Diciembre 26, 2024

El segundo tiempo del modelo

La debacle de la derecha puede dar paso a la creación de otros partidos. Ya hay algunas expresiones de la necesaria renovación que exige el aparato heredero de la dictadura y su ideología.

Las críticas brutales que ha recibido el gobierno de Sebastián Piñera por su rol en el desastre electoral, tienen como trasfondo la necesidad de recrear los instrumentos de dominación que fueron efectivos durante un cuarto de siglo, pero que ahora comienzan a dar muestras de debilidad.

 

Para la derecha, un partido es un medio y no un fin. Y cuando uno comienza a dar señales de ineficiencia, pues la cambian por otro. En algún lugar tendrán que aterrizar los que se están yendo de RN y los que en la UDI perviven entre dudas razonables.

 

La derecha fue una complacida oposición a los gobiernos de la Concertación. Si bien en el Congreso de vez en cuando aparecían discrepancias, en gran medida para la galucha, en el fondo, donde las cosas valen por su real valor, no había mayores cornadas y todo iba tal como debía ir.

 

Las diferencias respecto de los temas debatibles, en donde debían enfrentarse cuestiones de principios, en general fueron resueltas mediante una sobredosis de realidad y, más allá de algunos intentos comunicacionales para vender ilusiones y maquillajes, el sistema continuó su marcha imbatible. Al decir de los poderosos empresarios chilenos, esos fueron los mejores gobiernos que había tenido el país.

 

Lo que vino a revolver el gallinero comenzó con una pelea de los estudiantes de la Enseñanza Media por el pase escolar. Sometido a los empresarios del transporte, el gobierno de la época no permitía que éste fuera usado todo el año, lo que dio paso a la Rebelión de las Mochilas, el año 2001, antecedente inmediato a la Rebelión de los Pingüinos del año 2006.

 

Entonces vino la falta de previsión de los estrategas del sistema. Se creyó que por ser revueltas acotadas al ámbito de la Enseñanza Media, estas protestas no tendrían, no podrían tener, un alcance mayor, ni mucho menos, ¡jamás!, desestabilizar al sistema.

 

Pero lo tuvo.

 

La gracia trascendente de los estudiantes, fue que pusieron en la discusión cuestiones impensadas para la época, y que fueron esquivadas con templanza por la Presidenta Bachelet mediante la Comisión Presidencial que finalmente derogó la LOCE, una de las exigencias escolares, y la promulgación de la LGE, la consumación de la traición.

De otro modo, ¿ha habido algún caso en que el sistema de puro buena gente haya generado cambios que mejoren la vida de la gente, del populacho, de la chusma?

Lo que vino fue un alud de exigencias imposibles en este mundo. Pero que tuvieron la gracia de ser respaldadas por increíbles porcentajes de la población, y sobre todo, pusieron en la discusión cotidiana, la esencia misma del sistema.

 

De nuevo, los estrategas de palacio y de sus oficinas secretas no fueron capaces de prever el escenario que se abría delante de sus narices, y que tendría serias consecuencias.

 

Lo que detonó la actual crisis del sistema, aunque muchos la nieguen, fue verse obligado a enfrentar políticamente una situación para la que antes sólo usaban a las Fuerzas Especiales.

 

Y la Concertación, propietaria de muchas velas de este entierro, debió sufrir lo suyo. Sabiendo que su vuelta se tornaba una exigencia fulminante, debía hacer lo indecible para garantizar que así fuera.

 

Los números fabulosos de su abanderada, contrastaban con el rechazo que las encuestas daban a sus partidos. Debieron ejercitarse maniobras delicadas y peligrosas para asegurar su triunfo: la oferta desmesurada de expectativas, y la ampliación hacia rincones de otrora recios contrincantes.

 

Para asimilar la nueva situación debió asumir, no sin dolores, y aún con inciertas proyecciones, un corrimiento al rojo y recibir en su seno a un Partido Comunista que arriesga lo indecible por algunos diputados, un ministerio y un par de subsecretarías.

 

El principio en que se asienta la decisión comunista es en extremo débil: no se debe desdeñar a priori un programa que le trae de esto y lo otro, y que ofrece la posibilidad de construir un país mucho más democrático y justo.

 

Una de las diputadas electas del PC, dice que: “aprovecharán esta oportunidad histórica para que se cumpla el programa que exigen los estudiantes en las calles”. ¿Se podrá?

 

En el actual contexto, con una economía asentada firmemente sobre sus neoliberales sillares, con las principales organizaciones gremiales y sindicales anómicas y anémicas, pero por sobre todo, sin que exista una expresión política de los sectores populares, ni mucho menos una estrategia de poder, con menos de la mitad de la población votando, ¿es posible esperar del statu quo una mejora en las condiciones de vida de los sectores víctimas de la cultura neoliberal?

 

De otro modo, ¿ha habido algún caso en que el sistema de puro buena gente haya generado cambios que mejoren la vida de la gente, del populacho, de la chusma?

 

Hasta donde sabemos, cada uno de los avances democráticos y relacionados con el bienestar de los trabajadores y los sectores populares, no han sido sino frutos de sus propias luchas. ¿Ahora será distinto y los que ayer dieron con el mocho del hacha al populacho, ahora mutan en buenas y honestas personas?

 

Peor aún: ¿se puede esperar que el gobierno no reprima al movimiento social, como lo desea Guillermo Teillier? De sus palabras se desprende su esperanza que el movimiento social no dé razones para que le llegue la mano dura que contra ellos se ha tenido desde siempre.

 

Sería la primera vez que los estudiantes podrían manifestarse masivamente sin que sean reprimidas sus marchas. ¿Viviremos para ver el portento?

 

Para el efecto, sería necesario y exigible que las manifestaciones de los estudiantes fueran in door, o simplemente no fueran, pero como se viene conformando el activo de dirigentes estudiantiles, en donde el PC ha hecho gala de un retroceso espectacular, es difícil que así sea. Lo otro, sería subordinar la acción de las FF.EE., al poder político y eso como se sabe, es aún más complicado.

 

Y cuando el Programa sea un recuerdo, como lo han sido todos, ¡todos!, y cuando arrecie la represión contra los estudiantes, incansables, disconformes, incrédulos, ¿el PC se restará del gobierno para volver al redil desde donde nunca debió salir? ¿O hará como si nada?

 

Los ajustes intrasistémicos aún están en proceso. Esas placas tectónicas no terminan de acomodarse y pasará un buen rato antes que se encuentre el equilibrio, es decir, la tranquilidad para seguir cumpliendo récores que avergüenzan. De otra cosa no se trata.

 

Así como la Nueva Mayoría no podrá deshacerse de su impronta derechista representada en diversas materias y personalidades en su seno, de la misma manera la ultra derecha demorará en hacer pie en un mar encrespado que dejó la manera poco monolítica de enfrentar la discusión que impusieron, por la fuerza, los estudiantes.

 

Los primeros meses del segundo tiempo bachelteano serán clave. En ese lapso se verá cómo quedará establecido el gallito al interior de la coalición. Y cómo va a responder a su peor enemigo: las expectativas que se encargaron de esparcir antes de las elecciones.

 

Ya los dirigentes estudiantiles dijeron su palabra: respecto de Michelle Bachelet no habrá marcha blanca y es de suponer que, luego del necesario bajón, normal en cualquier tipo de movimiento sociopolítico, y luego que la votación en las federaciones más importantes pusieron a los mal tratados ultrones a la cabeza, la cosa no aspecta nada bien para el sistema.

 

Lo que hoy está en juego es un segundo tiempo del neoliberalismo. Y va a comenzar con réplicas vivas de los movimientos telúricos que trastocaron la comodidad muelle del sistema.

 

Como se dijo tantas veces, y ahora se viene confirmando por bocas que antes callaban, Asamblea Constituyente no habrá porque no podría haber. Aquella campaña de marcas en los votos, ya es un recuerdo.

 

Luego vendrán las explicaciones para todo lo demás que no se hará: reforma impositiva de verdad; cambios reales al sistema de pensiones; gratuidad en educación; fin del sistema binominal; renacionalización de las riquezas del país; fin al gasto militar; y un etcétera mucho más largo.

 

Que para eso, son mandados a hacer.

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