Debemos pedir perdón a los que más perdieron con la dictadura y éstos son los trabajadores de nuestra patria. Desde el 11 de septiembre de 1973, se les persigue, reprime, tortura y ejecuta, destruyendo su organización histórica y la de los partidos políticos que los representaban.
Luego, con el Plan Laboral, en el marco de la Constitución del 80, se legitima su destrucción restringiendo sus posibilidades de reorganización al limitar el derecho a huelga y la negociación colectiva.1 En los 90, contrariamente a lo esperado, la Concertación no cambia la legislación laboral de manera significativa y perpetúa la desprotección a los trabajadores en todos los ámbitos, reduciendo el Estado, desrregulando la economía y ubicando en categoría de sagrada la mantención de un superávit estructural en el Presupuesto de La Nación. Todo ello entrega poder omnímodo y total libertad de acción a los grupos económicos. ¿Actuó así por miedo, convencimiento de la ideología neoliberal, o por querer demostrar eficiencia en el manejo del Estado? No sabemos, pero claramente no por haber carecido de mayoría en el Congreso.
Los pocos derechos que se otorgan desde 1990, se concentran sólo en los trabajadores con contrato indefinido2, lo que llama a los empresarios a desarrollar todo tipo de subterfugios para evitar dichos contratos y de paso disminuir costos laborales. Así, se multiplican, la subcontratación, el suministro de personal por parte de proveedoras de trabajadores y los Rut múltiples en una misma empresa, lo que impide la organización y precariza el trabajo. Los Inspectores de Trabajo son pocos y las multas mínimas, por lo tanto no hay fiscalización y los conflictos entre patrones y trabajadores se judicializan con el gasto de tiempo y dinero que ello implica.
Pero esta precarización del movimiento obrero, en todos sus aspectos, no habría sido posible sin la drástica transformación sufrida por la clase obrera como tal, como consecuencia de la instalación del modelo económico neoliberal.
El movimiento obrero chileno nace en la minería del salitre, se organiza en sociedades de ayuda mutua y construye una convivencia entre sus familias en las oficinas salitreras basada en la fraternidad, solidaridad y preocupación por la educación. Al terminarse el salitre, los mineros se trasladan al resto del país a trabajar en las distintas actividades que proporcionaba la industria incipiente y continúan organizándose política y sindicalmente bajo los mismos principios. Estos valores nacían de las ideas socialista utópica europeas, pero también, de una base estructural. Los procesos productivos de la época, intensivos en mano de obra, se basaban en cadenas de producción, donde cada uno dependía del otro, incluso en la defensa de sus vidas, tanto por el peligro que entrañaba la faena minera, como por el uso de la maquinaria que requería maestría y la responsabilidad de cada uno por el equipo. Las características del proceso productivo constituían una fuente de conocimiento del trabajador, al punto de que, tanto en otros países, como en Chile durante la Unidad Popular, se impulsó la idea de establecer comités de producción en las fábricas a través de los cuales los trabajadores asesoraban a los jefes para mejorar procesos. Los obreros fabriles respetaban a la maquinaria como parte de sí mismos y muchas veces la conocían mejor que técnicos e ingenieros3.
En la actualidad, la industria manufacturera desaparece en Chile por la externalización de los procesos fabriles al Asia. La modernización e informatización de procesos y el desarrollo tecnológico disminuyen el uso de mano de obra, dejándola vinculada al manejo computacional o a la pericia de unos pocos profesionales altamente calificados. De esta manera, la mayor parte de los trabajadores queda supeditada a los servicios, por lo que son polifuncionales, intercambiables y desechables. El orgullo de una profesión u oficio, la dignidad surgida del manejo exitoso de una tarea y una responsabilidad, el ser minero, metalúrgico o zapatero, se quedan atrás junto con la organización y la negociación colectiva. Todo el bagaje de conocimientos de una experiencia diaria en la fábrica, en el sindicato o la asamblea, son reemplazados por el bar o la televisión. La negociación colectiva, donde la asamblea era sagrada y soberana, se reemplaza por la negociación individual y obtiene más el más servil o el que está más cerca del patrón.
Sólo un puñado de técnicos, altamente calificados, son imprescindibles, pero ellos tampoco crean o inventan, porque la invención, la marca, la franquicia y por lo tanto las patentes, están en los países del primer mundo, a los que se les paga por eso.
En el país aumenta el trabajo en servicios, porque las actividades más rentables del nuevo modelo en Chile se concentran en el sistema financiero, los mercados especulativos, los seguros, entre los que se destacan ISAPRE y AFP, el comercio, el retail con el modelo Walmart y los supermercados. Estas empresas dependen de un sistema computarizado manejado por unos pocos y la mayoría de los trabajadores, contratados por una empresa externa, está en call centers, respondiendo a los clientes lo que leen en el sistema. También se desarrolla con fuerza la industria del entretenimiento que genera fuentes de trabajo en servicios y en todas las actividades aledañas, como prostitución, alcohol, armas y microtráfico.4 La “farándula” se encarga de la publicidad de la nueva ideología chatarra, del consumismo y el dinero fácil. La TV y el mall, son las herramientas fundamentales de la transformación del trabajador en consumidor. Los chilenos serán iguales en el consumo, pregonaba el ideólogo Eugenio Tironi, en los 90, porque comerían Mc Donalds y usarían las mismas marcas compradas en malls casi uniformes.
El capital financiero se regocija y se instala en los comercios, en las farmacias y especialmente en el retail y supermercados, todos en cadena, ofreciendo todo tipo de tarjetas de crédito a sola firma, desrreguladas y orientadas a los sectores más pobres de la población. Las tasas de interés son tan altas que con pocas cuotas, el acreedor es compensado, pero el consumidor queda sobreendeudado, cobrándosele interés sobre interés cuando no puede pagar. De esta manera, aumenta sistemáticamente el valor de la cartera de clientes y por tanto el valor de las acciones de dueños y gerentes, con lo que han expandido su negocio por toda América Latina. En pocos años de funcionamiento del sistema, los dueños del retail han pasado rápidamente a ser mutimillonarios, a crear bancos y a formar parte de los records de Forbes. Al mismo tiempo, las compañías de seguros hacen su agosto con tanto cliente que los contrata por cada deudor para protegerse de ellos, pero el negocio más lucrativo de éstas es el manejo de la salud y los fondos de pensiones, que ahora provienen de los ahorros de los trabajadores, los que pagan altas comisiones por la administración de éstos.
El mall, el consumo de marcas iguales, la posibilidad de comprar eternamente con nuevas tarjetas pese al sobreendeudamiento, da la ilusión de igualdad a los nuevos consumidores, especialmente a los más jóvenes. La posibilidad de estudiar a crédito en distintos tipos de universidades, aunque conserven la deuda el resto de su vida, los hace creer que podrán optar a mejores vidas que sus padres o abuelos, pero los títulos obtenidos en ese tipo de universidades no son aceptados en las fuentes de trabajo que necesitan profesionales o técnicos altamente calificados. La mayor parte de ellos tendrán títulos, pero sólo podrán optar a los trabajos donde son intercambiables.
Por más que los trabajadores chilenos ahora consuman marcas importadas, no salen de los ghettos que han instalado las autoridades de vivienda en la periferia de las ciudades, especialmente en Santiago, que es una de las ciudades más segregadas del mundo. El joven de altos ingresos no conoce los guettos, salvo los que van a comprar drogas, e incluso muchos no han ido nunca al centro cívico de la ciudad. Los jóvenes pobres viven hacinados, en departamentos o casetas minúsculas de mala calidad, avasallados por la droga y el microtráfico, gastando horas de su tiempo libre en el traslado a sus lugares de trabajo. Liberarse del guetto es tan difícil como salir del endeudamiento lo que deja como única posibilidad, el dinero fácil, la droga o la violencia.
Los trabajadores de nuestra patria han ganado en consumo, pero perdieron todo lo que nos enorgulleció durante años: la cultura y dignidad del movimiento obrero chileno. A ellos hay que pedir perdón por haber contribuido a crear este tipo de sociedad.
1 En las “Actas del Plan Laboral”, sus autores expresan: “La huelga es una cosa de araucanos y no deberían existir a esta altura de la evolución“, “la negociación colectiva no es un mecanismo para distribuir ingresos“, “las organizaciones sindicales se marginan de la actividad política“, “la huelga es absolutamente imposible con la actual política económica“, “los salarios no tienen relación directa con el nivel de utilidades“. Fundación Sol, Gonzalo Durán, 2013.
2 Según el Ministerio del Trabajo hay un 75,5% de trabajadores con contrato indefinido, pero se recurre a otras formas para restringir sus derechos.
3 El 11 de septiembre, los trabajadores se encontraban en sus fábricas, pero no hubo ni una máquina rota ni el menor sabotaje.
4 Esto favorecido por las 80 toneladas de drogas que entran anualmente por la frontera norte. Exposición de los 3 Intendentes de las tres regiones extremas del norte y del Subsecretario del Interior, frente a Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados.