Noviembre 25, 2024

Telescopio: aclarándose el panorama (bueno, un poco)

Evelyn Matthei ya es la candidata de la derecha, opción más o menos lógica ¿o alguien podía pensar que Andrés Allamand, que tiene menos carisma que un macetero, podía ser el abanderado? Entretanto en la Nueva Mayoría desde hace rato ya todos saben quién maneja el tren, pero lo que no se sabe es adónde se dirige.

Esto de la candidatura presidencial en la Alianza por Chile, el nombre oficial de la coalición derechista, ya se prestaba para toda clase de chistes: un día tenían al tipo más carismático y popular de todo el gabinete, sólo para que al poco tiempo lo echaran a un lado fundamentalmente por el establishment de una derecha que lo veía como un “advenedizo”, un recién llegado que quería a la primera sacarse la lotería y que amenazaba desplazar a otros con más antigüedad. Súbitamente Laurence Golborne fue descartado y en su lugar apareció Pablo Longueira, quien luego de ganarle en la primaria al opaco Allamand se encontró con un serio problema de salud que lo obligó a bajarse de la carrera. Entra ahora triunfalmente Evelyn, sí la misma que no tiene empacho en sacarle la madre a quien se le ponga en el camino.

 

Curioso el fenómeno “Evelyn” si así lo pudiéramos llamar. Si aplico los parámetros descriptivos utilizados por Óscar Contardo en su libro Siútico la candidata de la UDI caería muy bien en esa categoría, sin embargo con ciertas reservas pues se trataría de una siútica con rasgos muy populistas, alguien que al revés de los siúticos más típicos, en lugar de buscar asimilarse al sector social alto (al que de todas maneras ha arribado, pero por las circunstancias muy especiales que creó la dictadura, al darle mayores ingresos y status a los militares) ella no elude identificarse con sectores populares, o por lo menos como ella entiende que hablan o se expresan esos sectores, de ahí su extenso uso de groserías. Expresiones que en otras circunstancias a lo mejor serían chocantes, pero que ella ha logrado manejar para su propio favor. En parte apoyándose en sentires un tanto contradictorios en el imaginario popular: esto es que por un lado decir “garabatos” se ve como vulgar o “de roto”, pero por otro esta debilidad puede perdonarse y hasta encontrar elogio en algunos sectores cuando se lo hace bajo ciertas circunstancias: “preferible una chica bonita diciendo palabras feas que una vieja fea diciendo palabras bonitas…” señala un viejo decir popular. Por cierto me pongo de inmediato a resguardo de que algún quisquilloso me vaya a catalogar de machista por hacer referencia al aspecto físico de la mujer, que en este caso aunque el pasar de los años ciertamente ha marcado su rastro, cuando comenzó su carrera política hace más de veinte años la candidata derechista era indudablemente atractiva, en esto uno no puede ser sectario.

 

Dejando eso bien establecido, la verdad es que la presencia de Evelyn Matthei como candidata hace indudablemente la campaña y la elección presidencial misma mucho más interesante: es una dulce ironía que en un país tan abrumadoramente machista como Chile, sean dos mujeres las principales contrincantes que se enfrentarán en los comicios de noviembre. Michelle Bachelet, la más probable ganadora de esa contienda, va a tener en Evelyn Matthei, una combativa contrincante, independientemente de los métodos cuestionables con los que ella puede haber construido esa imagen, pero evidentemente la imagen de combativa fierecilla la tiene, seamos honestos en esto. Lo cierto es que hubiera sido mucho más fácil con Longueira como oponente (con el grisáceo Allamand hubiera sido una brisa…)

 

El “fenómeno Evelyn” de alguna manera ilustra también otra faceta de la derecha. Seguramente como siútica que la deben considerar aquellos de la derecha más rancia y tradicional, su lenguaje populachero, en particular su abundante vocabulario de garabatos, por otro lado tiene una cierta raigambre en la psicología patronal. En efecto, la derecha de caballeros y damas actuando refinadamente es una de las máscaras, persona usando la terminología de Jung, que los sectores dominantes han utilizado para acentuar su superioridad sobre las clases oprimidas: el uso de un vocabulario amplio al que las masas menos educadas no tienen acceso. Esa máscara colectiva de la clase dominante ha servido para fijar una distancia entre patrones y trabajadores. Sin embargo hay otra máscara que también ha sido utilizada para afirmar la dominación, aquella del patrón de fundo que utiliza los mismos términos, habla del mismo modo y además utiliza los mismos garabatos de sus peones. Eso no lo hace menos patrón, pero sí genera un tipo diferente de dominación a partir de una presunta comunidad de lenguaje. Evelyn Matthei utiliza magistralmente esta máscara que por otro lado calza bien con otro fenómeno social que se ha dado desde los tiempos de la dictadura y que se ha ahondado en estos últimos años: la “lumpenización” de la sociedad chilena.

 

Por cierto el crecimiento del lumpen tiene muchas manifestaciones, las más notorias la conversión de otrora barriadas obreras en focos de variadas formas de criminalidad hoy, así como en pequeños actos antisociales como el vandalismo de sitios públicos o la evasión del pago en los buses del Transantiago. Sin embargo hay también una influencia del lumpen en las conductas de otros sectores sociales, por ejemplo el abrumador uso de garabatos en el lenguaje de la gente. El hecho que esto se reproduzca incluso en los programas de la televisión hace una validación social de esta conducta. En este contexto entonces una candidata presidencial a la que frecuentemente “se le cae la gramática” como solíamos decir antes cuando esa conducta era inusual, calza de manera precisa en el marketing que la derecha quiere hacer de su abanderada. Excepto que esa es la suposición que la derecha y la propia candidata hacen del pueblo a partir de su propia visión sesgada de lo que el pueblo (la “chusma” como decía el viejo Arturo Alessandri, la “gallá” como simpáticamente la llamaba la revista La Firme en la época de la UP, o la “rotada” como seguramente los próceres de la derecha se refieren a ella cuando están solos en sus clubes privados) es, incluyendo su manera de hablar. El problema es que con la manipulación mediática de hoy, esa concepción de la gente hablando de una manera cercana a la del lumpen se ha convertido o la han hecho aparecer como una cosa “simpática”, lo que en verdad puede hacer que mucha gente a su vez vea con simpatía este hablar campechano y “garabatero” de la candidata derechista. A falta de ideas nuevas, al menos habrá maneras de expresarse nuevas, intentando capitalizar la simpatía que eso pueda despertar en aquellos para quienes decir garabatos sea una conducta habitual.

 

Mientras la derecha tiene al fin a su abanderada, en las filas de la Nueva Mayoría se pone en marcha el comando para una campaña que todas las encuestas dan como carrera corrida para Michelle Bachelet. Esto significa que en la constitución del comando central así como los que se forman en cada región, lo que en verdad se produce es más bien un posicionamiento con miras a los cargos y responsabilidades que sus integrantes tendrán en un futuro gobierno que todos dan por descontado que va a ocurrir, con tanta certeza como que hará calor en el verano.

 

La propia candidata ha llamado a ser más prudente en esto. En estricto sentido ella tiene razón: la carrera no está ganada sino hasta el momento en que se corre. Este es ciertamente un fenómeno curioso, excepto por la primera campaña después de la dictadura, cuando ganó Patricio Aylwin, en prácticamente todas las otras elecciones no era tan claro predecir el resultado y las encuestas—de por si no muy fiables—no aseguraban un triunfo tan claro como lo hacen ahora. Por cierto aun estamos a cuatro meses de la elección y siempre puede haber factores imponderables que pueden cambiar el panorama, sin embargo difícilmente hoy en día alguien se atreve a apostar en contra del triunfo de la candidata de la Nueva Mayoría. Esto hace que a su vez los apetitos de unos cuantos se empiecen a abrir mucho antes también, y que del mismo modo poderosos intereses busquen posicionarse de modo influyente desde ya.

 

La presencia de dos economistas claramente identificados con el status quo en lo que hace al modelo económico, ha sido motivo de preocupación en los círculos de la izquierda en el campo de Michelle Bachelet. José de Gregorio y René Cortázar, ambos demócratacristianos son visualizados no tanto como representantes de ese partido—algo a lo que por lo demás la DC como parte de la coalición tendría pleno derecho—sino más bien como representantes de los sectores que se benefician con el actual modelo económico neoliberal. Para peor, Cortázar viene con un fuerte lastre de tipo ético: el haber sido uno de los ejecutivos multados por las prácticas ilícitas de la tienda La Polar. ¡Por muchísimo menos la derecha bajó a Golborne de la primaria presidencial! ¿Son los standards morales de la Nueva Mayoría menos exigentes que los de la propia derecha?

 

Por supuesto Michelle Bachelet tiene un capital político en su popularidad que va mucho más allá de los partidos que la apoyan, pero ello no debe hacer pensar que no los va a necesitar—sea eso para bien o para mal—por eso mismo uno observa que no sólo hay posicionamientos de personajes deseosos de estar en la foto con la que se visualiza como futura presidenta, sino también hay un similar posicionamiento de los partidos. Eso independientemente de que los partidos mismos en estos momentos no gocen de un gran prestigio entre la ciudadanía.

 

Como señalaba al comienzo sin embargo, el gran problema en la Nueva Mayoría es que se tiene bien claro quién es la conductora del tren, pero adónde ese tren se dirige es todavía materia de conjeturas: ¿hacia una nueva constitución? De repente pareciera que sí, pero la respuesta es mucho más brumosa si uno se pregunta cómo. Al momento que escribo esta nota las cartas parecieran estar en contra de la asamblea constituyente, el mecanismo más democrático y que asegura una mayor participación ciudadana. Pero admito que las cosas pueden cambiar porque como señalo, no es claro hacia donde el tren se dirige. En un momento la candidata dijo que favorecía el retorno de las escuelas al Ministerio de Educación. Sin embargo esa no es la respuesta que los que quieren desmunicipalizar la educación desean ver. Y con toda razón: retornar al modelo ultracentralizado en el cual para nombrar a un profesor en Coyhaique había que esperar la resolución de Santiago sería volver a implementar no sólo un modelo ineficiente sino además uno que se prestaba a muchas situaciones de corrupción, como muchos veteranos del medio educacional recordarán. Lo que se requiere es establecer un sistema descentralizado, en el cual las escuelas y liceos dependan de consejos escolares locales que a su vez sean responsables a la respectiva ciudadanía que los establecimientos sirvan. Y sí, los miembros de esos consejos escolares deben ser elegidos. Un poco más de democracia no le hace mal a nadie, mucho menos al sistema educacional. La candidata después modificó un tanto la primera declaración. Pero esto es justamente una indicación de esta incertidumbre respecto del destino del tren que conduce.

 

Por supuesto de lo que se trataría es de buscar una manera de aprovechar el movimiento creado en torno a la figura de Michelle Bachelet—cuya popularidad es un hecho innegable—para en conjunto con una movilización social a gran escala se pueda promover el cumplimiento de las tareas que los movimientos sociales han estado demandando: nueva constitución a través de una asamblea constituyente, descentralización no sólo de la educación sino de la mayor parte de la administración del país, modificación sustancial a la previsión, no mediante la creación de una AFP estatal cuyo comportamiento no podría ser mayormente diferente del de las otras AFPs, sino hacer lo que se hizo en Argentina donde la dictadura había instalado un sistema similar: dar la posibilidad que los imponentes opten entre un sistema de capitalización individual (AFP) o de fondo solidario, y con ello el derecho de mover sus fondos sin penalidad de un sistema a otro. ¿No es acaso el capitalismo un sistema que ofrece una libertad de elegir a los consumidores? Pues bien, los que quieran permanecer en las AFPs lo podrían hacer, los que quieran ir a un sistema solidario (probablemente administrado por un IPS autónomo, de modo que los gobiernos no puedan utilizar sus fondos para financiar sus déficits) lo podrían hacer también. ¿Qué más democrático que eso. Valga señalar que en países capitalistas como Canadá, las pensiones son administradas por un organismo estatal autónomo. Todos—empleados y empleadores—contribuyen a ese fondo solidario. Pero también hay un equivalente—complementario—que es administrado privadamente por bancos y otras instituciones financieras, los Planes de Ahorro para el Retiro, que se basa en contribuciones voluntarias. Las AFPs pueden devenir un canal para el ahorro extra de aquellos que quieran suplementar su pensión, pero no el sistema previsional de base.

 

Veamos adonde el tren conducirá, porque eso dependerá en gran medida de la capacidad de movilización de la ciudadanía. Pero para ello es importante estar implicado y querer participar, y de modo creativo y audaz, pero también positivo, porque sacar los rieles por donde va el tren para que éste descarrile no resolverá problema alguno tampoco.

 

 

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *