La actual campaña presidencial chilena ha servido para poner en evidencia ciertos “fantasmas” anidados en el imaginario de nuestra derecha criolla. Sin tener plena conciencia de ello, sus candidatos reaccionan de manera casi instintiva y con virulencia a la adhesión de los comunistas y del MAS a la candidatura de la ex mandataria Michelle Bachelet. Esta “fobia” patológica persiste en Allamand y Longueira, aun cuando el estímulo que la desata es más imaginario que real.
Para cualquier analista serio y desapasionado, la actual situación chilena no es comparable, ni de lejos, con la situación de la Venezuela bolivariana. De hecho, el duopolio político en que estamos sumidos se parece más al llamado “pacto de Punto Fijo” que a otro momento histórico en aquella nación. Por otra parte, las alusiones al “comunismo” – en la actuales circunstancias mundiales – significa instalar una mirada “rétro” y entender la realidad con más de veinte años de retraso, cuando la autocrítica de los mismos comunistas en todo el mundo los ha alejado de muchos de los errores y horrores de lo que fuera la experiencia histórica del “socialismo real”. Como lo sabe cualquiera que se haya formado, mínimamente, en ciencias sociales, ni el “chavismo” ni el “comunismo” constituyen categorías pertinentes para intentar comprender la situación presente en Chile.
Es natural que una derecha formada en el pinochetismo neoliberal arrastre por décadas sus taras ideológicas, sobre todo, cuando con ello se explica el mundo y justifica sus ganancias. Sin embargo, convertir su delirio enfermizo en discurso político de una campaña presidencial y parlamentaria solo se explica como una estrategia burda para engañar a una masa desprevenida de electores. La instrumentalización de tan avinagrados argumentos, rebaja el nivel del debate en nuestro país y pone en evidencia la falta de fundamentos éticos y políticos para insistir en un modelo injusto y excluyente que hemos heredado de la dictadura militar.
A esta altura del siglo XXI, la política chilena puede ser entendida como la tensión entre dos concepciones de democracia. Por un lado, una derecha neoliberal que sostiene una concepción oligárquica de la democracia, cuyo único fundamento es un estado policial para salvaguardar sus intereses. Por el otro, un pueblo que anhela una democracia participativa, un estado responsable que se haga cargo de sus demandas en cuestiones tan sensibles como la educación, la salud, la previsión y la vivienda. Esta es la cuestión fundamental en el Chile de hoy, la imperiosa necesidad de dejar atrás el triste y pesado lastre constitucional de una dictadura.
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS