Noviembre 24, 2024

Presidenta, recuperemos nuestro ADN democrático y progresista

Todo país tiene sus características distintivas, un ADN, propio de su historia y cultura, que se transmite como el lenguaje. Los norteamericanos no  conciben una empresa estatal como CODELCO, me di cuenta cuando hablé del tema. Los franceses son dirigistas, siempre esperan la voz del gobierno. Los chinos tienen como centro de la sociedad a la armonía.

 

1. EL ADN chileno

Nuestro país nació con la república portaliana, un Estado de derecho, fuerte e impersonal, que nos liberó del caudillismo militarista que asoló nuestra región. A él se le agregó paulatinamente la democracia y el desarrollismo en que el Estado tiene siempre un rol central. La gran figura de ese progreso fue Balmaceda, el primero que hizo su campaña por tren y con una canción de campaña, con palabras que parecen ser de hoy:

Balmaceda será Presidente

porque sabe luchar con valor

para darle sustento a la gente

y guardarle al chileno su honor

 

Le siguieron en los años 20 Arturo Alessandri, la constitución del 25, la fundación de instituciones públicas para enfrentar la crisis del salitre como el Instituto de Crédito Industrial, la Caja de Crédito Hipotecario, la Caja Nacional de Ahorros, etc, Pedro Aguirre Cerda y la CORFO, Ibáñez y el Banco del Estado, Frei y la revolución en libertad (reforma agraria), Allende y su revolución con empanadas y vino tinto (nacionalización de la gran minería del cobre) y, porqué no mencionarlo, el general Alberto Bachelet, quien murió por ello.

 

2. Los enemigos del progreso

 

Por cierto enfrentamos reacciones que han frustrado nuestro desarrollo. Primero, caudillismos militaristas; después, a la fronda aistocrática y la oligarquía decadente de la república parlamentaria; años más tarde a Jorge Alessandri, cuyo libremercadismo, aunque moderado, destruyó a la derecha política tradicional.

Después a una coalición tan sorprendente que unió en el mundo a quienes eran enemigos en la guerra fría: la brutalidad pinochetista (incluido terrorismo en Washington), el integrismo guzmanista y los Chicago Boys, con un proyecto que era liberticida, libertino y libertario a la vez. E intentaron dejar, como Franco sin resultado, la cosas atadas y bien atadas con candados constitucionales. 

En el camino asesinaron a Portales, derrocaron a Balmaceda y Allende, pero no pudieron cambiar nuestro ADN, aunque parecieron lograrlo durante la transición en plena  globalización.

 

3. La globalización

Chile se adelantó a la globalización. Recordemos que en la Fundación Ford, después del golpe, se hablaba en broma del MAPU DOC porque los dirigentes del MAPU OC habían sido becados para doctorarse en EE.UU.

La mundialización, que predica el fundamentalismo del mercado, también desde las universidades norteamericanas, capturó a las élites occidentales, pero provoca, no solo en Chile, reacciones populares no institucionalizadas, la calle y las redes sociales, que desafían a las institucionales, elecciones y partidos políticos.

A nuestro país trajo también el espanglish. Un taxista que me llevó del aeropuerto por Vespucio norte me dijo que había una congestión por la entrada a un mall, le pregunté como se decía en castellano, y me contestó “shopping center”. Cuando deberíamos aprender un buen español, la segunda lengua más hablada en el mundo, y como se hace en EE.UU.

Mientras tanto nuestros doctorados en EE.UU. se pavonean en los medios de comunicación y nos dictan cátedra, con un lenguaje supuestamente técnico, sobre nuestra maravillosa economía y la abstención electoral como si fueramos EE.UU.. La gente estaría tan contenta con el modelo libremercadista que se olvidaron del gobierno y las elecciones, lo que ni siquiera ocurre en EE.UU.

4. En Chile no hay despolitización, hay antipolítica

Las encuestas desmienten esa conclusión, que también sostienen algunos autocomplacientes (gute/mapu/socialistas del orden,etc.). Todas ellas indican que la mayoría de los chilenos está satisfecha con sus vidas y son partidarios de la democracia.

No obstante, también están descontentos con el funcionamiento de la democracia, solo el 32 % tienen confianza en el gobierno y las tasas de aprobación de la institucionalidad democrática (presidencia, congreso, tribunales, partidos políticos) y del capitalismo, grandes empresas, es bajísima. Es decir, no con apolíticos.

Además demuestran que la mayoría de los chilenos quieren bancos, farmacias, supermercados, transporte público, hospitales, escuelas, universidades, isapres, pensiones, etc. estatales, después de 40 años de propaganda neoliberal.

5. Las elecciones: un llamado de alerta

Por cierto hubo un aumento de la abstención, una demostración de que el sistema es cada día más insuficiente para responder el querer ciudadano; proceso que comienza con la transición. En las ocho elecciones presidenciales (primeras y segundas vueltas, entre 1989 y 2009), la votación fluctuó entre 6.942 y 7.178 millones, es decir nada, el padrón electoral envejeció y los jóvenes no inscritos aumentaron.

Bachelet solo logró el 26% de apoyo ciudadano, pero Piñera también tuvo menos del 30%. En esta oportunidad bajó a 6.700 millones en la primera vuelta, es decir 250.000 en relación a la anterior. Sin embargo, la caida en el segunda fue mucho más aguda, similar a la de las elecciones de diputados de 1997. Solo sufragaron 500.000 del 1.700.000 de los votantes que lo hicieron en la primera vuelta por candidatos anternativos; lo que no ocurrió el 2009, en que votaron prácticamente todos.

A la abstención y a los votantes que se niegan a votar en segunda vuelta porque rechazan a los principales candidatos, se sumó el derrumbe de la derecha, perdió 1.500.000 votos, Y nunca sacó tan pocos durante la transición, pero esos sufragioss no se añadieron a otras tendencias, simplemente desaparecieron en la abstención. Todo lo cual produce un terreno apto para populismos extremistas.

6. Adelante presidenta

Ahora bien, ¿cómo se explica esta serie de acontecimientos electorales después de un exitoso gobierno de centroderecha, con buenas cifras económicas, y que reconoció las barbaridades de la dictadura?

Los observadores extranjeros están admirados. Hablan de un “esquisito fair play” y un “elegante reinicio de la izquierda”. Me gustaría que así fuera, pero tras el incremento de la abstención, el derrumbe de la derecha electoral y el nacimiento de una izquierda disidente, aparece una creciente disminución de la participación institucional, elecciones y partidos, y se refuerzan la calle y las redes sociales, la no institucional o antipolítica.

Y la razón es obvia. Una vez prácticamente desaparecido el pinochetismo-guzmanismo en el septiembre negro del 2013, es inaceptable, para dar un detalle, que una empresa como Cholguán contrate y recontrate a sus trabajadores cada tres meses. El gobierno de Piñera, la nueva forma de gobernar, fue el golpe de gracia para un proyecto empresarial y supuestamente tecnocrático ajeno a nuestro ADN y descendiente de la dictadura. Y ya nadie teme a Pinochet.

La gran mayoría de la ciudadanía, que es criolla y no globalizada, quiere volver a su ADN. En otras palabras, aspira a un estado del bienestar, keynesiano y participativo. La derecha siempre ha perdido. Nos han gobernado poco, pero con vetos nos han impedido desarrollarnos, aunque dicen que estamos al borde.

La presidenta ahora cuenta con mayorías en el Congreso; con el PC, el gran partido socialdemócrata de Chile (salvo en un corto período de lucha armada) y con una patrulla juvenil en la Cámara de Diputados y senadores independientes y progresistas que apoyan su programa, todo lo cual puede servir de puente con los movimientos sociales y el nacimiento al parecer de una ala democrática en la derecha.

Es de esperar en ese contexto, que en nombre de nuestros padres y por nuestros hijos rompamos las cadenas. Es imposible sustituir el ADN de un pueblo a punta de bayonetas. ¡ADELANTE PRESIDENTA!

 

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