Septiembre 21, 2024

El Clarín, firme junto al pueblo

La entrevista que dos inescrupulosos tanto como ineptos periodistas hicieran al genocida condenado a centenares de años de prisión más bien pareció un pediluvio sagrado.

En un país moderadamente civilizado periodistas y canales de televisión estarían siendo acusados por promoción del terrorismo y arriesgando severas penas. Más allá de una estela de horror e indignación, esos periodistas no dejaron nada. Salvo, un halo de vergüenza entre sus pares.

 

Alguna vez, cuando se recomponga la decencia en las actividades nobles y necesarias como la de las comunicaciones, actos como estos van a ser expresamente prohibidos, so pena de ser condenados como apologistas de la violencia.

 

Como se puede ver, la responsabilidad de los medios de comunicación que propiciaron el golpe de Estado, alentaron la delación, ocultaron sistemáticamente los crímenes de la dictadura, apoyaron comunicacionalmente las atrocidades de los peores tiempos, y dotaron de legitimidad un estado de cosas que horrorizó al mundo, sigue en la más perfecta impunidad.

 

No sólo no se ha sabido de algún miserable acto de contrición, sino que esos mismos medios de comunicación siguen haciendo de la suyas, mintiendo con descaro respecto de los hechos recientes, mañosamente entregando versiones torcidas de los sucesos luctuosos de los diecisiete años de terror, y permitiéndose el descaro de ofrecer una alocución sin contrapeso al peor de los criminales.

 

Resulta también muy indignante que salvo un puñado, la mayoría de los periodistas e instituciones que forman comunicadores, no den a conocer estos hechos adoptando una actitud de auto respeto y decencia.

 

El virus de la impunidad que ha penetrado muy profundamente en la sociedad, demuestra su eficiencia en estos casos extremos. Un genocida entrega su discurso criminal, asesorado por dos periodistas y casi nadie dice nada.

 

El día miércoles once, después de exactos cuarenta años, volvió a aparecer en los quiscos el diario El Clarín, destruido por las primeras acciones de las hordas pardas de ese día. Resultó un placer el sólo hecho de ir al quiosco y decir: Deme El Clarín.

 

Retorcidos malabares no han permitido que ese diario, de innegable raigambre popular y que apoyó al gobierno Popular de Salvador Allende, sea devuelto a sus legítimos dueños.

 

Ha sido una larga lucha no exenta de operaciones encubiertas para impedir la reaparición de una voz temida por la derecha y por todos los poderes.

 

Sin ir más lejos, durante el gobierno de Ricardo Lagos, y mediante su ministro de Bienes Nacionales, Claudio Orrego, se fraguó una operación oscura y fétida que intentó arrebatar de la forma más baja El Clarín a sus dueños.

 

Es que el retorno de El Clarín se interponía en la política oficial de la Concertación que en algún momento de su cometido entendió que el proyecto que traicionaba las esperanzas de alegría y democracia, era incompatible con la existencia de una prensa libre, democrática y verdadera.

 

Por eso sus presidentes no movieron un dedo para salvar las publicaciones que habían hecho tanto por la democracia y que sucumbieron bajo los gobiernos que se suponían distintos a la tiranía anterior, en materia de libertad de expresión. Se sentían cómodos dando entrevistas a los medios que hacía no mucho, eran el epítome de la ausencia de libertad de expresión.

 

Sin embargo, los tribunales internacionales han fallado a favor de El Clarín y lo que resta es determinar el monto que el Estado debe devolver a sus dueños por el robo que sufrió.

 

Y, aquí viene lo realmente bueno, tarde o temprano la experiencia única de ir al quiosco y comprar un diario comprometido de verdad con las luchas del pueblo, no será posible sólo cada cuarenta años, sino que un ejercicio diario, feliz, optimista, un gesto de rebeldía, una demostración de lo indestructible de las ideas justas, y sin duda, un homenaje cotidiano a Víctor Pey y sus colaboradores que han combatido incansablemente por rescatar El Clarín para sus lectores.

 

Tarde o temprano las luchas del pueblo, en especial de los estudiantes y su fascinante paso, tendrán un medio de comunicación inclaudicable que vendrá a decir aquello que los medios de comunicación uniformados ocultan, trasforman o amañan, y que responden a los mismos intereses que están detrás de las grandes fortunas, de los aparatos de la represión y de todas las maldades.

 

La reaparición de El Clarín, como en su momento lo hizo también la querida revista Punto Final, se suma a las valientes voces que durante todo este tiempo han dicho la verdad, tanto en la radiodifusión, como en publicaciones periódicas muchas veces efímeras o de cortos tirajes, como en las redes sociales. El Clarín vuelve para levantar los valores eternos de la libertad, la justicia, la solidaridad, la igualdad ante los derechos, siempre firme junto al pueblo.

 

 

 

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