El Partido Comunista ha manifestado su decisión de incorporarse al gobierno de Michelle Bachelet. La organización que realiza esa operación de ingreso es simultáneamente vieja y nueva.
Vieja porque el Partido Comunista es el segundo partido más antiguo de Chile, sólo superado por el Partido Radical, fundado al final del siglo XIX. Respecto al Partido Comunista circulan en la actualidad dos fechas distintas de nacimiento. Según una, habría sido fundado por Luis Emilio Recabarren en 1922, momento en que fue informada la III Internacional. Según otra, ello habría ocurrido diez años antes, en 1912, cuando el mismo líder organiza el Partido Obrero Socialista.
Vieja también, porque, cualquiera que sea la fecha real de fundación, el partido señalado ha planteado, casi sin interrupción, posturas de izquierda moderada. Ello ha ocurrido aunque la izquierda chilena del Siglo XX tuvo el socialismo como horizonte, meta que era compartida por la otra gran organización que competía en su mismo espacio, el Partido Socialista. Ambos, además, se decían marxista leninistas.
Los comunistas, como fuerza de izquierda de la coalición, deben impulsar este tipo de discusiones y la formación de organismos de ese tipo. De otro modo el valor de su presencia disminuye. Por supuesto, ello deben hacerlo en el marco de la coalición existente y por tanto en alianza con otras fuerzas. Debe evitarse la búsqueda de cualquier vanguardismo, así como debe evitarse el silencio y el conformismo.
Por tanto, la moderación del Partido Comunista viene de lejos. Tiene una larga duración. Existió incluso durante el periodo de su ilegalidad en democracia, por efecto de la dictación, por parte de Gabriel González Videla, de la mal llamada Ley de Defensa de la Democracia. La organización se resistió entre 1948 y 1958, a cualquier intento de conseguir la legalidad por la vía del golpe de Estado, pese al surgimiento dentro del partido de un grupo que propiciaba esas conductas. El mencionado sector, llamado “reinosista”, fue expulsado.
Además, durante el gobierno de la Unidad Popular y los primeros años de la dictadura, mantuvo las mismas posiciones arriba señaladas. En el primer subperiodo, el Partido Comunista planteó la tesis de la vía pacifica y de la consolidación de las medidas adoptadas, en contra de la postura de la dirección del Partido Socialista, la cual hablaba de “avanzar sin transar”, coqueteando además con el uso de la violencia para llegar más rápido al socialismo.
Durante la dictadura, el Partido Comunista formuló, entre 1973 y 1978, la tesis del frente antifascista, la cual consistía en un pacto de la izquierda con el Partido Demócrata Cristiano para enfrentar a la dictadura. En vista del fracaso de esa fórmula (y asediado por las persecuciones y asesinatos de sus dirigentes) gira, por un corto tiempo, hacia la tesis maximalista del “año decisivo”. Entonces participa en la organización del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y, en septiembre de 1986, en el atentado contra Pinochet.
Pero, desde la vuelta a la democracia representativa en 1989 el partido retoma su línea democrática de masas, participando (aunque sin éxito) en casi todos los procesos electorales. Incluso presenta candidatos presidenciales en algunos de ellos, sea de sus propias filas, como Gladys Marín en 1999, o de fuera de la organización, como el sacerdote católico Eugenio Pizarro en 1993 o el dirigente socialista Jorge Arrate en el año 2009.
También intenta elegir diputados, obteniendo en las elecciones respectivas porcentajes que se mueven entre el 5% y el 6%. En todo caso esas votaciones eran bastante inferiores a las que el partido conseguía –desde su relegalización en 1958– en las contiendas electorales previas a 1973.
Entre 1961 y 1973 sus votaciones se mueven entre 12.52%, la más baja, y 16.42%, la más alta, lo que lleva a conseguir un alto número de diputados: 16 parlamentarios en 1941; y 22 y 21 en 1969 y 1973, respectivamente. La vigencia del sistema proporcional corregido que entonces imperaba permitía una alta conversión de votos en escaños.
Pero en el periodo post-Pinochet el sistema binominal le impide a los comunistas elegir diputados, pues existe una relación inversa. Esas circunstancias empujan al Partido Comunista a pactar, primero con la Concertación y luego con la Nueva Mayoría.
Como se ha dicho, esa línea moderada de masas es antigua. Pero también debe decirse que la organización que la realiza es, al mismo tiempo, nueva.
Nueva porque se trata de un partido que sobrevivió a los grandes cambios internacionales de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Ellos son importantes de considerar porque el partido chileno tuvo siempre una postura internacionalista.
Esas modificaciones del orden mundial que le atañen son el derrumbe de la Unión Soviética y de Europa Oriental, como consecuencia del fracaso de las medidas reformistas que Michael Gorvachov intentó llevar a cabo.
Este partido puede catalogarse entonces como post. Ya no tiene que enfrentar la tensión que le procuraba su doble sistema de referencia, a Chile y al sistema de los socialismos reales con la Unión Soviética a la cabeza. Sólo les queda Cuba, la cual para los comunistas chilenos siempre ha sido un punto de referencia más débil; en algún tiempo, a consecuencia de su apoyo al MIR chileno, el cual llegó a ser denominado por estos comunistas como “caballo de Troya del imperialismo”.
¿Qué debería esperarse de la incorporación del Partido Comunista al gobierno de Michelle Bachelet?
La organización señalada debe pensar y actuar desde la izquierda de la coalición. Sin embargo, no debe esperarse una postura maximalista, puesto que tiene suficiente experiencia para evitar actitudes aventureras. Su ser de izquierda deberá jugarlo desde lo posible. Por tanto, en el marco del programa de la coalición.
Y ese programa tiene elementos que se pueden maximizar. Al Partido Comunista, desde sus posiciones de izquierda, le corresponde hacerlo. ¿En que áreas se ubican estas posibilidades? Estas son varias, pero en este artículo sólo se señalará una: la discusión constitucional.
La promesa de elaborar una gran reforma constitucional es el aspecto más interesante del programa planteado. Pero esas posibilidades se realizan siempre que se cumplan dos condiciones: primero, que se pongan en práctica reformas que profundicen la participación y, segundo, que el proceso dé lugar a una gran discusión ciudadana.
Una fuerza ubicada a la izquierda en la coalición de la Nueva Mayoría debería impulsar, en alianza con otras ubicadas en la centro-izquierda, una reforma de ese tipo. Es la gran oportunidad para dejar atrás la Constitución del 80, la cual, pese a sus reformas, sigue teniendo la impronta de sus primitivos autores, Augusto Pinochet y Jaime Guzmán.
Una gran discusión pública no se realiza usando el esquema clásico Presidente-Parlamento, pues con ese sistema el debate se encapsula y la mayoría de los ciudadanos sólo oyen los ecos. Se requiere una fórmula que permita la participación de una mayor diversidad de actores. Además, es conveniente que estos representantes sean seleccionados en función de la discusión constitucional y no como diputados, encargados de la función legislativa general. En esos aspectos reside el valor de una Asamblea Constituyente.
Los comunistas, como fuerza de izquierda de la coalición, deben impulsar este tipo de discusiones y la formación de organismos de ese tipo. De otro modo el valor de su presencia disminuye. Por supuesto, ello deben hacerlo en el marco de la coalición existente y por tanto en alianza con otras fuerzas. Debe evitarse la búsqueda de cualquier vanguardismo, así como debe evitarse el silencio y el conformismo.
Las señales que ha dado la Presidenta electa permiten pensar que hay caminos abiertos para la realización de reformas importantes. En ese contexto, el Partido Comunista está en condiciones de actuar sin dejarse llevar por los viejos miedos del pasado.