Septiembre 21, 2024

A los sones de la orquesta del Titanic los ricos huyen a los botes salvavidas

golborne_udi

Cuando se ideó y construyó el Titanic nadie creía que se hundiría; lo mismo se pensaba respecto al INE y a la candidatura de Laurence Golborne, sin embargo, ambos naufragaron. En la catástrofe del Titanic los únicos que mantuvieron “la bandera al tope” fueron los integrantes de la orquesta y, en el caso del director del INE y del candidato de la UDI, al igual que los millonarios del mitológico barco escaparon, raudamente, a ampararse en los botes salvavidas, sin consideraciones para las mujeres, niños y ancianos. Nada más fácil que renunciar para quedar libre de toda responsabilidad, aun cuando el escándalo salpicara la reputación de nuestro país, hoy considerado pocos serio, según artículos publicados por las más reputadas revistas económicas – es el camino tomado por el director Francisco Labbé -.

 

La huida de Golborne es aún más reprochable, no sólo por su responsabilidad en el abuso, cuando era gerente del Cencosud, en que fueron víctimas más de 600.000 chilenos y, posteriormente, haber escondido sus inversiones en el paraíso fiscal de Las Islas Vírgenes. La gravedad no es solo de estos hechos, de dudosa calidad ética, sino en las torpes respuestas dadas por el entonces candidato de la UDI, en ambos casos: en el primero, recurriendo a “la obediencia debida” a sus mentores, como si hubiese sido un mozo de Horst Paulmann y, en el segundo, aduciendo que sus inversiones en paraísos fiscales correspondía a una empresa subordinada y no era obligación incluirlas en la declaración de intereses. El nuevo gerente de Cencosud terminó de aniquilarlo al expresar que los gerentes tomaban este tipo decisiones. Carlos Peña comparó su conducta con la de Eichman, cuando es juzgado y recurre a “la obediencia debida”.

 

Después de tantos errores y desatinos, al candidato de la UDI no le quedaba más camino que dar un paso al costado. Su muerte fue patética: un espectáculo cruento, propio de la guillotina, y sólo faltó que Patricio Melero mostrara su cabeza ante las masas enardecidas de la UDI.

 

Como era de esperar, su reemplazante, Pablo Longueira, que a su vez huía – como ministro de Economía – de su responsabilidad política por el hundimiento del INE es, sin duda, por sus características de personalidad, el más adecuada para dotar de un relato y de un épica a un Partido que estaba en el suelo. Este político es una combinación de un fanático teológico, como el monje Savonarola, junto a un gran pragmatismo político. En su vida ha pasado desde los diálogos de ultratumba con su héroe y mentor, Jaime Guzmán Errázuriz, hasta a salvar de la debacle al gobierno de Ricardo Lagos y a la Democracia Cristiana; ora, es profético, ora, es un analista frío y calculador.

 

La lucha en la derecha, una vez despejado el camino con la salida de Golborne – cuya única gracia era su sonrisa permanente, entretener con su guitarra, ser hijo ilustre de Maipú y salvador de mineros y empresarios – queda centrada en dos políticos de un largo y nutrido historial: Andrés Allamand, discípulo de Onofre Jarpa, y Pablo Longueira, el retoño predilecto de Jaime Guzmán, es decir, toda la historia de Renovación nacional y la de Unión Demócrata Independiente, desde su fundación hasta hoy.

 

No cabe duda de que Longueira es el candidato más adecuado para triunfar en las primarias sobre Allamand, pues logra aglutinar las fuerzas de la UDI, pero no lo es para las elecciones presidenciales, donde hay que ganar el centro, y el rechazo de popular de Longueira le jugará en contra por su exacerbado fanatismo.

03/06/2013

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *