Primer momento.- De los numerosos ensayos y reflexiones sobre la Unidad Popular, quizás una de las ideas centrales sea el de haber sido profundamente pionero en su tiempo, tratando de conjugar socialismo y democracia: hoy se hablaría de “socialismo democrático”.
En efecto, la experiencia de la UP significó la superación de los socialismos reales, con su secuela de falta de libertades individuales y colectivas, así como del juego elitista de la democracia representativa y tradicional, que si bien suponía mecanismos formales de participación, estaba lejos de ofrecer sociedades inclusivas.
En la práctica, fue la primera vez que las masas, (pueblo en esa época) llegaba al gobierno, con un programa centrado en mejorar la condición de vida de los más pobres y excluídos.
Ello produjo, por una parte, un nivel descomunal de expectativas para dichos sectores, y una respuesta de las clases dominantes aliadas con Estados Unidos, con la consecuente tragedia y quiebre de la democracia. Se podrá especular, a la luz de los acontecimientos posteriores, si el proyecto de la UP garantizaba gobernabilidad en un contexto de guerra fría; si era tan factible la implementación de su programa y las cuarenta medidas, o si se hicieron todos los esfuerzos para incorporar a sectores de la Democracia Cristiana identificados con el ideario progresista de Tomic (colectividad que había posibilitado el ascenso al gobierno de la Unidad Popular) al gobierno. Pero estas reflexiones provendrían desde una mirada actual, y para entender la “obcecación” de Salvador Allende y de grupos, movimientos y partidos que incluso exigían ir más allá del proceso de transformación que significó la UP hay que situarse en década de los años 60 – 70 signados por el triunfo de la revolución cubana – con toda la carga épica que ello significó -; lucha de los países no alineados y de movimientos de liberación nacional de América Latina, fuertemente influidos por la primera y por figuras legendarias como el Ché.
Por otra parte, la llegada al gobierno de Allende significó el acceso al Poder Ejecutivo, en tanto que los otros poderes del Estado siguieron obedeciendo a la burguesía criolla. También las Fuerzas Armadas, que al contrario de lo que se pensaba no fueron constitucionales ni respetuosas de la tradición republicana, sino obedientes a los sectores civiles de la oligarquía y a sus llamados reiterados a subvertir la institucionalidad.
Segundo momento.-
La dictadura significó la total supresión de todas las libertades públicas, junto a crímenes de lesa humanidad; En otras palabras, la transgresión de los principios, normas e instituciones de un Estado de derecho. En términos de desarrollo de la sociedad, José Donoso dijo que había significado una involución cultural de más de cincuenta años.
No obstante, y pese a la brutal represión, los partidos y movimientos opositores al régimen se reorganizaron y llamaron a la resistencia popular, la que recurrió a diferentes formas de lucha para enfrentar a la dictadura, y movilizar voluntades y conciencias. Entre ellas, las protestas populares, que comienzan a gestarse a comienzos de los 80, con el lema de “pan, trabajo, justicia y libertad”. Estas manifestaciones masivas significaron una articulación social de trabajadores, pobladores y estudiantes contra la situación económica provocada por la primera crisis del modelo neoliberal que habían ejecutado los chicago boys en su versión más ortodoxa con una cesantía que, de acuerdo a cifras oficiales, llegó a 26,4%, pero que en la realidad alcanzó más del 30%.
A partir de las protestas se fueron vislumbrando dos salidas posibles: aquélla materializada en el acuerdo nacional, que proponía un acuerdo de los diferentes sectores políticos y una confluencia de la élite política y aquéllos que estaban por el derrocamiento de la dictadura. Para viabilizar la primera, se crea la Alianza Democrática, en tanto que los sectores de izquierda se agrupan en el MDP. En esos años también surge la Intransigencia Democrática, con un reconocido intelectual como Moulián a la cabeza; dicha instancia posteriormente impulsará la Asamblea de la Civilidad.
Para fines de 1986 (año decisivo en la lucha antidictatorial), un sector de la oposición se pone de acuerdo con la expresión política del régimen y acuerdan una salida negociada, con la aceptación de Estados Unidos, que ve con preocupación el proceso de activación social y lo radical de su propuesta: fin a la institucionalidad de la dictadura; asamblea constituyente y sustitución del modelo económico imperante.
En 1988 se realiza el plebiscito con un amplio triunfo del “no” (más de 10 puntos de diferencia) y al año siguiente se efectúan las elecciones que darían por ganador al abanderado de toda la oposición. Patricio Aylwin asume el gobierno en medio de la incertidumbre de no haber logrado desalojar de la comandancia en jefe del ejército a Pinochet y tener a la derecha pinochetista cómodamente sentada en el parlamento.
El pueblo, que en los 80 había sido protagonista de jornadas emblemáticas en la lucha contra la dictadura, abraza y respalda entusiastamente a la Concertación, identificándola con el sector que posibilitó el término del régimen de facto. No obstante, junto con la reinstauración de mecanismos de democracia formal, la llamada “transición a la democracia” implicó acuerdos entre las élites y exclusión de la sociedad civil en las sucesivas administraciones.
Coral Pey G.