El balneario de Tunquén es el lugar ideal para que ningún intruso, incluidos los dirigentes de la Concertación, pueda husmear aquello que la “soberana” y su círculo más estrecho de musas inspiradoras quieran decidir sobre el próximo gabinete ministerial. Los conocedores del lugar saben bien que la única forma de penetrar en los laberintos es a través de las legendarias rocas, que pueden hacerlo con holgura los lobos marinos, pero los humanos, solamente disfrazados de tales. -Osvaldo Andrade trató de merodear por estos parajes mimetizado con estos especímenes marinos, pero fracasó, al menos dos veces, en su intento de espiar a su ama -.
En Tunquén, una de las formas de vida es la monástica: el silencio, la paz, la soledad son los mejores compañeros para la reflexión y la meditación, especialmente necesario para la elección de los ministros del nuevo gobierno, en nuestra monarquía absoluta electiva. Bachelet y el grupo de ninfas que la rodean se dedican en las hermosas tardes, en la puesta del sol, a interpretar canciones de los años 60, a jugar a las cartas y a reírse de los presidentes de partidos de su coalición, ansiosos aspirantes a participar en el reparto del botín y, como buenos monjes, seguir consagrando su vida a los que ellos llaman, sin eufemismos, “la religión del servicio público”.
Tanto los dirigentes de la casta, como los ciudadanos, conocen poco la personalidad de la reina virgen: ignoran, por ejemplo que, detrás de los silencios, de la empatía, de las palabras suaves, del intento de evadir, con frecuencia, el conflicto, se esconde un fuerte carácter femenino que bien parangonarse con personajes históricos como la reina Victoria, María de Médicis, Lucrecia Borja o, por estos lares, Javiera Carrera. En el fondo, disimula que escucha a obsecuentes cortesanos pero, a la larga, termina decidiendo a su real gusto. En el fondo de su ser tal vez desprecia a los políticos que, según ella, están cada día más alejados de los ciudadanos, lo cual es una verdad del porte de una catedral.
Con los candidatos a ministros ocurre algo similar con aquellos que postulan al papado: mientras menos son nombrados, más aumentan las posibilidades de ser elegidos; claro que esta regla no se aplicó al Papa Francisco, que estuvo a punto de ser escogido en el Cónclave anterior – en que subió al trono papal Benedicto XVI -, pero el cardenal argentino rehusó su nominación; otra regla, muy importante en el caso de Bachelet, es no comentar nada sobre temas relacionados con la posible cartera que va a ocupar el postulante – el incumplimiento de esta regla le va a significar, con seguridad, al rector de la Universidad Diego Portales y columnista de El Mercurio, Carlos Peña, la pérdida del ministerio de Educación, cargo para el cual estaba pintado. La extensa y crítica columna del domingo 5 de enero, junto con destacas los puntos débiles del programa del la Nueva Mayoría, en su capítulo sobre Educación, sutilmente se permite aconsejar a la Presidenta electa los pasos a seguir y, como Maquiavelo, a través de un brillante escrito, manifiesta su deseo de ocupar esta Cartera.
El caso de Luis Maira Aguirre merece un capítulo aparte: en el primer gobierno de Michelle Bachelet sonó, en varias ocasiones, como ministro de Relaciones Exteriores, pero en ninguna le resultó – se creyó que iba a ser el reemplazante de Alejandro Foxley, pero la DC dijo otra cosa; ahora, su nombre suena para desempeñar este cargo, pero hay otros candidatos que pueden, una vez más, hacerlo fracasar, entre ellos, Juan Somavía, José Goñi y Juan Gabriel Valdés Soublette. Luis Maira fue uno de los más brillantes presidentes de la FECH, el diputado más joven, versado y capaz durante la Unidad Popular, fundador y líder máximo de la Izquierda Cristiana; es un connotado intelectual y no de los mejores polítologos, con amplias redes en América Latina. Pintado para el cargo no vaya a fracasar de nuevo.
De seguro, Bachelet nos sorprenderá con un gabinete lejos de todos los pronósticos, pues la sorpresa es una de características de su autoritaria personalidad que disimula, muy bien, con silencios elocuentes, palabras dulces y su virginal atractivo.
Rafael Luis Gumucio Rivas
07/01/2014