Noviembre 24, 2024

Un debate soporífero

Hasta las cachetadas de payaso que, de tiempo en tiempo, se propinan los políticos, con más entretenidas que el mal llamado debate entre los dos pesos pesados de la derecha. En el deporte del box suele ocurrir que dos pugilistas, precedidos de un gran currículum, hagan un combate de pésima calidad. Andrés Allamand y Pablo Longueira habían acordado, previamente, no darse ningún golpe y sólo abrazarse – como lo hacen los boxeadores cuando no quieren pelear, que en el sensual y mortal abrazo, ni siquiera los árbitros osaban separarlos- ; en el toreo, un mal matador hace sufrir lo indecible al toro, lo mismo ocurre con los personajes de esta historia – por suerte, existe el control remoto canal o , simplemente, entregarse en los brazos de Morfeo; gracias a esta presentación no tuve que recurrir al consabido somnífero -.

 

En las elecciones primarias se trata de referirse al público ya convencido de cada sector político, por lo tanto, el discurso debe ser lo más radical posible, sea de la Concertación o de la Alianza, es decir, hacer el aspecto identitario por sobre el ganar votos de indecisos o de moderados. En el caso de la Coalición por el Cambio, los líderes buscan una participación ciudadana que sea numéricamente importante y que no se vea muy aminorada con respecto a la de la Concertación – en este caso, la Coalición tiene la ventaja del acarreo y la intervención electoral, financiada por el gobierno -. El axioma que se presenta es si que si hay una votación, gana Andrés Allamand, en cambio, si concurre poca gente a las urnas, ganaría Pablo Longueira, pues la UDI es el primer Partido del país y, además, su organización es muy superior a RN.

 

Del debate se puede colegir que la derecha se parapeta en sus concepciones más reaccionarias y neoliberales: Estos dos candidatos postulan el absolutismo del mercado que invade, incluso, la educación y la salud, y la única regulación que aceptan es el SERNAC, ahora ampliado a educación y salud, según la propuesta de Longueira.

 

La división que los dos participantes del “debate” hacen entre el centro social y político es, francamente, una estupidez y no acepta ninguna exégesis posible, pues lo social y lo político están íntimamente relacionados, por consiguiente, esta escisión la realizan los extremistas neoliberales.

 

Confieso que tenía otra imagen de Pablo Longueira: me parecía un profeta de la ultra derecha, una especie de José Antonio Primo de Rivera, un derechista consagrado al “mundo popular”- aun cuando se enmarcara en la concepción fascista-corporativista-; creía, equivocadamente, que tenía buena capacidad de análisis político cuando lo escuchaba en Radio Cero, pero hoy lo veo como un latero soporífero e insoportable, pues sólo transmite que el gobierno de Sebastián Piñera es maravilloso, lo cual demuestra una desubicación o, lo que es peor, una falta de decoro al desarrollar un “relato” tan sonso y carente de sentido lógico y político.

 

Andrés Allamand es un personaje que no tiene caso: en su larga vida política – según él desde los 16 años – ha sido líder del Partido nacional, seguidor del derechista-nacionalista Sergio Onofre Jarpa, presidente de RN y motor de las reformas constitucionales de 1999 y a partir de este “gesto”, se convirtió en uno de los personajes más estimados por la Concertación – lo cual no lo engrandece -, se creía, equivocadamente, que era un derechista democrático, como los antiguos liberales y conservadores, pero como perdió la elección de senador por Santiago, contra Carlos Bombal, emprendió “un viaje por el desierto” de Washington, que le permitió escribir uno de sus bodrios de libros. Posteriormente, se convirtió en “samurái” de Joaquín Lavín y luego, en una vuelta de carnero, retorno a Sebastián Piñera, de cuyo gobierno fue ministro de Defensa y hoy, candidato presidencial. Olvidaba “su empresa de mudanzas”, que pretendía conseguir un contrato en La Moneda. Se cree un gran político, pero yo lo encuentro más bien “un paquetón”.

 

Es lógico que la anquilosada derecha chilena esté contra el aborto terapéutico y el matrimonio igualitario, pues nadie les va a sacar de la cabeza que debe ser un contrato entre un hombre y una mejer y que su fin es la reproducción, y lo máximo que podrían aceptar es el Acuerdo de Vida en Pareja.

 

La derecha tiene sus propios fantasmas y nadie puede convencerlos de que el Partido Comunista representa, apenas, un 6% electoral y cuenta con muy poco poder político – al parecer, la derecha no ha leído los Diarios, donde cuentan la novedad de que “cayó el Muro de Berlín”, se acabó la guerra fría y que el Presidente de Rusia es más reaccionario que Barack Obama; como lo único que les importa se reduce a los negocios y un irresistible amor por el dinero, llegan a ver la tiranía China como “un paraíso democrático” y el asesinato de estudiantes los conmueve en la media en que los Tratados de Libre Comercio sigan en pie.

 

Los periodistas insistieron en preguntar sobre Isapres y AFPs para que ambos participantes terminaran defendiendo el lucro, sin ninguna crítica a los abusos y ganancias desmedidas de estas instituciones.

 

Estamos notificados: cualquiera sea el candidato de la derecha va a seguir sosteniendo el continuismo y las posiciones más arcaicas y reaccionarias.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas

14/06/2013

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