Noviembre 26, 2024

Matthei versus Parisi: fuego azul

Una de las esquirlas de la guerra civil que se libra en la ultraderecha, ha alcanzado al intruso que intenta robar los huevos al águila y alzarse con el segundo lugar en las próximas elecciones. Franco Parisi se puso en la mira de la hija del piloto y será que la buena puntería se hereda, el caso es que el fuego de los rocket le está llegando al postulante y no hay indicios de tregua.

Pero una de los efectos del fuego amigo ha dejado entrever el cinismo gigante de la representante de la ultra derecha, que intenta disfrazar su prepotencia intrínseca con una postura de apariencia directa y franca.

 

Escritura en mano muestra las pruebas que demuestran que Parisi obtuvo un colegio, que ejerció como su representante y cuando llegó la hora de los quiubos, simplemente no pagó las indemnizaciones a los profesores despedidos.

 

Y como si fuera un caso en extremo e inédito de maldad empresarial, el coro de suches, acólitos, capangas y mentirosos, han salido a denostar el economista por tamaña afrenta a los pobres profesores que se quedaron sin el pago de sus cotizaciones previsionales.

 

La candidata de la ultraderecha más abyectas de las que existen en América Latina, lo que ya es una cota difícil de emular, no pierde oportunidad para recordar que ella fue Ministra del Trabajo. Pero ante su denuncia contra el economista díscolo, se le olvida que en el ejercicio precisamente de su cargo, tenía la obligación de fiscalizar lo que ahora denuncia.

 

Pero así funciona el sistema. La educación es una actividad económica más en donde lo que valen son las leyes del mercado y no otras.

 

¿Cómo es posible que un colegio, o grupos de ellos, cambie de dueños si se supone que la calidad de sostenedor no es transable? Se puede por la vía usada por Parisi y miles de otros empresarios: es cosa de cambiar la composición de la sociedad sostenedora y ya.

 

Y a partir de ese hecho casi trivial los estudiantes, los apoderados y los profesores y personas no docente, queda en manos de otros dueños del Colegio en el cual laboran o tienen a sus hijos.

 

Y luego, si el nuevo sostenedor considera que la escuela está sobre dotada de empleados, puede proceder a despedirlos usando para el efecto la legislación laboral común. Y si quiere, pagará lo que corresponde porque en muchos casos más le conviene llegar a los tribunales en los cuales puede llegar a un acuerdo mejor, o simplemente negarse a pagar y enfrentar un juicio que al final determinará que la sociedad debe pagar con su peculio, pero resulta que el colegio en cuestión no tiene ni un solo peso de su propiedad porque hay otra sociedad que es dueña hasta de los pizarrones de la escuela. Y así.

 

Lo que denuncia la Ministra con su voz desagradablemente bitonal y con caracteres de de escándalo, no sólo es permitido por las autoridades como ella lo ha sido. Las leyes que permiten eso y mucho más, se han hecho durante los últimos veinticinco años en que se han perfeccionado las técnicas exacción a los trabajadores de la educación, cuya mayor y más dramática expresión es la Deuda Histórica adeudada a decenas de miles de profesores y que todos los gobiernos post dictatoriales se han negado sostenidamente a resolver.

 

Las deudas previsionales, de bonos legales y asignaciones de distintos tipos, suman cifras escalofriantes desde que entraron en vigencia las leyes educacionales, más bien del mercado de la educación.

 

Escándalo real es que la educación sea hoy no más que una actividad económica en la cual hay entremezclada más derecho civil, que educacional.

 

El verdadero escándalo es que no sólo sea Parisi, un especulador financiero más, como lo es el mismo Piñera, sino que ese caso se reproduzca por miles a lo largo del país y que no sólo afecte los fondos previsionales, sino que a un listado largo de de derechos conculcados por los empresarios, sin que las autoridades hagan otra cosa que admitir que ante eso no se puede hacer nada porque es un caso entre privados.

 

La de Matthei es una actitud falsa que a lo sumo deja al descubierto su propia ineptitud al mostrar papeles en mano, algo que ella misma debió sancionar cuando estaba investida como Ministra del Trabajo.

 

Sinvergüenzas los unos como las otras, se sirven de los dramas de los trabajadores para aumentar sus riquezas inmorales, o para rematar contrincantes políticos, sin siquiera caer en cuenta que si esas malversaciones son posibles e impunes, es por la aplicación precisa de sus propias leyes.

 

 

 

 

 

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