Cuando los políticos, en términos crípticos, sostienen que todos los dirigentes son responsables de la derrota, lo que persiguen es justificarse culpando a chivos expiatorios y, en el caso de RN, podemos mencionar a dos principales exponentes de esta categoría: el Presidente, Sebastián Piñera, y el senador Carlos Larraín.
Según Rafael Gumucio Araya – mi hijo – el Presidente Piñera “tiene un alma de niño en un cuerpo de adulto…” – el clásico infante que está “mandado hacer” para que sufra eterno bullying en el colegio -, situación que lo hace sentir incómodo en su humanidad corpórea. De los rasgos de la personalidad de Piñera surge la necesidad de hacerlo culpable, tal vez injustamente, de la derrota de la derecha, especialmente por la debacle en las recientes elecciones, tanto parlamentarias, como la presidencial.
Andrés Allamand, en una de sus últimas intervenciones ante la Prensa, lo acusa de ser “el único culpable” de esta catástrofe; el senador Manuel José Ossandón, que había hecho una profesión del antipiñerismo, ahora pide perdón por los duros y desmedidos términos que empleó para referirse al mal desempeño de “su majestad”; los presidentes de los dos partidos de la Alianza no han ahorrado epítetos para culpar a Piñera de esto, aquello y lo otro – incluso, un famoso comentarista político de la Concertación escribió un libro para explicar el porqué de la desafección de los ciudadanos a su Excelencia -.
La ultra derecha fascista tampoco puede perdonar al Presidente, pues algunos de ellos creyeron que, una vez llegado al gobierno, iban a reconquistar la “tierra prometida” de Pinochet, donde manaría la lecha y la miel del militarismo y el neoliberalismo de los Chicago Boys; por ejemplo, Jovino Novoa no le puede perdonar la “inconsecuencia” de no haber defendido a los militares pinochetistas, incluso, de haber ordenado su traslado desde el “hotel Cordillera” a la “modesta” cárcel de Punta Peuco.
Como se trata de culpar de todos los males de la derecha a Sebastián Piñera, ahora, los advertidos comentaristas de ese sector sostienen que las renuncias de los tres diputados y, recientemente, de la senadora Lily Pérez, fueron “digitadas” y aleonadas desde La Moneda, especialmente por la morena, Cecilia Pérez – todo ocurre entre los Pérez, unos rotos para Carlos Larraín -. Se le atribuye un maquiavelismo genial al Presidente de la república, con la intención de asegurar su candidatura a la reelección, para el 2017, sin importarle en lo más mínimo, destruir a su propio Partido.
El segundo chivo expiatorio es Carlos Larraín, a quien se le acusa de todos los males y fracasos del Partido que dirige. Lily Pérez, ahora sin militancia conocida, acusa a RN de ser “un nido de víboras”, donde Carlos Larraín, una especie de nazi a la chilena, practica el peor de los antisemitismos, incluso, alega que ha sido discriminada por ser judía, además de clasismo que, especialmente, se aplica a las personas de apellido Pérez, además de ser un redomado machista.
En el Consejo de RN, realizado este sábado, la diputada Marcela Sabat condicionó su permanencia en el Partido a la renuncia inmediata de la directiva actual. Es muy posible que otros parlamentarios, dirigentes y militantes de base opten por el mismo camino.
Aun cuando desaparezcan de la escena política los dos principales chivos expiatorios, la crisis de la derecha seguirá profundizándose, pues no se debe sólo a la pintoresca personalidad de estos dos prohombres, sino también a razones estructurales, ideológicas y de cambio de mentalidad en la sociedad – frente a la cual la derecha se muestra incapaz de adecuarse. -. Lo único que se puede agregar es que las frases humorísticas de estos dos personajes nos harán falta para alegrar la vida.
Rafael Luis Gumucio Rivas
18/01/2014