¿Es válido que estudiantes secundarios, con su toma de colegios, amenacen el desarrollo de una elección primaria? Sí, es válido. Cuando las demandas sociales chocan con un muro constitucional ilegítimo, hecho a sangre y fuego por la dictadura más sanguinaria de Latinoamérica. Cuando la gradualidad de la social democracia no logra en 20 años, persuadir a la derecha ni a la democracia cristiana en el parlamento para cambiar una constitución ilegítima y termina firmando su parche reformista.
Cuando la educación no es un derecho, sino un privilegio. Cuando los ahorros para la jubilación de los chilenos pasan a mover un mercado de capitales que enriquece a bribones especuladores y empobrece a cotizantes. Cuando los medicamentos vendidos en farmacias son los más caros del mundo y cuando mueren humanos por no contar con cobertura para sus enfermedades. Cuando la calidad de tu educación, jubilación y salud dependen de lo bien o mal que te vaya en la vida. Cuando vives en esa realidad, todos los espacios públicos se transforman en válidos territorios de disputa social. Los estudiantes están en lo correcto, quienes les tratan de intransigentes o ultrones, perdieron la perspectiva histórica. Ya lo decía Gramsci: “la naturaleza compleja de la sociedad civil moderna implica que la única táctica capaz de minar la hegemonía de la burguesía y llevar al socialismo es una guerra de posiciones (análoga a la guerra de trincheras)”
¿La violencia de las marchas pone en peligro la paz social de Chile?
Falso. La paz social se rompe cuando la dictadura militar interrumpe el proceso de “integración hacía adentro” generado por el frente popular, Alessandri, Frei Montalva y Allende. Cuando se interrumpe el cambio de matriz productiva que Chile intentaba llevar a cabo con sus cordones industriales, cooperativismo, empresariado popular y recursos naturales en manos del estado. La derecha y sus fuerzas armadas nos devuelven al modelo portaliano de “la integración hacia afuera”, en el que se importa todo, se produce nada y se regalan los recursos naturales a transnacionales. La paz social se fractura, cuando se asesina a miles de compatriotas para implementar el modelo económico neoliberal más salvaje del mundo. La paz social termina, cuando ese modelo económico, nos transforma en el país más desigual de América Latina. Como diría alguien por ahí “si quieres paz, prepárate para la justicia”.
¿Y por qué no dan la pelea juntando firmas y levantando su propio partido?
Porque el actual parlamento no votaría a favor de su auto-jubilación. La ley de financiamiento de campañas políticas es la madre del cordero y no la cambiarán. Una campaña a senador cuesta 1 millón de dólares. Para cupo de diputado, mínimo 100 millones de pesos. Se calcula que para salir electo alcalde, requieres por lo bajo 70 millones de pesos. Difícilmente un estudiante que no tiene para pagar su universidad y que no milite en un partido histórico, pueda recolectar estas grandes sumas. Más aún cuando sus demandas y sueños, apuntan contra el gran capital. La actual ley de financiamiento de campañas políticas, permite aportes anónimos, a través de los cuales, grandes empresarios, previo acuerdo de oficina, donan grandes sumas. Los empresarios no donan por amor a la democracia, lo hacen para cuidar sus intereses. Véase la última votación de la ley de pesca: resulta extraño que el senador Juan Pablo Letelier abandonara la sala justo cuando se votaba e Isabel Allende se justificara por enfermedad. Ambos senadores socialistas van por la reelección este año. Y ya se sabe, una campaña senatorial cuesta 1 palo verde. Así no se puede, ni aunque cambien el binominal. Así no se puede, pues los medios de comunicación les pertenecen y a partir de ellos construyen realidad.
¿Y que viene ahora?
Chile cambió. La frase es recurrente en los eslóganes de campaña. Yo iría más allá, es el mundo que está cambiando. Es un proceso irreversible. Se trata del comienzo de un cambio cultural, de mentalidad. Una especie de cambio dimensional. La ciencia avanza a ritmo vertiginoso, al igual que la tecnología. Las instituciones y sus normas se están quedando atrás. Las redes sociales asesinan eufemismos y fomentan contrapoder. La social democracia ya no podrá gobernar con el somnífero de “la medida de lo posible” y todos estaremos atentos a los cambios estructurales prometidos. No hay vuelta atrás. Que la suerte nos acompañe.