Marta Lidia Ugarte Román nació en Santiago el 29 de julio de 1934. Fue profesora, modista, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Chile, secretaria de la diputada Mireya Baltra, Encargada Nacional de Educación del PC, jefa provincial en Santiago de la Junta de Abastecimientos y Precios (JAP) de DIRINCO, durante el Gobierno de Salvador Allende.
BUSCADA POR LOS AGENTES DE LA DICTADURA
Desde la fecha misma del golpe fascista del 11 de septiembre de 1973 fue buscada por agentes de la dictadura. Marta Ugarte, como muchas heroicas compañeras y compañeros pasaron a la clandestinidad para luchar por reconquistar la democracia para Chile. Para eludir la persecución de los esbirros de la tiranía, dejó su domicilio y se fue a vivir en Villa Catamarca calle Nº 42195-D, en compañía de una anciana quien la quería mucho. Una de las compañeras con quien trabajó en esos difíciles momentos fue Sola Sierra.
El 9 de agosto de 1976, llamó a una hermana, comunicándole que iba al médico, que saldría de la casa alrededor de las 14,30 horas y que después la llamaría para contarle como le había ido. Fue ésta una medida de seguridad.
EN MANOS DE LOS VERDUGOS
No hubo tal llamado. Al día siguiente la hermana se dirigió a donde vivía Marta. Viajaba en un vehículo de la locomoción colectiva, cuando cerca de la casa, divisó a Marta que iba dentro de un auto de Investigaciones, en el asiento trasero entre dos hombres de civil. Llevaba lentes oscuros. La hermana supuso que debajo de los lentes llevaba los ojos tapados, pues a corta distancia no la reconoció y parecía no ver nada.
La hermana esperó que se alejara el auto y conversó con la dueña de casa, quien le informó que después de salir el día 9 no había regresado. Hizo muchas diligencias en compañía de otra hermana.
LA “JUSTICIA” CÓMPLICE DE LA DICTADURA
Con fecha 16 de agosto de 1976 se interpuso un recurso de amparo a favor de Marta Lidia Ugarte Román, con el rol 761-76, que no fue acogido ni por la Corte de Apelaciones ni la Corte Suprema. Los antecedentes fueron remitidos al Juzgado del Crimen de San Miguel, donde los familiares presentaron otro escrito por presunto secuestro, reiterando que la desaparecida había sido buscada por agentes de civil Se llevaron a cabo un sinfín de gestiones destinadas a lograr de parte de las autoridades el reconocimiento de la detención y el lugar de su reclusión.
No se obtuvo ningún dato. La dictadura jamás reconoció su detención.
El Presidente de la Corte Suprema se negó a recibir en audiencias a las hermanas de Marta, aduciendo que el Servicio de Inteligencia había comunicado que no existía ninguna persona detenida con el nombre de Marta Ugarte.
EN LA PLAYA LA BALLENA
El 12 de septiembre de 1976, apareció en las páginas de la ‘crónica roja’ de la prensa de Santiago, especialmente en “ La Tercera ”, la noticia sobre el descubrimiento del cadáver de una mujer desconocida, que había sido encontrado por un pescador en la playa de La Ballena , en Los Molles. Según la información, la mujer habría sido asesinada por varios delincuentes. Presumiblemente muerta días antes de ser encontrada. Su cuerpo estaba quemado, los brazos y cuello amarrados con alambres; un brazo quebrado y todas las vértebras rotas, dando la impresión que su cuerpo había sido lanzado desde una altura considerable.
Las noticias continuaron apareciendo en los días siguientes. Se afirmaba que la identidad de la víctima ya era conocida, que se mantenía en reserva ‘para no entorpecer el desarrollo de la investigación’. Se adelantaba que seguramente se trataba de un crimen pasional y el asesino sería, presumiblemente el marido o el amante.
UNA CORAZONADA DE LAS HERMANAS
En la mañana del 23 de septiembre, las hermanas fueron informadas en la Vicaría de la Solidaridad que la denuncia por secuestro en el caso de Marta Ugarte, presentada en el Juzgado de San Miguel había sido rechazada, declarándose el juez ‘incompetente’.
Ese mismo día, en la tarde, las hermanas fueron al Instituto Médico Legal a solicitar que se les mostrara el cadáver que habían traído desde La Ligua. Ésta fue una corazonada, ya que sólo el color de su pelo coincidía con las fotografías que habían publicadas.
Fueron recibidas por el asesor jurídico a quien le explicaron la razón de su ida. Él les pidió una foto de su hermana y después de una larga conversación con el Director del Instituto, fueron recibidas por éste. El Director les preguntó qué eran ellas de la mujer de la fotografía.
VIERON SU CUERPO MARTIRIZADO
Luego las interrogó sobre detalles relacionados con Marta. Finalmente les afirmó que el cuerpo que tenían correspondía a la foto. Les dijo que debían tener valor para pasar a ver el cuerpo, que estaba en muy malas condiciones debido al tiempo transcurrido.
Las hermanas contemplaron el cuerpo martirizado de Marta Ugarte. Sus manos, pequeñas en vida, estaban muy largas y sin uñas, lo mismo ocurría con sus pies. Las piernas estaban casi desprendidas a la altura de la ingle; la piel, en muchas partes presentaba huellas de quemaduras recientes y heridas punzantes. Les permitieron ver sólo el lado izquierdo. Observaron que le falta una parte de la lengua.
UN VALIOSO TESTIMONIO
La dictadura seguía negando haber detenido a Marta Ugarte. El 24 de agosto de 1976, el dirigente sindical Pedro Jara Alegría entregó el siguiente valiente testimonio:
“Que la Junta Militar diga que nunca ha tenido detenida a la compañera Marta Ugarte es una vulgar mentira, como todas las que acostumbra a decir la Junta. El que habla puede decir esto con todo conocimiento de causa, porque yo estuve al lado de la compañera Marta Ugarte.
“Y voy a relatar mi caso para que vean que no estoy mintiendo, porque hay documentos que certifican que lo que voy a decir es verdad. Yo fui detenido el 18 de agosto de 1976. Me llevaron con tela adhesiva en los ojos, como acostumbra esta gente.
Allí, en Villa Grimaldi, me cambiaron la tela por una venda, porque allí todo el mundo andaba vendado y me metieron en una cajoneta…
“Voy a relatar la forma como me encontré con Marta Ugarte. Un día antes de salir de allí, de Villa Grimaldi, fui trasladado a una celda más cómoda, pues la que teníamos era una especie de cajoneta de un metro y medio cuadrado, donde uno duerme así encogido. Un día antes de salir fui trasladado a una celda más grande, junto con dos compañeros más. Cuando me trasladaron a esa celda me encontré con la novedad que quien tenía a mi lado era la compañera Marta Ugarte, que la conocía durante muchos años y que también la conocía en los actos que hacíamos en el Partido…
“Ahí estuvimos charlando. Me contó que la colgaban por horas, casi día por medio, cuando la sometían a interrogatorio. También me contó que el compañero Víctor Díaz estaba en otra celda. Había sido sometida ella a un careo con Víctor Díaz. Eso fue en Villa Grimaldi.”
EL CORONEL ORDENA
De Villa Grimaldi, Marta Ugarte fue trasladada al sector de Peldehue, en terrenos del Ejército, donde –por órdenes del oficial de la DINA , coronel de Carabineros Germán Barriga Muñoz- debía ser asesinada por medio de una inyección que el ‘doctor’ Osvaldo Pincetti, conocido como ‘el brujo’ en la DINA , debía colocarle.
Un ex agente, de iniciales E.V.T., que perteneció a la Brigada Tucán mandada por el coronel Barriga, relató ante un tribunal de justicia: “La inyección que el doctor Pincetti le puso a Marta Ugarte parece que no la dejó totalmente muerta o adormecida. Nos percatamos que, al momento de ensacarla, todavía se seguía moviendo.”
La orden que dio el coronel Barriga fue terrible: “Todos estábamos ahora apurados porque el helicóptero venía. Entonces abrimos el saco, cortamos uno de los alambres que ataban el trozo de riel al cuerpo de la dirigente comunista y la ahorcamos con él. No se movió más. Después amarramos nuevamente el saco con el mismo alambre. Llegó el helicóptero Puma del Ejército. Y Barriga ordenó subir los cuerpos a bordo”.
FONDEADOS DESDE UN HELICÓPTERO
E,V.T., el cabo Leyton y otro par de agentes ayudaron a cargar los cuerpos.
El Puma se dirigió a alta mar, llevando al piloto, un copiloto y un agente Luego de percatarse que no había testigos, lanzaron los bultos al mar. Cayeron al fondo del mar. Pero uno de ellos, el de Marta Ugarte, al que faltaba una de las amarras del riel de tren, permitió que éste se desprendiera, liberando el cadáver de la dirigente comunista hacia la superficie. El agua lo llevó hacia la costa, depositándolo en la playa La Ballena.
La campaña publicitaria de la prensa pro dictadura culminó y cesó el 27 de septiembre con la aparición de una clara fotografía que permitía fácilmente identificar a la víctima.
Demoraron en entregar el cadáver. Sólo el 8 de octubre de 1976 fue sepultada en el Cementerio General Marta Lidia Ugarte Román.
INFORME RETTIG CONFIRMA EL CRIMEN
A comienzos de marzo de 1991 la publicación del Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, o Informe Rettig, permitió la comprobación parte de la verdad de los crímenes cometidos por la dictadura de Pinochet.
Refiriéndose al caso de Marta Ugarte, señaló:
“El 9 de agosto de 1976 fue detenida por agentes de la DINA la militante del Partido Comunista y miembro de su Comité Central, Marta Lidia Ugarte Román. Según testigos, la afectada permaneció recluida en el sector denominado ‘ La Torre ’ de Villa Grimaldi, muriendo posteriormente a consecuencia de las torturas de que fue objeto. Su cadáver fue arrojado por sus captores al mar, pero no obstante las precauciones que éstos tomaron para evitarlo, fue encontrado semidesnudo dentro de un saco amarrado a su cuello con un alambre, el 9 de septiembre de ese mismo año en la plaza La Ballena , ubicada en Los Molles. Según el informe de la autopsia, la afectada sufrió en vida una luxo fractura de columna, traumatismo toraco abdominal con fracturas costales múltiples, ruptura y estallido del hígado y del bazo, luxación de ambos hombros y cadera, y una fractura doble en el antebrazo derecho, habiendo fallecido el 9 de septiembre de 1976.
La Comisión llegó a la convicción de que Marta Ugarte fue detenida y hecha desaparecer forzosamente por agentes del Estado, quienes violaron así sus derechos humanos, lo que se confirma por el hecho de que fortuitamente haya aparecido su cadáver que sus captores intentaron ocultar arrojándolo al mar”.
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER