Nueva York.- Barack Obama enfrenta un jaque político que podría descarrilar sus últimos tres años en la Casa Blanca, y no por una gran maniobra de sus opositores, sino por un autogol ante la desastrosa implementación de la reforma de salud, pieza central de su presidencia.
Cuando se estrenó el sitio de Internet federal para implementar la reforma de salud, el primero de octubre, y no funcionó, el resultado fue un regalo para los republicanos que han apostado todo por frenar y desmantelar la reforma, y con ello, derrotar al presidente.
La reforma tiene el propósito de dar seguros de salud a gran parte de los 40 millones de estadunidenses que carecen de cobertura, otorgando subsidios para aquellos que no tienen suficientes recursos, establecer límites sobre costos que se pagan por atención médica y fijar requisitos mínimos de beneficios. El mecanismo principal es un mercado administrado por el gobierno en el cual las aseguradoras compiten para ofrecer pólizas a través de un portal de Internet.
Con el desastroso inicio de la implementación de la ley –bautizada como Obamacare– por enormes problemas técnicos en la operación del sitio de Internet Healthcare.gov, que impedían que la gran mayoría de los usuarios se registraran para obtener pólizas de seguro de salud, los republicanos fueron rescatados, y ahora son el presidente y sus aliados quienes están a la defensiva.
Según cifras oficiales, poco más de 106 mil personas seleccionaron pólizas de seguro bajo el Obamacare, y de ellos menos de 27 mil lo hicieron en el portal federal (también hay otros portales manejados por los gobiernos estatales en el muy complejo sistema) en el primer mes de la reforma, cifra muy por debajo de los 500 mil que se pronosticaban. Se esperaba que 7 millones en total contratarían seguros de salud en estos intercambios antes de fin de año, algo que ahora pocos creen que será posible.
Después de fracasar en sus intentos por sabotear y hasta revocar la reforma de salud, incluso provocando la clausura parcial del gobierno en septiembre, los republicanos parecían derrotados y a punto de pagar un alto costo político por su juego. De un día para otro, todo cambió.
El daño político para el presidente y el Partido Demócrata es severo; el liderazgo republicano no oculta su gozo y abiertamente declara que mantendrá el desastre en el centro de su estrategia electoral de aquí en adelante.
En un principio, Obama afirmó que no había sido informado por su gente de la severidad de los problemas y su equipo afirmó que estas cosas suelen suceder al impulsar cualquier nuevo programa de estas dimensiones. Después, la Casa Blanca anunció que se contrató un nuevo equipo encargado de reparar el sistema, aunque tuvo que reconocer que los problemas son aún más graves de lo divulgado.
Las cosas empeoraron aún más cuando pólizas de seguro de salud contratadas por individuos fueron canceladas por aseguradoras porque no cumplían con los requisitos mínimos establecidos por la nueva ley de salud. Obama había prometido que con su reforma nadie perdería el seguro de salud comprado anteriormente si prefería ese a las otras opciones. Los republicanos resaltaron que Obama había mentido.
Finalmente, la semana pasada Obama aceptó su responsabilidad y se disculpó ante la opinión pública. Reconoció, en una conferencia de prensa la semana pasada, que necesita ganar de nuevo la confianza del pueblo estadunidense al identificar y reparar los problemas, y prometió redoblar sus esfuerzos para lograrlo.
Pero las encuestas recientes registran el daño político: el índice de aprobación de la gestión del presidente se desplomó hasta igualar el nivel más bajo de su presidencia, 46 por ciento, pero el 55 por ciento que lo desaprueba es el índice más alto de esta presidencia, según la encuesta más reciente del Washington Post/ABC News. Y aún peor, por primera vez la mayoría –52 por ciento– tiene una percepción desfavorable de Obama como individuo, y 50 por ciento considera que no es honesto y confiable.
A la vez, se ha esfumado toda la ventaja lograda por los demócratas contra los republicanos durante la clausura parcial del gobierno ante las elecciones legislativas de 2014, según otras encuestas.
Eso explica en parte por qué algunos políticos demócratas han decidido marcar su distancia del presidente en torno a este asunto, sumándose a las críticas por la manera en que se implementó. Hasta el ex presidente Bill Clinton, a quien hoy Obama entregó la Medalla de la Libertad, lo criticó públicamente hace unos días por no resolver el problema de la promesa de mantener las pólizas de los asegurados.
Algunos políticos y comentaristas conservadores han gozado al declarar que esto es “el Katrina de Obama”, en referencia a la inepta respuesta del gobierno de George W. Bush al huracán Katrina que devastó Nueva Orleáns, y con ello causó un severo daño político a ese presidente. Reafirman que esto comprueba que los gobiernos siempre son incompetentes e ineficaces y que las soluciones a problemas como la salud, entre otros, deben realizarse vía el libre mercado.
Otros denuncian que la comparación con Katrina es obscena, ya que no han muerto cientos de personas ni cientos de miles han sido desplazados por el mal funcionamiento de un sitio de Internet. De hecho, por el momento defensores argumentan que lo único que ha sucedido, en los hechos, no es nada más grave que una demora técnica en la implementación de la reforma.
A la vez, algunos progresistas critican que si la reforma fuera más extensa al otorgar un sistema de cobertura universal como el que se goza en otros países avanzados, en lugar de uno que depende de las aseguradoras privadas, nada de esto habría sucedido.
Mientras tanto, Estados Unidos sigue siendo uno de los países avanzados más atrasados en otorgar servicios de salud a su población, gastando más en salud que casi todos los demás, a cambio de padecer los costos más altos y el peor acceso a servicios médicos. Un 37 por ciento de adultos estadunidenses no reciben trato médico recomendado o consultan a un doctor cuando están enfermos o lograron comprar medicamentos recetados, y casi una cuarta parte no pueden pagar sus cuentas médicas, según un nuevo informe del Commonwealth Fund.
Ante ello, el New York Times, entre otros, opinó en un editorial que la ley de reforma, aun con sus imperfecciones, es necesaria para ayudar a mejorar el disfuncional sistema de salud estadunidense y elevarlo a niveles alcanzados en otras naciones avanzadas