Es un lugar común decir que Chile es uno de los países más desiguales del mundo; pero no por eso es menos cierto. Lo que es menos neto son las tácticas que están implementando los grupos empresariales y el mundo político de la Alianza junto con la neoconcertación para salirle al paso a la lucha por la igualdad social.
Las arduas batallas por condiciones de vida materiales e igualitarias de existencia, por los cambios estructurales necesarios para obtener democracia con justicia social y contra la explotación del trabajo asalariado considerado como el mecanismo fundamental de la acumulación de la riqueza en un polo social ultra minoritario, van de la mano con la lucha por una educación pública, gratuita, científica, técnica y humanista.
Puede entonces causar extrañeza que sectores económicos y políticos dominantes estén echando mano al tema de la “educación” como la panacea para resolver estos problemas. Que son cada vez más motivo de malestar social y de luchas. Por supuesto que a los empresarios les conviene tener mano de obra calificada y que al mismo tiempo sea barata y flexible.
La educación y el pensamiento mágico empresarial
En un artículo donde trata del nuevo discurso empresarial del “capitalismo inclusivo” Karina Narbona, investigadora de la Fundación Sol, cita a Jorge Awad y a la candidata neoconcertacionista para explicitar lo anterior. El DC patrón de los banqueros, un incondicional de Bachelet, se expresa en estos términos acerca del “capitalismo inclusivo”: “ No dudo que el centro de su gobierno (de Bachelet) será la reforma educacional y las externalidades positivas que eso significa. De ahí nace la solución al tema de la desigualdad. Ahí estamos ante este capitalismo inclusivo: ¡No hay estadio más maravilloso para ir a ver un partido de modernidad y crecimiento que tener a puros estudiantes en las graderías!”.
Y los dichos de Michelle Bachelet del 27 de octubre que K. Narbona cita para apoyar su tesis son los siguientes: “[…] el cambio en la educación es el camino más seguro para transformarnos en un país moderno” y, los de antes, en la ENADE, cuando la candidata expresó que “los países deben poner a la educación en el centro de su estrategia de desarrollo”. La investigadora señala que de esta manera la candidata de la Nueva Mayoría hace “una operación de cierre discursivo del diagnóstico”.
Hasta aquí, decir generalidades acerca de la educación, como lo hacen Awad y Bachelet, no tiene nada de preocupante si es que éstas no sirven para omitir otras realidades de peso que son determinantes —porque son estructurales— en la lucha por la igualdad social.
Así pues, Karina Narbona, analista perspicaz, remata su análisis cuando escribe: “En los acentos y omisiones de esta explicación, que coincide con la lectura común que se escuchó en la ENADE 2013, se enuncian los límites de diagnóstico del Chile de hoy aceptables para los empresarios y los límites de lo modificable. Y en este discurso el poder económico habló con voz fuerte y clara: es en el problema de la educación donde se juega la desigualdad, la presente crisis educacional deja averiado nuestro preciado “ascensor social” y socava el carácter meritocrático de la economía de mercado (tesis afín a la idea de “capital humano”). El problema no está –dice este discurso– en el orden del trabajo.”
Por supuesto. La lucha por la igualdad y contra la desigualdad social generada por el capitalismo es una lucha que hay que dar en varios frentes y de manera simultánea. Y no todos están dispuestos a darla en frentes como la desigualdad socieconómica. Es decir, en la inequidad de acceso a bienes comunes y en la profunda diferencia de ingresos entre las clases y estratos sociales. Y cuando los sectores políticos que se dicen democráticos no están dispuesto a hacerlo, son los propios trabajadores los que deben asumir la tarea de conquistar mejores condiciones de vida, salariales y de trabajo. Parece tan obvio, pro es lo ue las direcciones sindicales no han hecho. Y la única manera es con organización sindical y unidad de clase adaptada a las circunstancias.
Valga la pregunta: ¿La educación por sí sola, sea pública o privada, basta para para reducir la profunda brecha socieconómica (de ingresos o salarios) que el neoliberalismo ha instalado y consolidado desde hace cuarenta años?
Las investigaciones mundiales en el campo de la educación no entregan pruebas que respondan que sí. Y como siempre en Chile se dice primero cualquier cosa y después se exigen las correcciones, a medida que la obstinada realidad muestra lo contrario. Es así como funcionan los “expertos” de las comisiones de pacotilla y la retórica de la “participación ciudadana” de las cuales Bachelet es adicta.
Al contrario, lo que los estudios serios muestran desde hace una década y sobre los cuales hay acuerdo entre los investigadores, resultado y fruto de trabajos nunca refutados, pero que los neoliberales y sus técnicos buscan ocultar, es el siguiente: en el mejor de los casos la educación cuenta en un 15% en lo que respecta a los resultados escolares y rendimiento de los alumnos; su entorno socioeconómico en alrededor de 60%. Estas conclusiones han sido sintetizadas por Dana Goldstein, periodista norteamericana especialista en cuestiones educativas y publicadas el 2011 en su libro sobre el tema (*).
A su manera, Mario Waissbluth dice lo mismo al poner el énfasis en el factor socioeconómico y cultural y no genético cuando escribe: ”La formación neuronal, tanto cognitiva como emocional, comienza al nacer y alcanza su máxima velocidad entre los 10 y 24 meses, para luego comenzar a decaer. Al llegar a los 36 meses de edad, un niño del quintil más pobre maneja un vocabulario de 500 palabras, un hijo de profesionales 1.300 …”
Pensar global y no mutilado o parcial
En otros términos, la escuela y el sistema educativo, cuando son eficaces, sólo logran impedir que la brecha social existente entre los nacidos en medios proletarios/populares y los nacidos en medios favorecidos y opulentos se agrande todavía más. A lo sumo, se atenúan las profundas diferencias con las que los niños comienzan sus primeros años de formación. Es decir, nada indica que una vez salidos de las escuelas —sean públicas o privadas— los alumnos se encuentren en un situación de igualdad de condiciones para acceder a estudios superiores o a diplomas técnicos que les permitan buenos empleos, bien remunerados.
También es evidente que un especialista como Waissbluth, él mismo un experto concertacionista de estilo socialdemócrata, no saque las conclusiones que se imponen. Se trata de distribuir la riqueza social acaparada por una minoría social vía un alza real de impuestos a los ingresos y a las utilidades de las empresas junto con aumentar los salarios de los trabajadores, además de financiar sistemas educativos, de salud y de pensiones sociales. A lo que debe agregarse la renacionalización del cobre, si somos cuerdos.
Pensar global y no parcial. Atacar los pilares del modelo en su conjunto y no practicar la política de la mortadela, tajada por tajada. Es lo que el experto no hace.
Es así como se exagera el poder de la “educación” en la lucha contra las desigualdades sociales y se pasa en sordina la necesaria lucha de los trabajadores por aumentar sus condiciones sociales de vida, es decir, mejores salarios para ellos e ingresos decentes para sus familias, acceso público y universal a la salud, a la cultura, a pensiones, etc. Todo lo que el sistema neoliberal ha privatizado y mercantilizado.
¿No es ingenuidad creer que la clase dominante está resuelta a combatir la desigualdad social generada por el propio sistema que le da poder político vía el acceso al Estado de sus partidos y operadores y que concentra la riqueza en sus manos?
Recordemos que cuando en el gobierno pasado de Bachelet, la Concertación y la Alianza firmaron, tomados de la mano, la Ley General de Educación, lo hicieron en nombre de la calidad de la educación, de la lucha contra el negocio educativo, la discriminación y la segregación. Esta LGE que reemplazó a la LOCE, denunciada por los estudiantes secundarios en las luchas pioneras del 2006, fue pactada para aplacar la rebeldía estudiantil. Los estudiantes no comulgaron con las ruedas de carretas concertacionistas. Los secundarios denunciaron en la nueva LGE otra maniobra y los mismos objetivos que en la anterior. Hubieron “comisiones de expertos” (el pomposo nombre era Consejo Asesor presidencial para la Calidad de la Educación) y de ahí salió una solución parche y cientos de voladores de luces. Artificios en la que la Concertación fue y será experta.
Hoy, sectores empresariales preocupados por el malestar, la crítica social y la capacidad organizativa, reivindicativa y de lucha de movimientos sociales articulados en torno a demandas comienzan a hablar de un “capitalismo inclusivo”. Y para estar “in” y no “out” de la sociedad, reconocen que el sistema capitalista debe otorgarse mejor educación para disponer de “capital humano” o formación de la mano de obra. En las actuales condiciones, barata. El discurso acerca de la cobertura universal de educación primaria que comenzó con la Concertación fue retomado sin mayor variación por la derecha.
Y hoy, Bachelet, en un contexto de crisis de liderazgo de la derecha es la mejor opción del empresariado. Los puentes de plata están tendidos con los Correa, Tironi, Solari, Viera Gallo, Lagos y tantos otros.
De ninguna manera estamos negando el progreso de una exigencia social resultado de las luchas por un derecho tan fundamental como la educación. Tanto así que la burguesía y sus partidos deben encontrar soluciones al problema.
Lo que estamos diciendo es que la manera como la educación es presentada por las fuerzas dominantes chilenas pro sistema, no resuelve el problema de la desigualdad social. Que no basta con querer implementar reformas el sistema educativo sino que hay que ir más allá, provocar cambios estructurales, en los pilares mismos del sistema, como bien lo decían los estudiantes. Y entre los más importantes están los cambios necesarios para revertir el exceso de poder del Capital ante el Trabajo. En la profunda desigualdad con respecto a leyes y derechos en las cuales se encuentran los trabajadores chilenos. Por lo pronto es lo prioritario.
Cabe preguntarse por qué no se ha hecho.
Las ineludibles tareas que la Nueva Mayoría no hará
Marco Kremerman, economista de Fundación Sol explica: “En los gobiernos de la Concertación y bajo la actual administración de Piñera, los pilares de esta Revolución laboral (la neoliberal) no se alteraron un ápice y por ello no es de extrañar que hoy en Chile exista menos de un 15% de sindicalización y sólo el 8% de los trabajadores negocie colectivamente con derecho a huelga (pero con reemplazo). Dado que la negociación colectiva de alta cobertura y centralizada es un importante mecanismo para reducir la desigualdad de ingresos, tampoco resulta extraño que Chile siga siendo uno de los 20 países más desiguales del mundo y que la brecha de ingresos autónomos per cápita (los que se consiguen principalmente en el trabajo) entre el 5% más pobre y 5% más rico se haya duplicado entre 1990 y 2011 pasando de 130 a 257 veces”.
Es evidente que hay aquí una responsabilidad de las direcciones sindicales. Poco debatida incluso en la izquierda anti capitalista.
Más claro echarle agua. La lucha sindical unitaria de los trabajadores junto con la del pujante movimiento estudiantil tienen raíces y razones estructurales para caminar de la mano —la otra pata es hacer una reforma tributaria profunda y no el simulacro de la concertación para que los grupos empresariales devuelvan lo explotado y mal habido bajo la forma de impuestos—. Reconquistar derechos laborales y sociales es la única garantía de combatir la desigualdad de manera eficaz y pragmática. Al mismo tiempo que se lucha, se pavimenta el camino para la satisfacción social de necesidades y se va planteando el control social de los medios de producción, poniéndole riendas a la tecnociencia a la vez que se va dando el debate acerca de los contenidos y programas de una educación liberada del yugo del Capital y el mercado. Las tareas del siglo.
(*) Dana Goldstein, Can teachers alone overcome poverty ? Steven Brill thinks so, The Nation, New York, 10 août 2011.