Nada más difícil que aspirar a transmitir el pensamiento del Presidente actualmente en ejercicio y, como quiere representar, de la mejor forma, su papel de reyecito, que cumple, a la vez, todas las tareas que, normalmente, corresponden a un equipo de ministros, no puede tener una vocera que sea capaz de interpretar los pensamientos e ideas – miles por segundo – que, esta locomotora humana, desarrolla durante las 24 horas del día. Si bien, el hecho de llegar a la presidencia de la república es la máxima felicidad a la cual puede aspirar un ser humano, para el Presidente Piñera esta parusía llega a su culmen.
Todo su gabinete ha sido una perfecta expresión de la personalidad narcisista del Presidente: al comienzo, quiso reunir a una especie de muestra casi perfecta de ex alumnos de exclusivos colegios – Villa María Academy y Verbo Divino – de la “cota mil”, predilectos del Presidente, la mayoría de ellos con posgrados en Estados Unidos y que también reunían la calidad de empresarios – igual que nuestro Presidente Piñera -.
La excepción era el entonces ministro de Minería, Laurence Golborne, un alumno de Liceo con número, hijo de un ferretero de Maipú, cuya inteligencia, habilidad y servilismo lo habían llevado a ser el “mozo” de un alemán millonario, que nos ha legado la torre, similar a un pena, que es la mejor muestra del asqueroso país arribista, construido por el duopolio. Para rematar la estulticia, Paulmann quiso compararla con la Torre Eiffel -.
La vocera de este primer gabinete era una alemana de Temuco que, una vez asumido el cargo, sacó las garras y quiso interpretar, a su amaño, la compleja personalidad de su nuestro primer funcionario de la república y, como era lógico, al poco andar comenzó a meter la pata, que le valió su salida, sin embargo, la UDI la premió con la nominación de una senaturía – en reemplazo de Pablo Longueira, que asumió el ministerio de Economía.
Carlos Larraín el último de “los caballeros de Chile” expresó, con ocasión del cambio en la vocería de gobierno, cargo recaído en la “negra”, Cecilia Pérez – reemplazaba a la rubia alemana Von Baer -, que esta vez, como “la vocera era morenita – quiso decir, un poco con cara de rota – iba a ser mejor acogida por los ciudadanos que la rubia teutona”.
El segundo gabinete fue impuesto a raíz de la famosa rebelión de “los coroneles”, que pretendió ser más eficiente y político que el de tecnócratas que lo precedió. En el fondo, luego de un análisis más profundo, nada cambió a causa de que el presidente-rey hace la tarea de todos los ministros del gabinete – como ocurría con Carlos Ibáñez del Campo que cuando visitaba un cuartel de Bomberos, se disfrazaba como uno de ellos, lo mismo si iba al de Carabineros, de médico, si inauguraba a un hospital, o de arquitecto, si cortaba la cinta en un condominio –, al igual que el general Ibáñez, Piñera no acepta ser actor secundario.
Don Carlos Larraín acertó medio a medio: la morenita Cecilia Pérez, con nombre y apellido de nuestra tierra, resultó ser una brillante intérprete del Presidente, pues expresaba la cara popular de un gobierno de ricachones – era como la “Faúndez” del Chile empresarial – por esta razón, su imagen caía como “anillo al dedo”, especialmente cuando el candidato era Golborne, el clásico arribista de la derecha, llamada “aspiracional”.
La pobre vocera actual no podía escapar de “la noche de los cuchillos largos” y empezó a tirar excrementos con ventilador: considerando el trato vejatorio que había sufrido su gran jefe por parte de los dirigentes de su Partido, ella “reconsideraría su militancia en Renovación Nacional y, en consecuencia, no participaría en su Consejo General” – como si a alguien de ese conglomerado, tan clasista, le importara esa decisión -. Para rematar la torpeza, se le ocurrió mencionar el concepto “pacificación de la Araucanía”, cuyo significado real y de triste memoria fue el genocidio del ejército chileno contra el pueblo mapuche. En fin, cada vocero o vocera de gobierno hace lo que puede para interpretar a su amo, pero nadie puede aspirar a compararse con el genial Pancho Vidal.
Rafael Luis Gumucio Rivas
04/01/2014