Noviembre 26, 2024

La biblia y el calefón*

¿Es sano para Chile que una candidata presidencial prometa gobernar con la biblia? No, por el contrario, resulta dañino y peligroso.

Argumento suscribiendo a lo planteado por Nietzsche en su monumental obra “La genealogía de la moral”. La biblia es un libro hecho desde el resentimiento, desde la venganza de sacerdotes y profetas envidiosos con el espíritu noble y vigoroso del hombre “bueno” que habitaba la antigua Grecia y Roma. Los sacerdotes del resentimiento escriben este libro para transvalorar el concepto de bueno y malo. La biblia es el poder constituyente de la cobardía, un texto en el que los pusilánimes son ascendidos a la categoría de “buenos”, mientras los nobles y atléticos guerreros, a la de “malvados”. La biblia premia al humillado, al manso y sanciona al que actúa desde la grandeza del héroe dueño de si mismo .

 

Lo anterior lo puede constatar personalmente. Nací en una familia Adventista, religión fundada en USA durante el siglo XIX a partir de los anuncios del autollamado profeta William Miller, quien anunciaba, con fecha exacta, una segunda venida de cristo desde los cielos. Nunca llegó Jesucristo desde los cielos a establecer el “gran juicio” pero las fallidas predicciones de Miller sirvieron como piedra fundacional de la religión Adventista.

 

Para los Adventistas la biblia es la única fuente de sus creencias. Lo escrito en ese libro es ley y es particularmente interpretada por sus pastores y fieles. Los adventistas guardan el sábado. Recuerdo cuando mi tío pastor me sorprendió un sábado en el video juego del barrio. Nunca olvidaré ese enojo en sus ojos, el reto fue nivel dios. Los adventistas no comen mariscos ni cerdo, pues el Levítico ordena abstenerse de ingerir “animales inmundos”. Tuve una infancia sin completos ni chuletas y desconociendo el exquisito sabor de mariscos.

Pero lo que más me perturbaba de esa religión, era su veneración al miedo. Todo lo hacían desde el “temor a dios”. Sus vidas se ordenaban y consolaban desde la sumisión a ese “padre omnipresente”.

A mi abuela adventista se le aparecían familiares muertos durante la noche. Despertaba gritando, pues sentía que su fallecida madre se metía a su cama. Los adventistas creen en los muertos vivos. Mi tío pastor guardaba víveres para resistir los momentos previos a la segunda venida de cristo en que íbamos a ser brutalmente perseguidos por el marxismo ateo. Los adventistas esperan a una especie de corte suprema venida desde el cielo para enjuiciar a “buenos” y “malos”.

El punto máximo de la locura adventista me tocó vivirlo una noche de viernes, previo a la celebración del sagrado sábado. Entonces un pastor venido desde lejos entraba con mis tíos a mi pieza de juguetes para hablar conmigo. El tipo me tomó la cabeza y comenzó a orar, pidiendo a dios que alejara al espíritu maligno que estaba habitando en mi interior. Yo me sentí importante y hasta tuve ganas de sacar un gutural grito para aumentar la tensión del momento. Incluso llegué a creer que ese espíritu existía y cuando jugaba a la pelota, y había una pelea, le pedía que saliera a ayudarme. El espíritu nunca salió y entonces comenzó mi decepción.

Y es que más allá de lo pintoresco y jocoso que lo anterior pueda sonar para ustedes, hay un drama no menor. Mi familia llegó a la religión por la convicción de la mala educación y de una pesada vida de dolor. Aquel tío que me juraba poseído por satàn, se hizo devoto después de una severa desiluciòn amorosa. El pastor que intentaba exorcizarme y que era un fanático pinochetista, solo hablaba de corrido cuando se refería a la biblia. De hecho cada vez que hablaba de la biblia y citaba sus versículos, el tipo pronunciaba un extraño “portuñol” que tapaba su escasez retórica. Mi abuela que veía gente muerta, no tenía octavo básico y había sido abandonada con sus 7 hijos por su brutal marido.

La biblia es un libro nefasto. Un texto que promete desquiciados momentos y que funciona como camisa de fuerza social. Como herramienta cultural de un selecto pueblo, usada para subyugar al resto del mundo y hacerle girar a su ritmo. La biblia es la venganza de los débiles, de los cobardes, de esos que esconden entre llaves a su libertario animal interior. Puede sonar arrogante y totalitario esto que escribo y hasta me puede dejar en dificultosa posición con las mayorías creyentes, pero ya la ciencia se ha encargado de confirmar nuestro origen desde el caos de la gran explosión, no me parece sano continuar con eufemismos.

Por eso es que resulta preocupante, que en pleno siglo XXI, una candidata de derecha, más allá de su populismo por pretender los votos evangélicos, diga que quiere gobernar desde la biblia. En momentos en que Chile comienza a cambiar culturalmente, se intenta poner al llamado “libro sagrado”, como tapón para las demandas de educación gratuita y laica, matrimonio igualitario, aborto, despenalizaciòn de drogas y nueva constituciòn.

Y es que Evelyn Matthei, al igual que los antiguos sacerdotes del resentimiento, está desesperada intentando detener el cambio cultural y de valores que se avecina. Pero el cambio es inminente. Lento pero seguro se avecina: La muerte del cobarde y manso hombre…. la llegada de ese vencedor de dios y de la nada.

 

 

*“Igual que en la vidriera

irrespetuosa de los cambalaches

se ha mezclado la vida,

y herida por un sable sin remache

ves llorar la biblia junto a un calefòn” Cambalache, tango argentino.

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *