Y Salvador, mira tu estatua, casi al frente de La Moneda. Esa Moneda en la que fuiste bombardeado. Hoy la habita un presidente de derecha. Pero da lo mismo, en los últimos 20 años volvieron a gobernar dos compañeros tuyos de partido y no fueron gobiernos de izquierda. El tema es que después de tu muerte, se comenzó a caer el anhelado socialismo real. Los gringos ganaron la guerra fría. Hasta Rusia y China terminaron sumándose al vertiginoso capitalismo y hoy lucen como la peor de las pesadillas de Marx.
Te traicionaron las fuerzas armadas y de orden. Lo tenían todo planificado. Mientras predicabas la “revolución a la chilena” Nixon se reunía con Agustín Edwards para financiar tu caída. Por otro lado, la democracia cristiana, para callado, lanzaba maíz en los regimientos. Te cuento que los mismos camioneros que te paralizaron el país, después se vieron beneficiados con creces. Y que decir de los alimentos que escaseaban durante tu mandato. Al día siguiente del bombardeo a La Moneda, aparecieron como por arte de magia.
Y Salvador querido, el día del golpe los cordones industriales se dieron cuenta de que con empanadas y vino tinto no se podía repeler al ejército. A ese peligro negro, como le llamaba el León de Tarapacá. Parece que no consideraste la pesada historia patria. Esa que consigna golpes, matanzas y saqueos por doquier. Esa que fue hecha a la medida de transnacionales y mercenarios. No consideraste que nuestro ejército siempre fue protector del capital foráneo. No consideraste que Nixon el mismo día de tu democrático triunfo pateaba su escritorio y te prometía el infierno. No consideraste que la extensa visita de Fidel, automáticamente nos incorporaba al mapa oficial de la guerra fría. Estimado Salvador, no consideraste que el mundo de entonces, estaba armado hasta los dientes. Y nosotros hablando de revolución en paz.
Pero quien soy yo para juzgarte. Sólo un habitante del Chile actual que opina desde la comodidad de la historia. Había que estar ahí y tener los cojones para rebelarse en el siglo pesado. Rebelarse desde un país pequeño y de habitantes mayoritariamente sumisos. Había que estar ahí y expropiar el cobre a los gringos. Había que estar ahí recibiendo el rastrero bombardeo de la FACH, resistiendo fusil en mano, desde la casa de gobierno y entonando el discurso más bello y conmovedor de la historia.
Sepa usted compañero presidente, que el golpe de estado del 73 derivó en una dictadura feroz con miles de muertos, desaparecidos y torturados a manos de las Fuerzas Armadas y de orden. No se devolvió el gobierno a Frei Montalva o Alessandri como algunos creían. Nuestro país terminó convertido en un laboratorio de universidades norteamericanas y nos insertaron un modelo económico y cultural del terror. Le llaman neoliberalismo. Pasamos a ser ratas de ensayo. Aunque usted no lo crea compañero, privatizaron cobre, educación, salud, jubilaciones, agua, luz, transporte y mucho más. En eso terminamos.
Le cuento que dos de sus ministros se enamoraron de este modelo. El ex ministro Fernando Flores hoy recorre el mundo predicando las bondades del hiper capitalismo y su ex ministro Sergio Bitar llegó a bancarizar las deudas de estudiantes universitarios. Parece que a ellos su legado, el legado de la Unidad Popular, les incomodó desde un principio. Incluso un socialista de apellido Escalona, que en el 73 era dirigente estudiantil secundario, pidió perdón por la UP y lo hizo a través del diario golpista. El diario de Agustín. Así están las cosas Presidente.
Y ahora Chile conmemora 40 años del golpe de estado que te derrocara. No conmemora tu figura ni la de los caídos. Conmemora a Pinochet y su cobarde asalto. En todo caso chicho, es entendible. Nos lavaron el cerebro. Ya no somos los de antes. Ya no se habla de pueblo, nos llaman consumidores. Pasamos a ser sujetos básicos, obesos, solitarios y egoístas. Los sindicatos mutaron en “recursos humanos” y en oficinas de reclamo al consumidor. El poblador ya no es esclavizado por patrón o latifundista sino que por tarjetas de plástico. Ya no se habla de filosofía. Ya no se lee ni escribe poesía. Ya no se discute de política. Hoy todo es frivolidad.
Es el nuevo mundo. Lo que nos trajo el capitalismo triunfador. Y te quiero ser honesto Salvador, nos hemos acomodado a el. Yo escribo esta columna desde mi computador personal fabricado en Estados Unidos y disfruto de sus bondades. Ha habido muchos cambios culturales, obvio, cada época con su cultura. Hoy estamos todos conectados gracias a Internet y créeme que para muchos, este adelanto ha sido el abrir de grandes alamedas para el hombre libre. Estoy seguro que también habrías alabado estas herramientas, pues a diferencia de otros colegas tuyos, esos de verde oliva, siempre fuiste un amante de la libertad.
Hoy veo tu estatua y recuerdo tus palabras. Tenías razón chicho, los chilenos te recordamos como un presidente digno y leal con la patria. Mientras que al golpista, se le recuerda como un asesino vendido a la mafia internacional.
Por último compañero, estamos superando el momento gris y amargo de la traición. Lo estamos superando gracias al valor de nuestros jóvenes. Y presidente, tenga la certeza de que su sacrificio no fue en vano. Su sacrificio fue una lección moral desde la cual se construirá un nuevo país. A 40 años de tu ida y con un nudo en la garganta digo, gracias Allende. Has sido el más grande. El presidente con carne de estatua.