A apropósito del “affaire” Hollande, cabe el aforismo “sobre gustos no hay nada escrito, pero hay gustos que merecen palos”. Uno entiende que el poder sea uno de los más fuertes afrodisíacos, sin embargo, que el burócrata de terno azul, Francois Hollande, se haya convertido en un sex-símbolo europeo ganándole, de lejos, a Silvio Berlusconi y a Nicolás Sarkozy, es algo difícil de explicar: nada más distante que un Casanova o un don Juan es el fomísimo Presidente francés – tal vez más aburrido que el político chileno Eduardo Frei Ruiz-Tagle -.
Para los franceses, que un rey, antaño, o que luego, un Presidente de la república, haya tenido o tenga una o varias amantes forma parte del alto cargo que ocupa, así, todos los reyes tuvieron amantes por docenas – el único rey a quien se le conocen sucursales fue a Luis XVI que fue cornudo y, además, guillotinado – con gran influencia en el gobierno, como madame Du Barry y madame de Pompadour. En el caso de los Presidentes, son conocidas las aventuras de Valéry Giscard d´Estaing y de Francois Mitérrand – las garsonières son tan importantes como el Palacio del Eliseo -.
En Francia, la institución tercermundista de “primera dama” no existe, y la única, un poco intrusa, fue Mme. Bernardette Chirac – una especie de Martita Larraechea francesa -, en consecuencia, al pueblo francés no le preocupa si Hollande gasta o no el dinero del Estado en su esposa, Valérie Trierweiler – salvo los aficionados a las telenovelas se conmueven con el “drama” de Valérie, internada en un hospital, por aguda depresión, a causa de desgracias amorosos, una especie de “Dama de las Camelias” del siglo XXI -.
El Presidente francés se da el lujo de dejar a tres mujeres con un “palmo de narices”, a pesar de ser la antítesis de un personaje bello, carismático y seductor – es como si se descubriera que un político como Escalona, de la noche a la mañana lo descubrieran con varias amantes, y todas llorándolo, como el Ratón Pérez -.
Como a los franceses no les importa nada los escándalos de alcoba, el desprestigio político de Hollande no ha subido ni bajado un solo punto después de descubrirse el pastel, es más, el 72% de los ciudadanos opina que no hay que meterse en la vida privada, y aún continúa con el 18% de apoyo a su gestión como gobernante.
Hollande fue elegido como candidato presidencial en unas primarias del Partido Socialista, bastante exitosas, que le permitieron a ese Partido iniciar la ruta a la reconquista del poder. En todo sistema político, cuando se cuenta con mayoría en el Parlamento y el Ejecutivo, de seguro, puede realizar lo que se proponga, sin embargo, tanto en Francia, como en Chile, la mayoría de los ciudadanos rechaza a los políticos y a los partidos.
Francois Hollande tuvo en contra la fuerte oposición de los ricos y empresarios a la alza de los impuestos – incluso, el gran actor Gérard Depardieu se nacionalizó ruso en protesta por este hecho – además, ha tenido que lidiar con la crisis económica, que aún muestra muy malos indicadores en ese país. Los franceses, a mi modo de ver, han sido siempre bastante reaccionarios – algunos de ellos siguen siendo realistas, a pesar de haber transcurrido 200 años de la Revolución Francesa y aún lloran la cabeza de María Antonieta y de Luis XVI.
El discurso de Hollande, durante la conferencia de Prensa, el 14 de enero de 2014, representa todo un viraje en política económica hacia el neoliberalismo del socialismo francés – actualmente, en todo el mundo, la socialdemocracia es sinónimo de neoliberalismo y derechización traicionando, así, el legado de Jean Jaurés, que abogaba por un socialismo humanista -. Dejemos de lado la vida personal de los gobernantes y centrémonos en la traición de la socialdemocracia mundial.
Rafael Luis Gumucio Rivas
16/01/2014