El inicio de la campaña electoral no solo tiene rasgos carnavalescos, como con sorna tituló The Clinic. La campaña está mucho más ligada con los eventos masivos organizados, publicitados y financiados por el gran comercio, y las elecciones tienen más parecido con la Navidad y la figura del Viejo Pascuero. Tienen algo de Día de la Madre, el Padre y el Niño, aunque en realidad su esencia está más inspirada en Halloween. En todos esos eventos, y partiendo por las elecciones, el gran financista es el sector privado y el gran capital, que invierte en la festividad de masas sabiendo que sus réditos serán mayores. El lucro, y no otra cosa, es lo que une la Navidad con la denominada “fiesta de la democracia”.
Hay otras similitudes en la democracia de mercado. Como en todos los sectores rentables de nuestra economía neoliberal, que van desde la educación, salud, banca, hasta los carritos de maní en el centro -hoy controlados por un consorcio “aspiracional” con oficinas en El Golf-, éstos tienen rasgos de oligopolio. Si las ferreterías y las farmacias están controladas por unas pocas manos, la política no puede ser diferente. El sistema binominal se ha encargado de colocar el mercado electoral en dos consorcios, que concentran, si no la representación popular, sí los votos, las donaciones, la publicidad y sus consiguientes beneficios.
Un estudio realizado hace poco por la firma Conecta Media nos alerta sobre la corrupta relación entre democracia de mercado y mercado a secas. La investigación se encargó de medir las apariciones de los candidatos en los medios de comunicación, lo que nos lleva a argüir que tras estas apariciones hay también una equivalente inversión. La lógica del mercado es implacable y así ha funcionado desde los albores de la transición.
El informe de Conecta nos confirma para las actuales elecciones lo que ha venido sucediendo desde hace más de veinte años. Medidas las apariciones de las candidaturas en televisión, diarios y radios, Bachelet y Matthei quintuplican las otras opciones. Hasta finales de agosto, dice Conecta, Bachelet apareció mencionada 5.500 veces, Matthei 4.400 y Marco Enríquez-Ominami 939 veces. Los otros seis candidatos tuvieron, entre todos, menos de 500 menciones, lo que proporcionalmente es un poco más de 80 por propuesta.
Otro estudio apunta a lo mismo y ofrece resultados similares. El observatorio Fucatel en un estudio concluye que los informativos de televisión han dado cobertura principalmente a los candidatos de los bloques del binominal, aunque matiza esta observación al constatar que otras candidaturas presidenciales, no todas, han aparecido en otros formatos, como entrevistas y reportajes. Pese a estos supuestos equilibrios, las estadísticas son claras y demuestran lo que hemos visto por años. Evelyn Matthei lidera la cobertura con 33 por ciento del tiempo total de los candidatos en disputa, en tanto Roxana Miranda aparece en último lugar, con el uno por ciento.
Lo que tenemos hoy en las calles es una nueva fiesta pagada por el gran capital para el consumo de las masas. Con la idea de la participación, de la inclusión social, del afecto político, de la protección y la maternidad, se pueden hacer jingles, montajes fotográficos, contar historias que hasta parezcan reales. Así ha sido desde la falaz “Alegría ya viene”, el “Crecimiento con igualdad”, el “Alas para todos” hasta el eslogan que estará de moda durante esta última temporada. En los hechos, y en sus objetivos, ninguno tiene diferencia con la campaña de Navidad de una multitienda, la publicidad de un banco para promocionar sus créditos de consumo o de una compañía de celulares. En todas, los publicistas juegan con nuestros miedos, carencias y necesidades de afecto y reconocimiento. Ni el crédito de un banco ni la candidata al Senado serán capaces de llenarnos ese insondable vacío.
Lo importante, para nuestra desgracia, es que todo esto tiene grandes réditos para sus promotores. El país está todavía lleno de cándidos que piensan que somos los regalones de los bancos y las tarjetas de crédito o, peor aún, de los sonrientes candidatos y candidatas del binominal. La tarjeta de crédito lo único que hizo fue acrecentar los problemas económicos en el mediano plazo, en tanto el futuro diputado o senador convirtió el cariñoso eslogan por un “si te he visto no me acuerdo”. A quienes sí verá y agradecerá el futuro político será a los bancos, las mineras, las pesqueras y otros financistas de su campaña. La “fiesta de la democracia” ha comenzado a exhibir otra vez las mismas máscaras, las que debieran incorporarse en la serie de los clásicos de la noche de Halloween.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 792, 25 de octubre, 2013