La OCDE (Organización para la Cooperación Europea) ha declarado recientemente que la economía chilena es dinámica, sólida y estable y que es un ejemplo para todos los países en desarrollo. Esta misma opinión la repite con sistemática regularidad, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, la Organización de Estados Americanos y Agencias especializadas de Naciones Unidas.
No obstante ésta generalizada opinión internacional, ocho de los nueve candidatos a la presidencia de la república, han declarado que si son electos, terminarán con el modelo de desarrollo neoliberal y adoptarán un nuevo modelo. Sólo la derecha ha defendido el actual modelo, señalando que este es un éxito para Chile y que es necesario defenderlo y fortalecerlo. La derecha chilena no tiene posibilidades de ganar, ya que todas las encuestas hechas hasta este momento, indican que la centro-izquierda ganará las próximas elecciones presidenciales.
¿Cómo se explica que la comunidad internacional aplaude el proceso de desarrollo económico de Chile, pero la enorme mayoría de los chilenos rechaza dicho modelo?
La respuesta a esta paradoja puede encontrarse en la historia del desarrollo chileno que ocurrió en los primeros 110 años de su vida independiente. Los eventos y sucesos que ocurrieron durante la infancia y la juventud de la nación chilena, marcaron a fuego su carácter nacional en su vida adulta actual. Es precisamente este carácter nacional una de las variables más importantes que explican el nivel de desarrollo de Chile a comienzos del siglo XXI.
Es preciso hacer una clarificación del concepto de desarrollo integral. El desarrollo integral es aquel largo proceso histórico que consigue que la mayoría de los ciudadanos que conforman un país, (al menos el 51% de la población) logren obtener un nivel de vida decente. Algo parecido al estándar de vida que tienen hoy las clases medias de Suiza, Japón, países escandinavos, Europa occidental, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos. En las últimas dos décadas se ha agregado a este selecto grupo Singapur, Corea del Sur y Taiwán. En este sentido, la definición de desarrollo integral es similar a la que usa Naciones Unidas cuando discute el tema del desarrollo humano. La mayoría de la población no sólo tiene un buen y seguro ingreso económico, sino que además posee buena educación, buena salud, buena vivienda, buena previsión social, buen transporte y en general buena calidad de vida. De esta manera el desarrollo integral incluye también importantes factores positivos en los aspectos social y cultural. El individuo desarrollado integralmente, no sólo tiene un buen ingreso, sino que también disfruta del cine, teatro, conciertos, y otros actos culturales, practica deportes y goza de suficientes días de vacaciones al año.
En el Chile de hoy, desafortunadamente sólo un 20% de la población tiene el estándar de vida de clase media de los países desarrollados. El restante 80%, es decir, la inmensa mayoría, tiene un estándar de vida definitivamente deficiente. Los servicios de salud, educación, previsión social, vivienda, transporte, seguridad pública y una enorme cantidad de servicios que entrega el sector privado chileno tales como agua, gas, electricidad, alcantarillado, servicios bancarios, servicios financieros, seguros, son todos deficientes, abusivos y humillantes para este sector social. (Este sector lo conforman el 80% de los chilenos que no pagan impuestos a la renta, se atienden en FONASA y usa el transporte público).
El sector privado chileno practica un capitalismo primitivo y salvaje. Solo le interesa el lucro y se preocupa de la calidad de sus bienes y servicios sólo cuando se enfrenta a clientes que tienen suficiente poder económico para demandarlos judicialmente. La cascada de desfalcos, estafas y otros crímenes de cuello y corbata, se realizan con extraordinaria frecuencia. Ellos son “castigados” con la ridícula obligación de tomar algunas clases de ética (en China estos crímenes son castigados con la pena de muerte para los culpables). El ciudadano chileno que tiene un ingreso per cápita anual de 3,350 dólares anuales o menos, tiene un estándar de vida deficiente, y ellos conforman el 80% de la población nacional. Este es el tipo de ciudadanos que con toda seguridad dará su voto a alguno de los candidatos que desean cambiar el modelo neoliberal imperante. Esto por la simple razón de que el modelo enriquece a los ricos y castiga severamente a los pobres.
El crecimiento económico que experimenta un país, es sólo un indicador del desarrollo humano. Por lo general un proceso de rápido desarrollo económico y movilización social, en vez de producir satisfacción social produce profunda insatisfacción, descontento y anomia. Esto pues el rápido crecimiento económico (si no es regulado) produce enormes desigualdades e injusticias sociales. Los ciudadanos educados y preparados profesional y técnicamente, son los únicos que aprovechan los beneficios de este crecimiento y modernización. Ellos aumentan sus ingresos económicos en forma exponencial. No obstante las masas sin calificación profesional y técnica ven crecer su ingreso muy poco. Es más, hay una fuerte tendencia al estancamiento y a su disminución relativa.
Cuando las grandes mayorías no tienen la educación de calidad suficiente, ella se transforma en mano de obra barata que sufre todo el costo y peso del proceso de desarrollo. Estas masas conforman lo que se ha denominado el nuevo proletariado. No tienen suficientes conocimientos y capacidades para usufructuar de los avances que produce el proceso de desarrollo económico; pero si tienen suficientes conocimientos y educación para darse cuenta a cabalidad que el sistema económico imperante los maltrata y explota. Este despertar político o también llamado destrucción de lo que se conoce como la “falsa conciencia” (el esclavo o el siervo defiende con fuerza los intereses de su amo o patrón). Este despertar político o sea, descubrir quien recibe que, como y cuando, (y llegar a la triste conclusión que se está en el grupo de los explotados) siempre produce frustración y anomia. La anomia lleva a veces a la violencia colectiva, el desorden, el crimen y eventualmente a la rebelión.
Es por todo esto que los países desarrollados integralmente gracias a un sistema impositivo justo, tienen suficiente justicia distributiva y es por ello que son pacíficos, estables y prósperos. Un ejemplo de esta situación es el hecho que a pesar de las dos últimas grandes crisis económicas que se desataron en el planeta (1998 crisis asiática y luego 2007 crisis de occidente); ninguno de los países ricos sufrió revoluciones. Muy por el contrario, en los países en desarrollo de Asia, África y América Latina en los últimos 15 años se ha producido una cadena interminable de revueltas y golpes de Estado. Los ejemplos más destacados de este fenómeno se dan en los países del norte de África y en Medio Oriente. En América Latina estas dos crisis mundiales, han producido abruptos cambios del modelo neoliberal al modelo de intervención estatal. Este cambio se produjo en Nicaragua, varias islas Estados del Caribe, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay y Argentina. Además se han producido dos golpes de Estado reaccionarios, uno en Honduras y otro en Paraguay.
En conclusión, el alcanzar el nivel de país desarrollado integralmente, produce paz y estabilidad social; pero el proceso de pasar de una sociedad subdesarrollada económicamente a una sociedad en rápido proceso de desarrollo económico, produce un alto grado de incertidumbre, violencia e inestabilidad social y política. A veces por décadas y a veces por siglos. Esta turbulencia es parecida a la metáfora de un nadador que está plácidamente flotando en un remanso y de repente suavemente la corriente lo lleva a una turbulenta cascada.
Es debido a este desajuste entre desarrollo económico y desarrollo político (el proceso de crecimiento económico, comienza antes de alcanzar un nivel apropiado de desarrollo político), que la inmensa mayoría de los países en rápido proceso de desarrollo caen en la trampa de la llamada “trampa de los países de desarrollo intermedio” El país crece económicamente en forma rápida, pero no logra alcanzar el desarrollo integral.
La ciencia política ha estudiado este fenómeno con bastante profundidad. Se ha llegado a la conclusión que sólo los países que en su infancia y adolescencia civilizacional, lograron crear un alto grado de desarrollo político, han podido salir de la trampa del desarrollo intermedio. En otras palabras, el desarrollo político, siempre debe producirse primero que el desarrollo económico. En el hecho, una de las variables importantísimas que produce el desarrollo económico balanceado es el llamado buena gobernabilidad o desarrollo político. En este sentido el desarrollo político, es una variable fundamental para alcanzar el desarrollo socioeconómico. El desarrollo político se ha definido también como una feliz situación de buena gobernabilidad que se extiende por varios años antes de producirse el comienzo del desarrollo económico acelerado. En otras palabras, la elite que dirige y controla el estado en proceso de desarrollo, ha logrado con éxito, organizarse en forma eficaz y competente y este superior nivel de organización política, le permite garantizar y guiar al resto de la sociedad en su largo proceso de crecimiento económico, social y cultural.
Dicho de otra manera, la elite gobernante efectivamente gobierna. Sus órdenes son cumplidas en forma eficaz y productiva por todas las instituciones el Estado y naturalmente por el resto de la sociedad. Las instituciones del Estado funcionan, es decir, son eficientes y eficaces. La literatura politológica indica que en las primeras seis décadas del siglo XX, sólo un puñado de países emergentes había alcanzado este nivel de desarrollo político temprano. Entre estos países se mencionan a México, Turquía, India, Rusia, China, Vietnam y Cuba.
En todos estos países desarrollados exitosamente desde el punto de vista político, la clave de este desarrollo radica en la existencia de un poderoso partido político que se transforma en el brazo ejecutor de la elite gobernante. Este partido a su vez, dirige y controla a todas las instituciones que conforman el Estado. Este partido político con virtud, astucia y valor es capaz de dirigir con mano firme, el proceso de desarrollo. Las distorsiones que produce el proceso de desarrollo económico, particularmente la extrema desigualdad social, son eficazmente controladas. Las demandas (inputs) son debidamente canalizadas por las instituciones del Estado. Ellas son transformadas por el sistema político en decisiones, órdenes, planes, proyectos y políticas públicas. Estas políticas son adecuadamente implementadas por la burocracia estatal y se transforman en bienes y servicios públicos (outputs) que adecuadamente satisfacen las demandas de la ciudadanía. La ciudadanía satisfecha, entrega su apoyo al sistema político (inputs); de esta forma, con gusto el pueblo obedece la ley, hace el servicio militar, paga puntualmente sus impuestos y desarrolla un alto grado de empatía y asociatividad con sus semejantes. El sistema político al elaborar con éxito los productos demandados (outputs) crea un círculo virtuoso que fortalece enormemente el sistema político y hace crecer el espíritu de comunidad. Es este espíritu de comunidad compartida lo que facilita enormemente la mantención del orden público aún cuando la larga marcha hacia el progreso se haga extremadamente dificultosa y complicada.
De esta forma la férrea organización y disciplina partidaria es una condición suficiente y necesaria para el desarrollo. Son estas enormes dificultades y problemas que enfrentan todas las sociedades en rápido proceso de modernización (urbanización e industrialización acelerada, información masiva, contaminación del medio ambiente y destrucción de la armonía tradicional) las que demandan una dirección potente e inteligente de toda la sociedad. En otras palabras, el país en proceso de desarrollo es como un barco atrapado en una furiosa tempestad. Para salir de ella se requiere de la dirección firme de un sólo capitán. La pluralidad de mandos es aquí fatal. Es esta realidad la que ha determinado que gran parte de la literatura politológica contemporánea señale (siguiendo a Maquiavelo) que el proceso requiere unidad de mando. Ella se consigue cuando el líder dirige un partido único que gracias a su buena organización y disciplina, es capaz de penetrar con éxito en todos los rincones de la sociedad. Este partido único es el instrumento esencial que le permite al líder fundacional cruzar el mar tormentoso plagado de peligros y dificultades existenciales. Todas estas ideas han sido magistralmente expuestas y analizadas por Samuel P. Huntington en su famoso libro, escrito en 1968, y titulado “Orden Político en Sociedades en Transición”.
En las primeras décadas de su vida independiente (es decir en su infancia como país), Chile tuvo la suerte de tener un brillante príncipe redentor, que fue capaz de crear un sistema de gobierno que le permitió empezar a desarrollar al país. En el hecho, la nueva república creada por el primer ministro Diego Portales a partir de 1829, le permitió a Chile crecer aceleradamente. Las principales ideas fundacionales fueron consagradas y legalizadas en la constitución de 1833. A pesar de la muerte de Portales en 1837 (en manos de asesinos liberales), Chile siguió progresando en las siguientes tres décadas. Desgraciadamente para los destinos del país, la corrupta elite chilena decidió liquidar la república portaliana en 1891 y este fundamental cambio produjo un agudo proceso de subdesarrollo político. Chile adoptó el modelo liberal manchesteriano y este modelo casi destruye al país, transformándolo en una vulgar colonia económica del imperio británico. Este modelo de liberalismo extremo y apátrida, hizo crisis en 1920. A partir de 1920, los chilenos cambiaron nuevamente el sistema político, esta vez nuevamente se adoptó un modelo estatista e intervencionista. Desgraciadamente la corrupción del carácter nacional chileno estaba demasiado avanzada y los cambios de poco sirvieron. La historia de estos 110 años (1830 – 1940) de desarrollo frustrado, marcó a Chile de forma muy profunda y persistente. El país adoptó la costumbre de cambiar radicalmente el sistema político cuando las cosas no funcionaban como se esperaba. Es así como en 1810, la sociedad chilena decidió independizarse de España siguiendo el modelo liberal de la revolución francesa. Cuando las cosas no se desarrollaron como se esperaba, los chilenos decidieron cambiar hacia un modelo conservador estatista e intervencionista (la república portaliana). En los años 60 del siglo XIX comenzó la decadencia del carácter nacional chileno. La elite perdió el auto control que le daba la religión católica y dejó de practicar los valores incluidos en la ética que conforma el principio cristiano de “nobleza obliga”. Como consecuencia de esta decadencia valórica, los chilenos destruyeron la república portaliana y adoptaron el liberalismo manchesteriano extremo. Esta ideología se apoderó de Chile entre 1891 y 1920. Cuando este modelo fracasó, la ciudadanía decidió nuevamente cambiar y creó un nuevo modelo estatista intervencionista, el cual se perfeccionó radicalmente en 1939. En esa fecha una coalición de centro izquierda, conformada por el partido radical, el partido socialista y el partido comunista, tomó el poder. No obstante debido a la corrupción del carácter nacional, este modelo también fracasó y fue brutalmente aplastado en 1973. En esa fatídica fecha se volvió al liberalismo, esta vez en su versión neoliberal. La corrupción del carácter nacional no fue corregida durante los años de la dictadura ni tampoco en los años de la concertación. Hoy día, una vez más los chilenos pretenden cambiar su modelo de desarrollo económico. Ocho de los nueve candidatos a la presidencia de la república tienen en sus programas de gobierno, la idea de abandonar el modelo neoliberal y adoptar alguna de las variantes del modelo estatista e intervencionista.
Con el carácter o identidad nacional que el país tiene en la actualidad y con el hecho de que ninguno de los candidatos dirige un poderoso partido político capaz de imponer los cambios culturales que el país necesita; es posible predecir que el nuevo gobierno sólo será el inicio de otro periodo de decadencia y desarrollo frustrado.
En conclusión se puede argumentar que Chile nuevamente volverá a su política del péndulo, es decir, pasar de un modelo a otro que es totalmente opuesto al modelo anterior. Como ya se ha señalado anteriormente, la primera república liberal se extendió de 1810 a 1829, ella fue reemplazada por la primera república estatista, que duró de 1830 a 1891. La segunda república liberal se inició en 1891 y duró hasta 1920 cuando fue reemplazada por una revolución electoral que eligió a Alessandri Palma. Esta segunda república intervencionista se extendió hasta 1973. El golpe militar impuso a sangre y fuego -literalmente- la tercera república liberal. Es ésta república liberal la que hoy día se pretende reemplazar por una tercera república intervencionista. Naturalmente que como el desarrollo político no existe, esta nueva república probablemente será un fracaso parecido a los anteriores. En Chile la historia tiene una poderosa tendencia a repetirse. El país tiene grandes dificultades para aprender de sus errores y fracasos y por lo tanto ellos se repiten con una alta frecuencia. Hoy día una vez más el país pretende lograr el verdadero desarrollo socioeconómico y cultural, pero su sistema político no solo está subdesarrollado, sino que con graves problemas de corrupción. Los partidos políticos existentes, tanto de derecha como de izquierda, son sólo cúpulas electorales elitistas, incapaces de organizar, movilizar y conducir a las grandes mayorías. Muy por el contrario, la clase política está tan desprestigiada como la clase empresarial. Los numerosos candidatos a la presidencia ofrecen variadas soluciones a los problemas nacionales, pero ninguno de ellos cuenta con un poderoso partido bien organizado, con alta disciplina capaz de movilizar, dirigir, coordinar y controlar el gigantesco proceso de desarrollo político que el país necesita para así eventualmente alcanzar el verdadero desarrollo económico, social y cultural.
Chile está conformado en su inmensa mayoría por ciudadanos pasivos, o también llamados “familistas amorales” A este tipo de ciudadanos lo único que les interesa de verdad son su propia familia y un puñado de amigos. El resto de la sociedad es tratado con sospecha y egoísmo. Es así como el nivel de asociatividad es mínimo. En otras palabras la capacidad para formar colectivos eficientes y eficaces es prácticamente inexistente. La inmensa mayoría se preocupa de sus intereses particulares y el bien común es regularmente ignorado. Con este tipo de ciudadanos pasivos, hay pocas posibilidades de salir con éxito de la enorme crisis que se avecina. En este sentido Chile en la actualidad pareciera tener un nivel de corrupción social similar al que tenía Italia en tiempos de Maquiavelo. Este Famoso politólogo florentino escribió su famoso libro “El Príncipe” para tratar de convencer a Lorenzo de Médicis que se transformara en el príncipe redentor y salvara a Italia de la horrenda crisis existencial en que este país se encontraba. Naturalmente esto no ocurrió y la unificación italiana solo se consiguió siglos después.
En el Chile de hoy, la ausencia de un príncipe redentor lamentablemente también es una realidad. La elección que se avecina parece ser sólo un peldaño más en la escala descendiente a la decadencia política. En unos pocos años más, cuando el grafeno o cobre sintético, le dé un golpe de gracia a la economía chilena, es probable que las condiciones estén entonces dadas para que desde las cenizas nazca como el ave Fénix, un príncipe redentor que quiera sacrificarse para salvar al país.
Chile se prepara para nuevas elecciones presidenciales a fines del año 2013. Probablemente sea electo un líder progresista. Al parecer, todos los candidatos de centro izquierda se han dado cuenta que el modelo de desarrollo económico neoliberal está agotado. Los grandes temas de la campaña electoral de la centro izquierda, se han concentrado en un mayor intervencionismo estatal, particularmente en servicios básicos tales como la salud, la educación y la previsión social. El financiamiento para todos estos programas se pretende hacer a costa de mayores impuestos para los ricos y mayores impuestos para las empresas multinacionales explotando la enorme riqueza minera que el país tiene.
Se podría argumentar que un programa de reformas parecido se ofreció al país en 1920 y esto se hizo por el candidato a la presidencia, Arturo Alessandri Palma. Este programa se ofrecía en respuesta al fracaso socioeconómico del liberalismo extremo que se impuso al país después de la derrota del presidente Balmaceda en la revolución de 1891. En 1920 se argumentaba que el sector privado chileno era corrupto e ineficiente y por lo tanto los bienes y servicios que este producía, sólo satisfacía las necesidades de una muy pequeña minoría de plutócratas a la cual se la denominaba “la canalla dorada”. Se proponía que el Estado se hiciera cargo de dirigir el desarrollo económico nacional mediante la creación de un sistema de empresas estatales y servicios púbicos. El modelo exportador de materias primas había colapsado después de la primera guerra mundial cuando el precio del salitre se vino al suelo debido a la producción masiva de salitre sintético. Se señalaba que la única esperanza de sacar a Chile de su profunda depresión económica era mediante una nuevo modelo intervencionista que implementara un acelerado proceso de industrialización que pudiera sustituir las importaciones que no se podían comprar debido a la falta de divisas.
Arturo Alessandri Palma, fue electo en 1920. La derecha chilena en pánico y desesperación se organizó férreamente. Ella acumuló suficiente poder político y militar para chantajear con éxito al nuevo presidente. Así este fue obligado a romper con las fuerzas de izquierda que ayudaron poderosamente a su elección. Sin apoyo popular adecuado, Alessandri no pudo gobernar y fue finalmente depuesto por un golpe militar derechista, en 1924.
Casi una década después, Alessandri Palma fue electo una vez más presidente de Chile. Esta vez con el apoyo de los partidos de derecha y de los partidos de clase media. El líder popular de 1920, se transformó en el líder reaccionario de los años 30. Al poco tiempo de su elección, Alessandri, una vez más, presionado por sus nuevos aliados de derecha, decidió darle la espalda a los partidos de clase media que habían contribuido poderosamente a su triunfo electoral. Alessandri se transformó en un dictador legal, persiguió ferozmente a sus enemigos y gobernó el país con mano de hierro hasta casi el final de la década.
El caso del presidente Alessandri Palma ilustra el enorme poder de coaptación que la derecha chilena ha tenido sobre los presidentes electos con una plataforma progresista. Estos presidentes progresistas no han contado con un poderoso, masivo y muy bien organizado partido político. En otras palabras, no han contado con una estructura partidaria férreamente disciplinada y eficaz. Es así como estos líderes progresistas no han podido efectivamente neutralizar, tanto a los enemigos internos como externos del proceso de desarrollo. Estos presidentes invariablemente terminan derrotados y no pudieron cumplir con sus planes originales. Este fue también el caso del presidente Allende y de los cuatro presidentes que la concertación de partidos por la democracia ha tenido hasta ahora.
A comienzos del próximo año, un presidente reformista se hará cargo del país. Con todos los antecedentes históricos discutidos en las páginas anteriores, es posible predecir tentativamente que este líder político no podrá cumplir con las promesas importantes hechas al electorado en su campaña del año 2013. Este líder sólo cuenta con el apoyo de partidos políticos débiles y que sólo sirven para ganar elecciones. Los partidos que lo apoyan en su actual campaña están a años luz de poder dirigir, coordinar y controlar los procesos de desarrollo político que el país necesita. En otras palabras el candidato vencedor no contará con el vehículo adecuado que le permita alcanzar las ambiciosas metas que ha propuesto al país.
En ciencia política hay muy pocas leyes, pero hay una que si puede acercarse al nivel predictivo de las ciencias exactas. Esta ley fue elaborada por Maquiavelo hace ya más de cinco siglos. Ella señala que “profeta desarmado siempre será derrotado”. Este ha sido el destino de todos los incautos políticos progresistas chilenos que imprudentemente se han lanzado a una difícil batalla de cambio social y económico fundamental sin contar con las suficientes masas de civiles férreamente disciplinados y organizados. Todos ellos han perdido la batalla pues las fuerzas de la reacción se han logrado organizar mejor y han contado con el crucial apoyo de potencias extranjeras y sobre todo con el apoyo de las fuerzas armadas nacionales.
F. Duque Ph.D.
Cientista Político
Puerto Montt, Noviembre de 2013