Con la culminación de las llamadas “primarias”, termina un insostenible suspenso: el duopolio tiene candidatos a la elección presidencial y, como era de esperar, uno es de la Alianza y el otro de la Concertación.
Más del 80% de los electores no consideró oportuno desplazarse a las urnas, lo que profundiza el desapego ya mostrado por la ciudadanía con ocasión de las últimas elecciones municipales en las que la abstención fue de un 60%, mientras un 7% votaba blanco o nulo.
Los resultados anunciados precisan que dos tercios de quienes participaron lo hicieron en las primarias de la Concertación, y un tercio en las primarias de la Alianza. Después de aprobar una ley ad-hoc que le otorgó financiamiento público a una contienda privada que concierne a una mínima fracción de la opinión pública, después de confiscar la prensa y la televisión durante semanas, después de soporíferos debates en los que los precandidatos en presencia pusieron mucho empeño en mostrar que nada les separaba, después de mucha publicidad del Estado llamando a votar… la Concertación movilizó un 12-13% del electorado, y la Alianza –actualmente en el poder– solo a un 7-8%.
Como queda dicho, más del 80% de chilenas y chilenos estimaron que las alternativas propuestas (?) no eran motivación suficiente para ir a depositar su voto. ¿Puede estimarse que estas primarias fueron un “éxito”?
Detrás de las sonrisas de rigor, la inquietud cunde en los dirigentes de la política parasitaria: nada está resuelto, no hay mayoría social para ninguna de las dos coaliciones, no hay propuestas programáticas claras, Bachelet no sale de su ambigüedad y la principal –sino la única– crítica que le hace Longueira es su supuesta “izquierdización”. Viniendo de quién viene… eso es leve como crítica.
Parafraseando a un poeta brasileño, se puede decir que “Quién no esté confundido es que no está bien informado”.
Todo está por hacer, todo es posible, incluso devolverle el poder al Pueblo Soberano.
Para ello es necesario movilizar al 80% que no votó. Poner en evidencia que la única alternativa de cambio real pasa por fortalecer los movimientos sociales y las reivindicaciones sindicales, regionales y estudiantiles. La participación del pueblo es la condición indispensable para dejar atrás la larga noche de la dictadura y de la consolidación de su nefasta herencia.
Ese es el proyecto de “todosalamoneda”, cuyo objetivo es el de hacer de cada chilena, de cada chileno, un actor de su propio destino.
Aquí deben confluir quienes históricamente sostuvieron las luchas sociales, los herederos de Santiago Arcos, de Francisco Bilbao, de Luis Emilio Recabarren, de Pedro Aguirre Cerda, de Clotario Blest, de Radomiro Tomic y de Salvador Allende.
El pueblo debe acumular fuerza propia para izar sus propias banderas, para darle prioridad a sus propias reivindicaciones, para ponerle término a las AFP, para hacer posible la Educación Pública, Laica y Gratuita, la renacionalización del Cobre, la Salud pública universal, el reconocimiento de los pueblos originarios, la defensa de nuestra Naturaleza, una Reforma Tributaria que imponga justicia fiscal, y el medio que conduce al restablecimiento de todos sus derechos: la Asamblea Constituyente encargada de devolverle a Chile su carácter de República, dotándola de una Constitución democrática.
En esta lucha deben confundirse el pueblo que votaba socialista, los aguerridos militantes comunistas, la masa de pueblo sensible al socialcristianismo, los herederos de quienes crearon el Estado docente y la CORFO, e hicieron realidad eso de “Gobernar es educar”.
De esa manera, “todosalamoneda” puede transformarse en la bandera de millones y millones de ciudadanos y ciudadanas que están al margen de todo, y podría renacer la esperanza.
“todosalamoneda” es la trinchera de los preteridos, de los ignorados, de los ninguneados, de los sin derechos, de los explotados, de quienes producen día a día con su esfuerzo las riquezas que hacen la fortuna de otros.
Llamamos solemnemente al pueblo a ponerse a la cabeza de esta gesta histórica, cuyo objetivo principal es devolverle el poder al Pueblo Soberano.
Santiago de Chile, 1º de julio de 2013