Tras un potente ¡Hola Santiago! a las 21:34 del jueves 12 de septiembre The Boss abrió el concierto con We take care of our own y no paró hasta tres horas 40 minutos más tarde tras interpretar 29 canciones. Siguió de inmediato con Wrecking Ball, aquellos dos de su álbum homónimo, publicado en marzo del 2012, para desplegar en el Movistar Arena uno de los mejores conciertos presentados en el país. Era la primera vez que Bruce Springsteen se presentaba en Chile y confirmó, ante una enfervorizada audiencia de ocho mil personas que corearon sus canciones, no sólo porqué es la figura más relevante del rock mundial, sino que a sus 64 años está más vigente que nunca. No paró de cantar y bailar en esas tres horas y media, empapó su camisa, se paseó por sus clásicos desde finales de los años setenta, como Thunder Road, por rockand roll puro y natural como Johnny 99, al soul profundo y nostálgico en The E Street Shuffle que cada vez incorpora con más énfasis en otros temas. Es, sin ninguna duda, el artista rock más completo que se haya visto en un escenario, es la historia del rock, su presente y, como veremos luego, su contenido y honestidad.
Verlo en directo es una experiencia que será inolvidable para aquellos que estuvimos allí esa noche. Bruce, “El jefe”, sabe cómo hacer un espectáculo. No requiere de ningún efecto especial, porque basta con sus canciones, la E Street Band de dieciocho miembros y su impresionante energía. Antes de completar una hora de show se sumergió con un micrófono decenas de metros entre el público, desde donde gritó “I’m lost”, regresó al escenario tendido de espaldas sobre las manos y brazos de la masa de espectadores, bailó con chicas y chicos y cantó Sunny day con una niña de doce años que llevaba la camiseta del tour sudamericano.
Springsteen no es hoy sólo el más grande de los cantantes rock. Es también un profundo trovador, un intérprete de los dolores sociales de la sociedad estadounidense. En ese sentido, sigue una línea similar a Bob Dylan, a Woody Guthrie o a su admirado Pete Seeger. Desde su primer álbum, The Wild, the innocent and the E Street Shuffle, publicado en 1973 a los 24 años, Springsteen ha evolucionado de manera a veces sorprendente ya sea en la música misma como en el contenido de sus canciones. Desde temáticas recurrentes en su primera etapa a circunstancias propias de la clase baja estadounidense, con alusiones a su familia y sus amigos, a historias de vida de los jóvenes perdedores enfrentados a un sistema ubicuo y perverso, a la cultura gringa expresada en las autopistas y veloces automóviles, Bruce ha ampliado sus temáticas a los efectos sociales de la decadencia de la sociedad norteamericana, a la injusticia, a la concentración de la riqueza y el abuso corporativo. Su último álbum, Wrecking ball (Bola de demolición) no puede expresar mejor la profundidad de esas temáticas, hoy solo comparables a las de Dylan. En no pocas canciones tiene párrafos que son una evidente declaración de guerra al establishment, tales como “el banquero engorda mientras el pobre adelgaza; ha sucedido antes y volverá a suceder” o aun más claro cuando dice “si tuviera un arma, buscaría a esos bastardos y les daría un tiro” en Jack of all trades (interpretada magistralmente el 12 en santiago). Y también en We take care of our own, en la que expresa su desesperanza con el sistema político y económico, dice “he estado golpeando en la puerta que conduce al trono, he estado buscando el mapa que lleva a casa, he estado tropezando con buenos corazones convertidos en piedra; el camino de las buenas intenciones está seco como un hueso. Nos encargamos de nuestra propia vida, nos encargamos de nuestra propia vida…”
Springsteen ya tenía la semilla de estos contenidos, que ya no pueden ocultar su pensamiento político, en canciones escritas desde los ochentas. El mismo superhit Born in the USA de los ochentas era una voz honesta en medio del conservadurismo y guerrerismo político y cultural de los años de Ronald Reagan. Esta famosa canción, cuya letra fue malinterpretada al ser considerada como un himno patriotero, era en realidad una crítica a la guerra de Vietnam y al destino miserable de los veteranos.
El verdadero cambio, la transparencia política de Springsteen vino muchos años más tarde. En 1995 publicó The Ghost of Tom Joad, inspirada en el protagonista de Las Uvas de la Ira del novelista John Steinbeck, llevada al cine por John Ford en 1940. En este álbum, el primer acústico desde Nebraska, de 1982, Bruce entra de lleno en temáticas de la pobreza, la frontera, los inmigrantes mexicanos. La crítica social es evidente y muy dura.
Desde aquí hay una línea directa a The Rising, publicada en 2002, y aunque hay claras referencias al atentado de las Torres Gemelas, hay también elementos de crítica política. El tema que titula el álbum es un claro llamado a la organización social, a la esperanza ante un escenario oscuro, de explotación y encadenamientos.
Pero es el 2006 cuando la amplitud temática se extiende también a la musical. La publicación ese año de We shall Overcome (Venceremos) es un tributo a Pete Seeger, cantautor folk de izquierda estadounidense de 94 años. En este disco Springsteen incorpora temas de Seeger, otros tradicionales y algunos propios, todos interpretados en un claro estilo folk. Desde el virtualmente tecno superventas Dancing in the dark de los ochentas a este prensado han pasado mucho más de los cronológicos veinte años.
The E Street Band, el grupo original de Bruce, aunque ha tenido cambios, como el alejamiento durante algunos años del guitarrista Steve Van Zant desde 1984 hasta 1995, la muerte en 2011 del extraordinario saxofonista Clarence Clemons (reemplazado desde entonces por su sobrino Jake), la incorporación de Nils Lofgren (guitarrista de Neil Young) se apoya en sus orígenes, desde el baterista, tecladista y bajista. Con la incorporación durante todos estos años de coros magistrales y un no menor conjunto estable de vientos, fundamentales no solo en el soul y funk, el elenco suena perfecto.
Pero si algo nos impresionó aquella noche fue cuando Bruce recordó 1988. Ese año, durante el concierto de Amnistía Internacional en Mendoza, se reunió con agrupaciones de familiares de detenidos desaparecidos. Tras esta declaración, que no requería mayores explicaciones, hizo su gran tributo al pueblo de Chile e interpretó, de memoria y en español, Manifiesto, de Víctor Jara. Springsteen, con su guitarra acústica acompañado de la de Nils Lofgren, hizo un sentido homenaje al cantautor chileno asesinado hace 40 años por la oligarquía y la derecha golpista. Cualquier duda sobre su condición de gringo patriota quedó bien despejada.