A tres años de la gigantesca movilización que remeció Chile, las organizaciones estudiantiles se encuentran en una encrucijada. Si bien el consenso general es que el movimiento estudiantil no tiene candidatos, algunos sectores insisten en amarrar las plataformas históricas de lucha con diversas apuestas electorales. La lógica que aquí subyace es que el cauce natural de nuestros petitorios y propuestas debieran ser disputadas dentro de la institucionalidad, por cierto la misma que ya nos dio, reiteradamente, la espalda. La ilusión electoral, a la que sucumben algunos sectores de la izquierda, se apoya en un análisis que a nuestro parecer, se aleja de la realidad que se vive actualmente.
En Chile, el consenso de los sectores hegemónicos establece ciertos acuerdos claves: no alterar la economía y sostener un modelo –heredado de la dictadura. cuyas reglas permiten el enriquecimiento ilimitado de una minoría. Especialmente, aquellas vinculadas a las trasnacionales y sus agentes internos como los grupos Matte, Angelini o Paulmann.
Este sector sigue estando representado en gran medida por la Alianza y la “Concertación” o la llamada “Nueva Mayoría”.
Hoy, la Alianza es incapaz de entregar una propuesta para enfrentarse a ese nuevo elemento “desestabilizante” que son los movimientos sociales y que expresan, en mayor o menor medida, la crisis de la hegemonía del bloque en el poder. Asimismo, los resultados de la Derecha en las encuestas demuestran su talón de Aquiles con el factor “Parisi”. La “Concertación ampliada”, por su parte, aún con nuevo apodo y la inclusión del Partido Comunista parece ofrecer la opción más rentable de estabilización. Cómo interpretar de otra manera el apoyo explícito de magnates de la talla del Grupo Luksic. ¿Cómo pensar entonces en la profundidad de las Reformas anunciadas?
Los estudiantes alguna vez planteamos que la educación gratuita implicaba un cambio estructural a un sistema económico que determina la distribución de riquezas favoreciendo a quienes son “dueños” de la producción y no de quienes trabajan para producirla. ¿Entonces, que consistencia pueden tener los discursos que se apropian de nuestras consignas para aplacar a quienes han sido uno de los grandes protagonistas en este nuevo ciclo, sobre todo si no se toca un ápice de la estructura económica?
En coherencia con ello, se nos hace evidente que en Chile existen dos caminos muy diferentes: el primero, es el del sector hegemónico con Bachelet a la cabeza. El segundo, viene pujando con un sector que renació con fuerza durante la última década. Este sector, el de abajo, hace frente a la apuesta de la Concertación remozada y que se ve reflejada en ese 16% de la encuesta CEP que representa a aquellos que declaran no irán a votar este 17 de noviembre. Esta franja es la misma que al día siguiente de las elecciones tendrán que levantarse a trabajar y que son parte del estrato socioeconómico más bajo. La apatía como la llaman, no olvidemos, es un síntoma del desinterés hacia la política institucional. Es un rechazo hacia aquellos caminos –ya centenarios- con que la izquierda tradicional ha tratado de dar una salida a las desigualdades que las clases explotadas viven a diario. Sabemos además, que las elecciones son el mecanismo de legitimación y continuidad empleado por los sectores dominantes, y en consecuencia no es extraño que tan sólo un 17% -según los últimos informes anuales del Latinobarómetro – sienta interés por participar de ellas.
No es extraño por lo tanto, escuchar a diversos candidatos llamar insistentemente a votar, sobre todo cuando está claro quién será la próxima Presidenta. Lo que hoy también queda en evidencia es que ni la Alianza, ni la Nueva Mayoría, ni los candidatos independientes constituyen una alternativa para el grueso de la población. La apatía hacia la institucionalidad Chilena y a la participación política concebida bajo estos parámetros es un indicador de los caminos que debemos seguir. Nuestro sector al interior del movimiento estudiantil refleja contundentemente las necesidades actuales, proponiendo una democracia directa y una recuperación permanente de nuestros derechos, sin esperar la mediación Estatal o algún proceso electoral. De ello nace la apuesta de control comunitario, es decir, la incidencia real y efectiva de las comunidades de todo tipo en las decisiones claves sobre el devenir de nuestra sociedad, autónomas de la institucionalidad actual.
Pero detengámonos en este “sector” y su caracterización. Somos estudiantes secundarios y universitarios, junto a trabajadores del sector terciario y de sectores productivos claves, en conjunto con pobladores que se han movilizado durante estos últimos meses por diversos motivos, ya sea la recuperación de su medioambiente, la lucha en contra del cierre de escuelas y en resistencia a la expropiación de sus viviendas. Un bloque al interior del movimiento social que se define como revolucionario, es decir, que busca transformar de raíz el modelo económico, social, cultural que impera en la actualidad. Reemplazarlo por uno que se centre en la construcción de relaciones horizontales, en contra de la expropiación de nuestra fuerza de trabajo, y donde las decisiones fundamentales sobre nuestras vidas no sean tomadas por una minoría enriquecida ni por su aparato Estatal. Es por primera vez que dicho sector sale a la luz con propuestas en mano y con la intención de fortalecerse desde el ámbito social para convertirse en una alternativa político y social, que sea capaz a través de diferentes instrumentos ejercer los cambios requeridos. Lo hemos visto a través de diferentes esfuerzos de construcción, tanto al interior de universidades y colegios, como también a través de asambleas amplias, tal como lo es la iniciativa del “todos somos asamblea”, que sesionó en San Antonio con una amplia participación el pasado 1 y 2 de noviembre.
Uno de los acuerdos de nuestro sector es despedir este gobierno en las calles y recibir al otro con movilizaciones masivas, que nos doten de herramientas y experiencias de lucha para construir el proyecto alternativo del cual somos parte. Para ello las diversas organizaciones estudiantiles están en un proceso de definiciones, en donde existe evidentemente un quiebre ideológico, entre los sectores que concentran sus fuerzas en apuestas electorales y este bloque que fortalece sus capacidades de incidencia en la realidad desde los movimientos sociales. El desarrollo efectivo de nuestra apuesta depende del CONFECH ad portas a las elecciones presidenciales, que se realizará el 09 de noviembre en Santiago y que se desmarca ya de diversas vocerías que buscaron “casar” al movimiento estudiantil con sus candidaturas. Los dados están echados y los próximos días serán testimonio de nuestros esfuerzos. Queda claro que este bloque revolucionario estará presente, tanto en la disputa de centros de estudiantes, federaciones universitarias, como también en las calles., en las huelgas y en cada protesta. La antesala a estas elecciones estará marcada por tensiones al interior de la izquierda, la claridad de que ningún programa elaborado en estos últimos meses de campaña será la propuesta que definirá a nuestro sector, ni menos la unidad generada tras candidatos aquella que logrará trascender, si no que son los frutos de las discusiones dadas en el calor de las movilizaciones las que lograrán generar un nuevo proyecto revolucionario. Desde un rincón del olimpo, Bachelet y sus adeptos miran con inquietud un nuevo actor que promete convertirse en la molestia principal para los que pretenden gobernar en el Chile actual.