A escala latinoamericana y mundial respectivamente los decesos de Hugo Chávez y Nelson Mandela fueron noticias que impactaron y que dejaron algunas incertidumbres sobre el futuro de los proyectos que ellos encarnaron. En Chile y dondequiera que hubiera una comunidad chilena entretanto, el 40º aniversario del golpe de estado fue el acontecimiento de mayor resonancia, relegando la elección presidencial a un segundo lugar en el interés ciudadano y de algún modo, enmarcándola.
La muerte del presidente venezolano acaecida el 5 de marzo después de un largo batallar con un cáncer privó a su país y a toda Latinoamérica de un líder político de características muy especiales. En los hechos se puede decir que Chávez fue la figura dominante de la política latinoamericana desde fines del siglo 20 hasta este año que terminó. Su aporte a la configuración de una alternativa a las políticas económicas neoliberales que dominaban el continente desde la década de los 70 es sin duda de la mayor importancia. Es cierto que la aparición de Chávez rompió una serie de esquemas en la izquierda latinoamericana: un hombre proveniente de las filas militares que llegó a formular un ideario socialista, el Socialismo del Siglo 21, pero profundamente enraizado en la trayectoria histórica latinoamericana (“la Revolución Bolivariana”). Como Fidel Castro y sus compañeros en 1959 Chávez al presentar sus propuestas descolocó a los sectores más tradicionales de la Izquierda, su aparición era de algún modo inesperada, pero pronto los que pudieron tener alguna reticencia se dieron cuenta que el líder bolivariano era realmente lo que la Izquierda latinoamericana necesitaba: un enfoque renovado que dejara atrás las experiencias negativas cuya expresión más notoria era el llamado socialismo real de la URSS y Europa oriental que en esos años venía de derrumbarse. Es interesante hacer notar que—aunque también siguiendo sus propias peculiaridades nacionales—la aparición de líderes y proyectos como los que encarnan Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia vienen luego a sumarse a esa búsqueda por una visión latinoamericana del socialismo, por todo esto la desafortunada desaparición de Chávez puede afectar el futuro de su proyecto, aunque por cierto con el apoyo de su pueblo y—es de esperar—con la solidaridad continental, los seguidores del proceso iniciado bajo el liderazgo de Chávez puedan superar los obstáculos que sin duda sus enemigos internos y externos les continuarán poniendo, de lo cual ya estamos viendo con las maniobras diseñadas para crear desabastecimiento.
Otro líder que nos dejó en 2013 ha sido Nelson Mandela, muerto el 5 de diciembre en su país el cual él dirigió en momentos cruciales, cuando abundaban las dudas sobre qué sucedería después que el apartheid fuera abandonado. Como se sabe los escenarios tremendistas que pintaban un desbocado arranque de revanchismo nunca ocurrió, Mandela actuó con gran habilidad política para asegurar una transición básicamente pacífica a un gobierno de mayoría negra, aunque por cierto fue gracias a su presencia que esa peculiar transición pudo hacerse. Queda por verse si la salida de compromiso que logró implementar Mandela podrá resolver el problema central que afecta a ese país: la gran desigualdad económica que aun condena a la mayoría negra a la pobreza y en muchos casos arroja a su juventud por el camino del crimen.
El 40º aniversario del golpe de estado que derrocara al gobierno de Salvador Allende fue el acontecimiento político de 2013, y hay que destacar que en este caso no se trató solamente de la fecha concreta del 11 de septiembre, sino que del conjunto de situaciones que se dieron a través de todo el año y que alcanzaron su punto más alto ese día, pero que en todo caso fue más bien un proceso que incluyó amplias discusiones tanto al interior de la Izquierda como del conjunto de la sociedad chilena, en los hechos la oportunidad para un autoanálisis de las circunstancias del golpe, de sus secuelas y de lo que representó este quiebre para Chile. El cuadragésimo aniversario del golpe fue de algún modo también el contexto en el que se desenvolvieron otros acontecimientos de la vida política chilena, incluyendo las elecciones de noviembre y el movimiento articulado en torno a la demanda por una asamblea constituyente como el modo más democrático de reemplazar la constitución impuesta por el pinochetismo y que para vergüenza nacional aun continúa vigente.
Como señalaba al comienzo de mi nota, la conmemoración de los 40 años fue no sólo un hecho importante en Chile sino también a través del mundo, dondequiera que hubiera comunidades chilenas en un número más o menos significativo. Montreal, la ciudad en la que resido no fue una excepción y personalmente fui uno de los organizadores de la actividad central que tuvo lugar el mismo día 11 de septiembre. Un evento que repletó un teatro en esta ciudad, pero que como podrán atestiguar quienes lean estas líneas desde otros puntos del globo donde se ha instalado la diáspora chilena, no estuvo exento de pequeñas disputas y contradicciones. ¡Qué sería de una actividad del exilio chileno sin sus pequeñas peleas, después de todo! (Al respecto el film del gran Raúl Ruiz, Diálogo de exiliados de 1975, sigue siendo un clásico por lo perspicaz de su enfoque y su encantadora ironía).
Como me imagino que han hecho en otras partes del mundo, los artistas de la comunidad han sido—al igual que los que han instalado sus negocios de empanadas—uno de los productos de exportación del exilio chileno, en los hechos una valiosa extensión, en este caso en Canadá, de la cultura chilena. Algo que todos saludamos. Pero también como sucede en estas cosas, cuando hablamos de artistas hay que decir que los hay buenos, mediocres y derechamente malos. Aunque todos puedan tener una buena voluntad. Conmemorar 40 años requería de una presentación acorde a las circunstancias, se programó una presentación político-cultural de calidad para la que se contó con varios artistas de origen chileno, latinoamericano y también la generosa participación de un artista de la provincia de Quebec. Naturalmente no todos los intérpretes y cantautores podían estar en el evento pues no se trataba de una maratón musical y—la verdad sea dicha—algunos de los grupos excluidos están bien para animar un cumpleaños u otra fiesta familiar, pero no para un evento de categoría. Incluso entre los grupos que seleccionamos tampoco faltó el egocentrismo que algunos asocian—quizás injustamente—con los que se dedican a la actividad artística (probablemente los que son realmente artistas de calidad no sean egocéntricos), esto de los “egos grandiosos” casi provoca un problema cuando uno de los grupos quiso insistir en ser el que “finalizara el acto”, cosa que al final no fue por supuesto. Como señalo, me imagino que los lectores que viven en el exterior y que conocen de estas pequeñas querellas deben tener también variadas experiencias sobre este tipo de situaciones en las comunidades chilenas del exterior: artistas que se creen mejores de lo que son, otros cuyos egos no cabe en parte alguna y por cierto celos y envidias variadas que a veces terminan por descorazonar a algunos que prefieren irse para sus casas antes de trabajar en la comunidad. Debo decir que como cualquiera actividad política, en última instancia uno debe tener la piel dura para aguantar e ignorar los ataques de muchos que al fin de cuentas lanzan solamente desde una posición de ignorancia e incapacidad para organizar cosa alguna.
Naturalmente esas actitudes se reflejan también en el interior de Chile: egos enormes parece que impidieron a sectores de la Izquierda extra-Nueva Mayoría lograr una lista unitaria para las elecciones. Afanes de protagonismo y de posicionamiento con vistas al nuevo gobierno de Michelle Bachelet pueden provocar grietas al interior de la amplia coalición que debe asumir el 11 de marzo y el peligro de tales problemas es que puede poner en riesgo el cumplimiento del programa votado por la mayoría de los chilenos que concurrieron a las urnas. Ah, y por cierto habrá también aquellos que insistirán en que son muy competentes cuando la verdad es que a lo mejor se trata de mediocres o francamente incompetentes. Eso ocurre en todas partes.
Así termino esta breve mirada a 2013, aprovechando la ocasión de desear a todos ustedes un Feliz 2014.