Diciembre 26, 2024

Claudio Orrego perdió por apostar a Dios y no a los curas

Nunca ha sido más evidente que hoy aquella frase del Quijote “Llegaron los sarracenos y nos molieron a palos, pues Dios favorece a los malos cuando son más que los buenos”. Claudio Orrego creyó que bastaba con invocar a Dios para que la Democracia Cristiana saliera del marasmo en que se encuentra, desde comienzos del siglo XXI – al parecer, el Ser Supremo terminó favoreciendo a la agnóstica, Michelle Bachelet – y no es nada raro, pues hasta la curia romana está en graves aprietos y, además con el agravante de estar dominada por las mafias masónicas. La Democracia Cristiana, en su época de gloria, (1964-1966), siguió el consejo de Diego Portales de “no creer mucho en Dios y sí en los curas”, y qué bien le fue al seguir este precepto: sin el apoyo decidido de los Jesuitas y su Revista Mensaje, no hubiera sido tan exitosa La Revolución en Libertad.

 

La mezcla entre religión y política es, a mi modo de ver, fatal para la república, que debe ser laica. Definitivamente, los partidos políticos de inspiración cristiana están siendo desahuciados por la opinión pública, sea en la vertiente Opus Dei, Legionarios de Cristo y franquismo, o en la socialcristiana, que quiso resucitar, muy inoportunamente, Claudio Orrego y sus “príncipes” democratacristianos, suponiendo que la Democracia Cristiana representa el centro católico y, los radicales, el laico.

 

Desde hace algunos años ha ido creciendo en rechazo popular a raíz de los escándalos de pedofilia y corrupción del Banco Vaticano. La llamada doctrina social católica ha perdido vigencia: cada vez se escucha, con menos fuerza, la crítica al neoliberalismo y a un mundo dominado por la adoración del dinero.

 

La Democracia Cristiana, hoy carente de cuerpo doctrinario, de mesianismo y de mística, que caracterizó la historia de La Falange se ha convertido en un Partido vacío de ideas y de inserción popular – está muy lejos de la llamada “revolución nacional y popular” -. En el invierno de su historia a la cual asistimos actualmente, sólo le importa sus dirigentes, el poder y buscar la mejor forma de repartirse la “teta” del Estado; este proceso es muy similar al del Partido Radical, que sobrevive del recuerdo centenario de sus fundadores y de una gran habilidad para usufructuar del sistema binominal, eligiendo más parlamentarios de los que su votación les permitiría si existiese proporcionalidad.

 

Si analizamos los resultados electorales del partido democratacristiano, podemos colegir su acelerado descenso: en 1989 había elegido 38 diputados, con el 25,9%; en 2005, 20 y 20,7%; ; en 2009, 19 diputados, el 14,2%. En las elecciones municipales de 2004, 99 alcaldes, el 21,9%; en 2012, 55, con 17,6%; en la elección de concejales, en 1992 logró 643 y, en 2012, 223 concejales – las cifras hablan por sí solas -.

 

Es posible que el 8,8% obtenido por Claudio Orrego en las primarias sea menor que el porcentaje que logre en las próximas parlamentarias y el de consejeros regionales. Es evidente que los negociadores de la DC, esta vez dirigidos por los “maquineros” de Gutenberg Martínez, lograrán las mejores ubicaciones para sus candidatos al parlamento y a los cargos públicos, en el eventual triunfo de Michelle Bachelet.

 

En el primer acto, luego de la elección en las primarias, en la cual la candidata obtuvo un holgado triunfo respecto a sus “enanitos” rivales, reaparecieron, en La Florida los “bacalaos” que tan hábilmente se habían escondido – Soledad Alvear, Claudio Orrego, el anciano alcalde DC, de Macul, un personaje apitutado que se niega a participar en primarias, y otros connotados dirigentes de la Democracia Cristiana, y socialistas, entre ellos Carlos Montes, designado, a dedo, como candidato a senador por Santiago Oriente – y la escena era una verdadera apoteosis del eje socialista-democratacristiano, (algo así como hacer revivir el Partido transversal Mapu-Martínez). En la Nueva Mayoría, que es un invento, ahora se produce el reemplazo de la alianza socialista-comunista por la democratacristiana-socialista – la Concertación vuelve a su forma original, a sus mismos vicios y malas prácticas políticas y los “rabanitos” vuelven a su papel marginal de “Mendocitas” de la Nueva Mayoría.

 

Aun cuando en extinción, la Democracia Cristiana sabrá potenciar, al menos por poco tiempo, su potencial simbólico y los restos de una historia exitosa, como aquellos herederos de sonoros apellidos que dilapidaron toda su fortuna, pero les queda siempre el honroso recuerdo de sus ancestros. Es preciso consignar que Dios no es democratacristiano y los curas están muy desprestigiados para repetir la prédica de Don Camillo: “hay que votar por un candidato demócrata y cristiano”.

 

 

Rafael Luis Gumucio Rivas

04/07/2013.

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