Diciembre de 1963 en Alemania. La economía florece, la gente compra regalos en Navidad. La guerra quedó atrás hace 18 años. Se mira hacia adelante. Nadie habla sobre lo que pasó, sobre los actos realizados durante el nacionalsocialismo por personas con las que ahora se convive puerta con puerta. Nad ie habla, salvo Fritz Bauer. El fiscal general de Hesse y su joven equipo de juristas han localizado a testigos de todo el mundo y les han convencido para declarar en Fráncfort sobre lo que les hicieron los alemanes.
Gracias a él comenzó el llamado “Proceso de Auschwitz de Fráncfort”. “Sin él, el proceso no hubiese tenido lugar”, aclara Ronen Steinke, autor de una biografía sobre el fiscal alemán de origen judío. Bauer volvió a Alemania de su exilio en Suecia en 1949 y pronto se hizo un nombre rehabilitando a la resistencia del 20 de julio de 1944. Desmintió los argumentos nacionalsocialistas alegando que el régimen no era un estado de derecho, sino un estado sin derecho. Finalmente fue el responsable de impulsar el primer proceso sobre el Holocausto ante tribunales alemanes.
Más de 360 testigos declararon ante el tribunal de Fráncfort, exponiendo ante la opinión pública un “infierno al que siempre estará asociado el nombre de Auschwitz”, decía el presidente del tribunal, Hans Hofmeyer. 211 de los testigos eran supervivientes del campo de concentración y exterminio. “Se podría pensar que para Bauer se trataba de esclarecer la verdad histórica. O de una venganza y expiación de culpas. Pero era más constructivo. Bauer no impulsó el proceso para castigar a la antigua Alemania, sino porque la nueva Alemania lo necesitaba“, aclara Steinke.
La fiscalía quería enseñar a los alemanes a aceptar su responsabilidad. Ante la pregunta sobre la clave del proceso, continúa Steinke, Fritz Bauer aludía a “saber decir que no” cuando una orden atenta contra la humanidad. Incluso aunque proceda de la autoridad. Bauer siguió el ejemplo de los juicios de Núremberg, donde algunos acusados estaban en el banquillo, en representación de todo el régimen. También en el proceso de Auschwitz, los acusados representaban a toda la criminal estructura del campo de concentración, una práctica que se mantuvo después en procesos internacionales como el de Yugoslavia o Darfur.
Nadie sabía nada
En Fráncfort, 22 acusados estaban en la lista. Robert Mulka, ayudante del comandante del campo, era el principal imputado. Se le juzgaba por dirigir el campo. Junto a él, médicos, farmacéuticos y vigilantes. Al igual que los demás, Mulka mantenía silencio y lo negaba todo. Decía no saber nada del asesinato de millones de personas en las cámaras de gas. Hasta que tras casi 80 jornadas de juicio, el testigo Josef Glück presentó sus dudas la actitud del acusado: “Me gustaría aclararle que al segundo día de estar allí ya lo sabía todo. Pero no sólo yo. También un joven que entonces tenía 16 años“. Titubeando, Glück recuerda a ese joven en Auschwitz: „Me gritó: Tío… sé que moriré. Dile a mi madre que me acordé de ella hasta el último momento (…) este joven sabía lo que pasaba. Pero los señores no”. Aún así, ni siquiera testimonios como éste hicieron recapacitar a los acusados.
El Holocausto a la luz
El proceso tuvo mucha repercusión en la sociedad alemana. Por primera vez desde el final de la guerra se hablaba abiertamente de los crímenes del nacionalsocialismo. 2.000 personas acudieron a verlo. Sobre todo escolares y estudiantes que querían saber lo que había hecho la generación de sus padres y lo que nunca les habían contado.
“El Proceso de Auschwitz de Fráncfort demostró que la responsabilidad de los crímenes del nacionalsocialismo no se podía achacar solo a clase dirigente”, dice Monika Flores, “sino que también participaron activamente personas que seguían libres. Eso era lo impactante”. La curadora de la exposición “Ante los tribunales: Auschwitz/Majdanek”, del Museo Judío de Berlín, opina sobre el proceso: “El gran éxito fue impulsar la discusión. Pero la persecución de los delitos fracasó”.
La muerte no prescribe
Después de 20 meses de negociaciones, en agosto de 1965 se dictó sentencia en el caso Mulka. El principal acusado recibió únicamente 14 años de prisión. Solo a seis de los acusados se les pudo probar delitos de asesinato.
Según los cálculos, unas 7.000 personas afines a las SS prestaron servicio en Auschwitz. Hasta hoy, sólo 50 han respondido ante la Justicia. “Si se hubiese seguido la teoría jurídica de Bauer, según la cual todos los que colaboraron en un campo de concentración debían ser acusados de homicidio, se habría condenado a miles”, dice el jurista Steinke. Dicha interpretación no se usó hasta 2009, cuando John Demjanjuk fue condenado por haber sido vigilante en el campo de exterminio de Sobibór.
Hoy, casi 70 años después del final de la II Guerra Mundial, todavía se investiga contra criminales nazis. Incluso contra algunos de los vigilantes de Auschwitz. Pero los juicios son complicados. Los acusados son ancianos y la mayoría de los testigos han muerto. “Hoy ya es muy tarde”, cree Monika Flores: “Pero aun así, es importante. El asesinato nunca prescribe”.