Diciembre 26, 2024

La Democracia Cristiana y el Golpe de Estado

Nadie demanda a la Democracia Cristiana pedir perdón, por lo demás, este acto individual, profundo y valioso ha perdido sentido cuando lo usa cualquier frívolo para justificar el paso de partidarios de la Unidad Popular al un derechista de tomo y lomo. Por mucho que los democratacristianos quieran lavarse las manos de su responsabilidad en la preparación e iniciación del Golpe de Estado, la historia los condena.

 

De nada les sirve justificarse con la declaración de los 13 disidentes, del 13 de septiembre de 1973, en que, taxativamente, condenan el derrocamiento del Presidente constitucional de Chile, pues la directiva del Partido, encabezada por Patricio Aylwin Azócar, publicó en el Diario Oficial una declaración del Partido, un día después del Golpe de Estado, en que apoyaba, claramente la junta militar, sosteniendo la hipocresía de que “las fuerzas armadas no buscaron el poder” y, además solicitando el apoyo solidario en favor de la “reconstrucción nacional” –Eduardo Frei Ruiz-Tagle y su mujer, junto a la mayoría de democratacristianos, donaron sus joyas para esta “magna empresa” -.

 

Radomiro Tomic, en una publicación, reconoce que la Democracia tuvo un ministro de Estado y también varios subsecretarios en el primer gabinete de la junta militar. Hay que agregar que los dos grandes líderes de la conspiración eran edecanes de Eduardo Frei Montalva – Oscar Bonilla y Sergio Arellano Stark (el hijo de Arellano, militante DC) -. Frei Montalva, en ese entonces presidente del senado era, sin duda, el líder máximo de la oposición a Salvador Allende. En la famosa carta a Mariano Rumor, con fecha del 8 de noviembre de 1973, repite las peores diatribas y calumnias contra el gobierno de la Unidad Popular, entre ellas el haber sostenido que había milis de extranjeros armados para provocar la guerra civil. Sólo el Plan Z, ideado por el historiador Gonzalo Vial a instancias de la junta de gobierno, puede compararse con las catilinarias incluidas en la carta a Mariano Rumor – en ese entonces, presidente de la Internacional Demócrata Cristiana -.

 

La Democracia Cristiana, en 1973, era el partido mayoritario de Chile y también el que el contaba con más senadores y diputados en ejercicio. La declaración de la cámara de diputados, en agosto de ese año, base para legitimar la dictadura, fue producto de la directiva democratacristiana y no podía ser aprobada sin el voto de sus parlamentarios. Bernardo Leighton, cuando estaba en el exilio, en Roma, sostuvo que fue engañado por la dirigencia de su Partido al asegurarle que “este acuerdo no conducía a la intervención de las fuerzas armadas”.

 

Salvador Allende buscó siempre un acuerdo con la Democracia Cristiana superar la crisis política que, durante el mes de agosto se había radicalizado. La solución residía en la mediación del cardenal Raúl Silva Henríquez, quien intentó propiciar una reunión entre Eduardo Frei Montalva, líder indiscutido de la oposición, con el Presidente de la república; a pesar de la insistencia del purpurado, Frei se negó aduciendo que si se lo pedía como político, no lo haría, pero si se lo exigía como católico, tendría que aceptar el encuentro, reunión que nunca se realizó entre los dos, sino que la traspasó la responsabilidad a Patricio Aylwin, presidente del Partido, y, en la casa del cardenal, en Simón Bolívar, se llegó a un acuerdo que debería ser implementado por el ministro del Interior, Carlos Briones, pero días antes del golpe de Estado fue desahuciado por la Democracia Cristiana.

 

Los dineros de Alemania Occidental y la C.I.A. siempre llegaron a engrosar las arcas de la DC, en especial del freismo, que sostenía posiciones de derecha en ese Partido. La Democracia Cristiana tiene la responsabilidad de haber animado y participado en la “huelga de camioneros”, en los últimos días de la Unidad Popular, en el mes de agosto. La “caja paralela” de la Democracia Cristiana no era manejada por las directivas progresistas del Partido, (Fuentealba), sino por agentes directos del freísmo.

 

Frei y Allende fueron amigos y compañeros en el senado hasta 1964, cuando la candidatura de Frei usó la campaña del terror, que tuvo ribetes verdaderamente dañinos para la salud psíquica de los chilenos, incluso, fue necesario instaurar una comisión investigadora, presidida por Bernardo Leighton. A Frei le atormentaban las críticas de la ultraderecha, proferidas por un fascista brasilero, Plinio Correa de Oliveira, aparecidas en su libro, Frei, el kerensky chileno, difundido gratuitamente por Fiducia, organización a la cual pertenecía Jaime Guzmán. Cuando triunfó Allende, en 1970, Frei se desesperó, no sólo por perder la presidencia para su Partido – se creía que gobernarían durante 30 años, al menos, – sino también por pasar a la historia como Kerensky, un socialdemócrata que dio el paso a los bolcheviques.

 

A diferencia de Frei, que hizo todos los esfuerzos para llegar a ser Presidente de la república y que posaba de intelectual muy serio y profundo, Salvador Allende tenía un gran sentido del humor y poseía, naturalmente, una notable capacidad política; cuentan los viejos falangistas que en los actos en el Teatro Caupolicán Frei preparaba las actividades hasta los más mínimos detalles; conociendo estas características de la personalidad de su amigo, se hizo pasar, al teléfono, por el dueño del Teatro y le preguntó, muy serio circunspecto “si iba a colocar su foto de frente o de perfil” – se sabe que Frei tenía una enorme nariz -.

 

La entrevista entre Eduardo Frei y el candidato triunfante, Salvador Allende, previo a la asunción al mando, fue muy tensa, pero en un momento, sorpresivamente, Allende se sentó en la silla presidencial y le preguntó a Frei: ¿Cómo me queda?”, distendiendo el ambiente, que estaba para cortarlo con cuchillo. La apreciación que de Frei Montalva al tildar a Allende de “frívolo” fue bastante mezquina.

 

Luego de haber apoyado la dictadura durante los primeros años y con la seguridad de recuperar el poder en un corto plazo, al constatar una postura fascista y de sistemática violación d los derechos humanos, Frei pasó a ser el líder de la dictadura, posición que le costó su propio asesinato de manos de los esbirros del tirano Augusto Pinochet.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas

07/09/1013

 

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