Actualmente, las AFP pagan cerca de 1 millón de pensiones (muchas de ellas apuntaladas vía aporte previsional solidario del Estado) y su monto promedio no supera los $ 180.000 por cada afiliado. Dentro de este millón, un poco más de 400 mil corresponden a las clásicas pensiones por vejez (desde los 60 años para las mujeres y 65 para los hombres) y su monto promedio apenas sobrepasa los $ 160.000.
Finalmente, cerca de 290 mil pensiones por vejez se pagan bajo la modalidad de retiro programado, donde en vez de traspasar los fondos a una compañía de seguro y recibir una pensión bajo una renta vitalicia, el pensionado “decide” dejar sus ahorros en las AFP. En este caso el monto de la pensión promedio no supera los $ 115.000.
Por otro lado, el Consejero del Banco Central, Joaquín Vial ha señalado recientemente que el 60 % de los primeros cotizantes del sistema, si se jubilaran hoy, tendrían pensiones cercanas a los $ 150.000.
Hace cinco años, bajo el gobierno de Bachelet se hizo una Reforma al Sistema Previsional. Una de las principales innovaciones fue crear las Pensiones Básicas Solidarias cuyo valor bordea los $ 81.000 y el Aporte Previsional Solidario para aquellas pensiones inferiores a $ 255.000.
Estas dos modalidades del Pilar Solidario hoy llegan a 960 mil pensionados por vejez y para los economistas del chorreo corresponde a un gran avance ya que permitió pasar de una pensión de $ 0 a otra de $ 81.000 para muchas personas que nunca han o habían cotizado, pretendiendo haber solucionado el problema entregando esa pobre pensión. La misma lógica se utiliza para celebrar la creación de empleos precarios: cualquier empleo es mejor que no tener nada.
Lo cierto es que con $ 180.000, $ 115.000 o $ 81.000 ningún jubilado puede cubrir sus necesidades más básicas. Quizás lo podía hacer en 1981 cuando se creó el sistema de las AFP y el PIB per cápita de Chile era de US$ 3.200, pero no hoy, cuando el costo de la vida anda mano a mano con el que existe en muchos países de ingresos altos. En resumen, Chile tiene y tendrá un problema de proporciones con sus pensionados. La foto es mala y la película es peor.
En 1981, en plena dictadura se creó un Sistema de Ahorro Forzoso, que nunca ha sido un Sistema de Pensiones, ya que nunca ha cumplido con su principal propósito: entregar buenas pensiones. En los gobiernos de la Concertación no se revirtió esta situación y sólo se creó un pilar de asistencia social para los casos extremos. En estricto rigor, nadie se ha atrevido a tocar a las AFP, o en palabras más simples, nadie se ha atrevido a crear un Sistema de Pensiones.
Ante este panorama, han surgido un sinnúmero de propuestas y planteamientos. Mientras los dueños de las AFP, académicos de distintos sectores y muchos políticos propugnan cambios paramétricos al sistema (aumento de la edad de jubilación, aumento del porcentaje de cotización sobre el sueldo imponible, entre otros) y los más aventureros, la creación de una AFP estatal, parte importante de los trabajadores chilenos han apostado por la construcción de un sistema público completamente nuevo, en base a principios como la solidaridad, la universalidad y el financiamiento tripartito (trabajadores–empresarios–Estado).
Sin embargo, con excepción de los trabajadores, es posible constatar que en el actual debate público, no se cuestiona el verdadero rol que tienen las AFP y los fondos de pensiones como ejes del sistema económico y del orden social chileno. Las AFP son y han sido una de las principales financistas de los grandes grupos económicos chilenos con el dinero, y sin el mayor conocimiento, de todas y todos los trabajadores.
Analizando las cifras de la Superintendencia de Pensiones, podemos apreciar con claridad quiénes son los principales beneficiarios de los fondos de pensiones chilenos. Por ejemplo, los trabajadores chilenos, somos dueños del 19,6 % de Cencosud (sancionada por prácticas antisindicales y cobros abusivos) y además le prestamos 575 millones de dólares en bonos para su continua expansión. Así ocurre con muchas otras grandes empresas y bancos.
Más de 43 mil millones de dólares de los fondos de los trabajadores que administran las AFP, están invertidos en 10 empresas y 10 bancos que reciben dinero a tasas del orden del 5 % y luego le prestan a los mismos trabajadores en su rol de consumidores a tasas del 20 %, 30 % o más.
Cuando vemos la lista completa, los apellidos comienzan a sonar conocidos. Los verdaderos beneficiarios de nuestros ahorros son Paulmann, la familia Solari, Luksic, Angellini, Matte, Yarur o Saieh. ¿Qué tienen en común estas personas? Todas aparecen en el último ranking Forbes de multimillonarios.
Por ello, no resulta sorprendente que el 1% más rico de Chile acumule 32% de los ingresos totales, superando por lejos a países como Estados Unidos, Japón o Alemania, y que la riqueza acumulada por nuestros multimillonarios represente casi el 25 % del PIB, liderando el ranking mundial de concentración y desigualdad entre aquellos países que tienen más de 5 multimillonarios en el ranking Forbes y un PIB mayor a US$ 50.000 millones.
Quizás por esto, José Piñera, creador del sistema de las AFP, señalaba que esta era “la madre de todas las batallas”. Lo que está en juego no es la defensa de un particular Sistema de Pensiones, ya que Chile no cuenta con tal sistema, sino que más bien los tentáculos del Modelo Económico chileno, aquel que está en cuestionamiento por estos días, aquel que para algunos resulta más importante que ganar una elección presidencial.
Publicado en Politika