Noviembre 27, 2024

Noa, mejor en Auschwitz

Dos años despues de la Shoá, Alemania fue nuevamente recibida como respetable miembro de la comunidad internacional. Resulta políticamente incorrecto decir que Alemania es una nación de criminales – pero las encuestas revelan con terquedad que un 25% de sus ciudadanos, como mínimo, albergan sentimientos antisemitas.

Dos años después de la Shoá, Inglaterra votó contra el establecimiento de un Estado judío, y los EEUU se abstuvieron en la votación de Naciones Unidas.

 

Israel sufrió innumerables embargos de armas (que, curiosamente, los árabes jamás padecieron). Como resultado directo de las sanciones impuestas, las bajas israelitas durante la Guerra de Independencia alcanzaron el 7% de su población.

 

Ningún Gobierno o medio de comunicación europeo expresó el menor reparo al hecho de que los árabes asesinasen o mutilasen más judíos durante los años posteriores a los Acuerdos de Oslo (1993) que en todo el transcurso de la Guerra de Yom Kippur.

 

Marton Gÿongÿosi, siniestro líder del emergente partido racista Mejor Hungría, acaba de solicitar que se conforme una lista negra de judíos. Similares llamamientos efectúa cotidianamente el partido Ataka en Bulgaria, Nuevo Amanecer griego o los camisas pardas del partido sueco Sverigedemokraterna, entre docenas de formaciones que desinhibidamente aullan su mensaje de odio por todas las esquinas de la vieja Europa.

 

En una enloquecida apuesta por no ser menos, AGE, la formación populista encabezada por Xosé Manuel Beiras, que obtuvo para vergüenza de sus votantes nueve escaños en las últimas elecciones gallegas, hizo bandera de su negativa a condenar en sede parlamentaria el exterminio de seis millones de judíos. Secundado por los restos más putrefactos del BNG. No contentos, estos días AGE llama al boicot contra la cantante vinculada a la izquierda pacifista israelí, Noa, por el delito de ser judía, cuestionando su limpieza de sangre y emulando la denuncia de “hedor judaico”, que en los más oscuros años del franquismo protagonizara el querido maestro de Beiras, Vicente Risco.

 

La vieja bestia obcecada en la destrucción de los judíos, de manera sistemática y crónica, emerje en los rescoldos de las brasas estos días de oprobio. Los asesinados en masa de los cruzados camino de Jerusalén, la Santa Inquisición, los progromos rusos y de Ucrania, la Shoá, son a penas algunos ejemplos de una civilización tercamente juramentada en designar un “otro” carente de atributos humanos, investida de una criminal legitimidad para el saqueo, la violación y la masacre a su antojo.

 

Si antaño los judíos utilizaban la sangre de retoños cristianos para sus oscuros aquelarres, hoy el libelo sacrificial es la sangre del ficticio ente palestino.

 

Pocos ministros de exteriores más moderados tuvo el Estado judío que Abba Eban. Él denominó con acierto las líneas israelíes anteriores a 1967 “las fronteras de Auschwitz”.

 

La charcutería industrial que lleva meses acaeciendo en Siria, el Estado de terror medieval implantado en Gaza, la amenaza cierta de un armagedón nuclear promovida por el régimen de los paranoicos ayatolás, no ocupan ni la enésima parte del feroz despliegue mediático que suscita cualquier mínimo incidente o la tímida respuesta del Estado hebreo ante el permanente ataque con misiles contra sus poblaciones en el sur del país.

 

Y algunos, una vez más, parecen conjurados con la única obsesión de constreñir el Estado de Israel dentro de las fronteras del Holocausto.

 

 

 

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