Diciembre 26, 2024

Carta a Mario Horton

Por de pronto, el tándem de artistas que solían posar sonrientes, sobradores, confiados, bien alimentados y cancheros, parece disminuido a extremos preocupantes en el comando de la ex presidenta.

Pero, mucho más allá de ese hecho referido a la meteorología reinante en el país celeste de la ex gobernanta, tu carta pone en relieve algo de mayor significación: hay quienes aún toman decisiones basadas en el corazón más que en la cabeza, que pueden más sus emociones que el cálculo, y que tiene más fuerza el valor que el precio.

 

No pones un dedo en la llaga, sino en el ojo. Tus palabras advierten que algo está pasando aunque algunos no quieran allanarse a la certeza que se avizora un tiempo distinto.

 

Y hace aún más tu gesto. Comprueba que se avecina el palpitar de un corazón colectivo disponible para disputar eso que dices serán otras veredas. Será por eso porque algunos se han lanzado con el puñal entre los dientes, enarbolando una ironía grisácea para denostar tu opinión.

 

Un pesimista debería resistirse a las señales que emanan de actos como el tuyo, antes fue Javiera Parada, que comienzan a sumarse a éticas similares, impuestas por un tiempo revuelto, pero que ya no pasa piola.

 

La maquinaria perfeccionada en casi un cuarto de siglo ha logrado una coraza que resulta bastante dura de superar: un sentido común que define lo establecido como inmutable y único.

 

Y la prueba palmaria para los inadvertidos, que es como decir para muchos, fue que los que decían que iban a cambiar las cosas, se sumaron a ellas con un entusiasmo propio de los padres fundadores. Tus opiniones merman esa capacidad pretendidamente invulnerable de lo establecido.

 

Así, de pronto, una extraña sucesión de hechos en los que pocos advirtieron peligro, cobra sus primeras e imperceptibles victorias y por lo tanto también sus primeras víctimas.

 

Lo tuyo informa que anda por ahí gente mirando la realidad con ojos que la descubren como mutable, como accesible al cambio, como expuesta a una cierta rebeldía que ya no le teme, y que la encara con todos su miedos a flor de piel.

 

Y para decir las cosas como son, ahí radica el peligro de tu carta.

 

Es cierto. Si el camino hacia la victoria fuese una línea recta e inalterable, los derrotados no existirían. Y el mundo sería la suma del aburrimiento edénico, un topos uranos surcado por ríos de mieles y por runrunes de poetas en estados de gracia eternos.

 

Pero tu acto herético no advierta bosques de banderas rojas, o desfiles telúricos. Tampoco dice nada nuevo cuando menciona tus miedos, ni cuando das cuenta que lo tuyo, tu vida, transcurre como debiera para un actor que puedo conciliar sus artes con las lucas que prodiga el sistema.

 

No. La cosa es más simple y por lo tanto mucho más seria. Ya no es cosa de invitar, sugerir o imponer. El que quiera, que lo haga. Pero a quien la piel, el corazón, las gónadas o cualquiera de sus órganos parlantes le susurren algo, tiene pleno derecho a obrar en consecuencia y decir no.

 

Habrá en el comando de la ex presidenta quienes se la jugaron e incluso quienes pasaron por la brutalidad de la tortura, la prisión, el exilio. Pero eso sólo da derecho a vivir sabiendo que se hizo lo que correspondía, y no a intentar empinarse por sobre los que no estaban, no pudieron, no quisieron o se doblaron. Vivir colgado de las medallas de antaño, debe ser algo incómodo.

 

En fin, compadre, la sangre no va a llegar al río y el mundo seguirá andando. La pobre al portal, la rica al rosal. Como en todos los tiempos, los cambios parten de a poco y luego, por leyes que nadie ha sido capaz de aprehender, toman un ritmo desenfrenado, caótico y violento.

 

Y lo tuyo, tu gesto atrevido y altamente humano da cuenta que se requiere de muchos de la misma medida, para que esta vez suceda que los bollos no estén para el horno

 

Y si renunciaste a ser el rostro de una candidata por razones que sólo el corazón explica, a ver si dispones ese latido con otros muchos para levantar un sólo pálpito, autónomo, nuevo, hermoso, distinto, que asuma la osadía de explorar más allá de lo que se ofrece, para vivirlo con los ojos bien abiertos y el alma disponible.

 

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