Noviembre 27, 2024

Chile: una democracia tramposa

En pocos días más elegiremos Presidente de la República y miembros del Congreso Nacional.

 

Lo más probable es que el orden en la elección presidencial sea:

1°. Bachelet, con apoyo de centroderechistas, centristas e importantes sectores de izquierda.

2°. Matthei, con apoyo de la derecha.

3°. Enríquez, con apoyo de fuerzas de centro.

4°. Parisi, con apoyo de sectores de centro derecha y derecha.

5°. Claude, con apoyo de sectores de izquierda y extrema izquierda.

6° y etc…, casi sin apoyo.

 

Lo más probable es que en la elección de congresistas el orden sea:

 

1°. La alianza que apoya a Bachelet.

2°. La alianza que apoya a Matthei.

3° y etc…los que no entrarán al Congreso, porque el sistema excluye a los que salen tercero.

O sea que lo más probable es que (si no hay milagros) los que están apoyando a Enríquez, Parisi, Claude y los demás, aunque saquen porcentajes en torno al 10 por ciento, no estarán en el Congreso

Los que sacan en torno al 10 por ciento, en otros países de esta democracia representativa, tienen representación parlamentaria. En Chile, no.

 

La elección presidencial está enturbiada por

-La poca participación ciudadana.

-El cedazo económico: las campañas se miden, en este país, en millones de dólares que se necesitan para partir y mantenerse en los medios, en la calle, etc,,,.

-El monopolio comunicacional de la derecha.

-La ausencia de temas relevantes, tanto nacionales como internacionales. En la campaña no se ha tratado el tema del cobre (la producción y propiedad), el tema de la energía, el tema del transporte público (FFCC, Transantiago, pasos fronterizos), el tema del aislamiento internacional de Chile (no de sus grandes empresas), el tema del espionaje norteamericano, que también afecta al país), el tema de los medios de comunicación (incluido el Canal Estatal de TV). Y temas como la concentración de la riqueza (AFP, Isapres, Impuestos), la distribución del ingreso, la multinacionalidad chilena, la educación, la salud y otros han sido tratados con liviandad preocupante.

-La demagogia. Muchos dirigentes de Bachelet prometen realizar lo que se resistieron a hacer en su gobierno y en lo que no creen. Matthei promete hacer lo que no ha hecho en su gobierno. El actual. Enríquez suele proponer fantasías, sin contar con algún apoyo congresista. Parisi quiere hacer creer que el sistema financiero se modificará sin que se le oponga una gran fuerza social. Claude, de mensaje redundante, se ve más radical que lo que era Allende, con un décimo o menos de la fuerza social y política del Presidente mártir. Para qué decir del Sr.Sfeir o de la Sra.Roxana, que tienen sí la gracia de mostrar su radical oposición al sistema.

 

La elección de congresistas, que en Chile se autocalifican erróneamente de “parlamentarios”, se caracteriza por:

-La aún menor participación ciudadana, que amenaza con ser de más del 50 por ciento.

-El sistema binominal, que frena el triunfo del primero, favorece al segundo y elimina al tercero y a quienes siguen.

Ese sistema ha desangrado aún más a los partidos y ha obligado a llegar a acuerdos entre la derecha y la centro-derecha, estableciendo que en Chile da casi lo mismo votar por unos o por otros, sobre todo cuando en la derecha ha habido cierta preocupación por mitigar la pobreza extrema y en el otro lado han surgido personeros que se han pasado de la izquierda a la derecha sin ruborizarse y sin ser sancionados políticamente.

-La ausencia aún mayor de temas-país significativos.

-La desigualdad económica de las campañas.

-La demagogia aún más galopante.

-La desinformación a los votantes.

 

Es escasa y débil la democracia que hemos construido desde 1988 en adelante. Y por muchas razones es una democracia tramposa.

 

No sólo estamos lejos de las propuestas de los triunfadores del Plebiscito de 1988. Pero exigir 80, con la fuerza que se tiene, cuando no hemos llegado a los 40, después de todo lo vivido en la historia de Chile, no es utópico, es irresponsable y por momentos desquiciado.

 

No es más de izquierda el que más radicaliza su discurso. No es más revolucionario el que más la ofrece. “Ser revolucionario es hacer la revolución” dijo Guevara en los años sesenta, y actuó, y esa sentencia es incuestionable.

 

Habrá que trabajar mucho en análisis y propuestas, en el país y en la conversación con los actores progresistas de otras tierras. Y habrá que trabajar en la conformación de una nueva izquierda plural, realmente actual, que no abjure del pasado y que levante una seria alternativa, propia de la época en que vivimos. En el próximo gobierno (que abrirá más oportunidades que éste) debemos trabajar con fuerza desde la calle y desde el Congreso para avanzar en la democratización del país.

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