en sus ideas democráticas y en su revisión crítica de sus programas y sus políticas. Más política y menos propaganda.

 

La crisis notoria de la derecha tiene muchas expresiones, una de ellas es la pobreza de sus discursos, que en algunos casos se camuflan con propuestas en la frontera de la izquierda. Ya no son los liberales de antes, sobre todo en lo económico y hasta en lo ideológico. Les asoma la marca en el orillo en temas de seguridad, en temas de políticas sociales, en los aspectos culturales y obviamente en las relaciones internacionales.

 

La derecha estuvo durante mucho tiempo adormecida, se dejó llevar por la conservación de lo mismo, la sacralización de sus privilegios, de sus quiebras, de su uso y abuso del poder del estado, incluso en la represión, todo bajo el manto de la defensa del sistema occidental y cristiano, por no decirle el capitalismo. Hoy si bien es cierto que en la izquierda se habla con cierto pudor del capitalismo, también la derecha lo tiene arrinconado como una culpa, como un concepto escondido.

 

Hay en la derecha latinoamericana una crisis ideológica, política y de tensiones y si a eso le agregamos la famosa frase de Giulio Andreotti: El poder desgasta, al que no lo tiene , nos encontramos con otro de los elementos de esa crisis, la de sus aparatos clientelisticos, su poder fundado en los favores, en una red de prebendas a determinados sectores sociales. Con unos compartiendo directamente el banquete y a la mayoría tirándole las migajas.  Ese andamiaje se oxidó y cuesta reconstruirlo desde el llano.

 

Ese clima de falta de tensión ideal, política e ideológica no es tampoco el mejor caldo de cultivo para que surjan importantes líderes, grandes tribunos tradicionales o electrónicos, caudillos y renovadas generaciones.

 

Lo que debería asumir la izquierda con mucha fuerza es que ya no hay caminos unidireccionales, conquistas eternas y permanentes, las batallas hay que ganarlas en forma constante y creciente, porque el peligro no es solo dormirse en los laureles, sino lo que es mucho peor es perder el nervio transformador, reformista, de búsqueda del progreso y del cambio social como un proceso constante para que el sistema no nos absorba y nos transforme en sus custodios ilustrados, simplemente con otro discurso.

 

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITÁCORA. Uruguay. Ex coordinador general de IPS.

 

 

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