Nada nuevo bajo el frío invernal santiaguino. A la derecha política le gusta la iglesia católica cuando está al servicio de sus intereses; la iglesia estaba muy bien cuando Benedicto XVI condenaba la Teología de la Liberación, mejor aún cuando quería volver a la misa, cantada con latín de perros y seguía condenando a las parejas separadas y el uso de los preservativos. Ahora, qué dirá con Francisco.
Un cura puede ser, perfectamente para la derecha, un psicólogo, un obstetra, un biólogo, un neurólogo, pero nunca un sociólogo o un economista: jamás un Obispo puede tocar a los empresarios, especie de Cristos Crucificados, según el teólogo neoliberal Michael Novak. Los empresarios nunca han matado peces en el río Calle Calle, Bío y Bío y Licantén; son seres generosos para acrecentar el salario de sus obreros; si el cura se limita a ser un misionero de los ricos, como lo hacen los Legionarios de Cristo y los Opus Dei, será considerado un apóstol, pero si se atreve a denunciar las injusticias sociales, se convertirá en un compañero de ruta de los comunistas, como ocurrió en el pasado con el hoy San Alberto Hurtado, transformado en patrono del país donde existen más diferencias entre ricos y pobres.
Ya ha transcurrido un siglo en que el Diario Ilustrado prefiriera los avisos económicos de fajas y sostenes franceses a publicar la Encíclica Rerum Novarum, de León XIII, que sólo tenía de novedoso exigir un salario justo y denunciar el tratamiento, casi de esclavo, que se daba a los obreros modernos. Hoy, un demócrata cristiano, presidente de CODELCO prologó, innecesariamente un conflicto laboral por más de 35 días, que costó pérdidas al Estado por casi 100 millones de dólares – nada más tonto que creer que este es dinero de todos los chilenos – . Los tecnócratas de Expansiva y de la Democracia Cristiana le salieron más caro a Chile que cualquiera de los oligarcas que dilapidaban fundos, a comienzos del siglo XX.
Evelyn Matthei es bastante pretenciosa y un tanto prepotente al creer que es la única que sabe de economía en Chile, razón por la cual se atrevió a dictar un “bula” de excomunión, por ignorancia de esta esotérica ciencia, en contra del Obispo Alejandro Goic, cuyo único pecado fue pedir a los empresarios un sueldo ético de $250.000 para cada trabajador idea que, por lo demás, se le había ocurrido al Cristo de Palo Pablo Longueira en sus afanes populistas. El texto de nuestra esclarecida Papisa – que nada tiene que ver con la Papisa Juana, de la Edad Media – comenzaba diciendo que don Alejandro tenía cosas que explicar al país y remataba “yo creo que el Obispo no tiene idea de economía y se está metiendo en cosas muy difíciles “. Según Matthei, el sueldo mínimo ético condenaría a los trabajadores a la cesantía, destruyendo las pequeñas y medianas empresas. O la economía es una ciencia, sirvienta de los ricos, o sirve para conocer, entre otras materias, cómo se reproduce la vida material. Cuántas veces hemos escuchado los mismos argumentos que amenazan con el caos cuando se quiere acortar la brecha entre ricos y pobres; siempre, ante cada posibilidad de aumento de salarios, la derecha amenaza con el caos.
Hace tiempo que los Obispos vienen denunciando que no es posible vivir con el salario mínimo , que es necesario propiciar un cambio que acorte la brecha entre el rico Epulón y el pobre Lázaro. Poco avanzaron los gobiernos de la Concertación por el pago de la deuda social, pues sigue sin mayores cambios. ¿Le tuvieron miedo a la derecha y a los empresarios, que se convirtieron en sus predilectos? Provoca una indignación moral que Chile tenga en sus arcas cerca de 30 billones de dólares, administrados por el Banco Mundial, mientras un millón de chilenos viven en la pobreza. Por lo demás, quienes padecen los efectos de la inflación son siempre los pobres – se calcula que un 50% de su magro presupuesto se gasta en alimentos, que por estos días han subido 100% o más. Es que los tecnócratas y los que dicen estar en la primera línea de los economistas no se les ocurre que invertir el superávit fiscal en hospitales, escuelas, viviendas y salarios dignos para los trabajadores, es la mejor manera de lograr una mejor calidad de vida y menos riesgo de un grave quiebre social.
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Rafael Luis Gumucio Rivas