La semana pasada miles de dolientes se reunieron en lo que resta del complejo de fábricas denominado Rana Plaza para orar por las mil 127 personas que murieron cuando colapsó, el 24 de abril.
El conmovedor recuerdo de las víctimas de esta tragedia atroz ocurrió en medio de una sucesión de acciones y reformas anunciadas por el gobierno de Bangladesh, los dueños de compañías locales y algunas cadenas internacionales de ropa cuyos productos eran manufacturados, en gran medida por mujeres que trabajaban hacinadas en cinco fábricas dentro del edificio Rana Plaza.
Las reformas anunciadas, hasta el momento, incluyen el cierre voluntario inmediato de otras fábricas que se consideran inseguras, la eliminación de restricciones a la creación de sindicatos en la mayoría de las industrias, el establecimiento de un nuevo mecanismo que garantice un salario mínimo razonable para los trabajadores de la industria del vestido. Así como la decisión tomada por gran número de compañías claves dentro de la industria internacional de la moda y del vestido, de firmar el 15 de mayo un acuerdo vinculante para mejorar las condiciones de seguridad en las contrucciones y las medidas contra incendios en los lugares de trabajo de sus maquiladores en Bangladesh.
Estas reformas son bienvenidas, sin embargo, nos hacen percatarnos demasiado tarde, tanto a nivel local como internacional, que esta catástrofe era completamente prevenible. Las normas de construcción y las reglas de seguridad en los lugares de trabajo y todo el entramado de medidas de protección han sido violados por el sector del vestido en Bangladesh, ello a pesar del conocimiento y del debate público sobre el tema.
Ha habido gran número de alertas anticipadas sobre la seguridad de los trabajadores de la industria del vestido en Bangladesh. Se han perdido más de 120 vidas tan sólo en los últimos seis meses, en distintos incendios de fábricas.
Todos los seres humanos, sin importar dónde vivan, cuentan con derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, que son reconocidos y protegidos por los mecanismos internacionales en materia de derechos humanos, que incluyen, el derecho a la vida y a condiciones que propicien una vida digna.
También cuentan con una serie de derechos laborales que incluyen salarios justos, condiciones seguras y saludables, así como los derechos de asociarse para formar sindicatos y para estallar una huelga. Las medidas que se han tomado hasta el momento son alentadoras y pueden marcar un cambio decisivo para los trabajadores en la industria del vestido en Bangladesh. Sin embargo, deben ser observadas como el principio y no como el resultado final.
Es de vital importancia que se tomen medidas ágiles para empoderar a los sindicatos y reformar al sector del vestido con mejorías en las fábricas y una supervisión más estricta a prueba de corrupción. Si las medidas fueran sólo cambios cosméticos realizados únicamente para calmar la ira pública, o una estrategia para hacer tiempo hasta que el impacto del desastre se desvanezca y se retome el enfoque de producir de la manera más barata posible, entonces serán inevitables más desastres de esta magnitud.
Hacia la fecha límite, la media noche del 15 de mayo, 37 compañías internacionales, la mayoría de origen europeo, que emplean más de mil fábricas dedicadas a la industria del vestido, habían firmado el acuerdo de seguridad en los edificios y contra incendios en Bangladesh. Este es un acuerdo importante y sin precedente en muchos aspectos, que incluyen elementos como una gobernanza sólida y rendición de cuentas que permiten que éste pueda ser puesto en práctica en los países de origen de las compañías internacionales.
También provee mecanismos de supervisiones y medidas correctivas reglamentadas para que las fábricas cumplan con normas de construcción, de protección contra incendios y de seguridad eléctrica; se contemplan capacitaciones preventivas contra incendios, la formación de comités de salud y seguridad con representantes sindicales y la emisión de informes públicos.
Algunas tiendas claves, especialmente en Estados Unidos, han elegido no firmar el acuerdo, pero se han comprometido a realizar sus propias inspecciones. Los reflectores estarán puestos sobre ellos para verificar que cumplan sus promesas de forma creíble.
Estos problemas no solamente están relacionados con Bangladesh. Así lo puso de manifiesto el incidente en una fábrica de zapatos en Camboya en la que el techo colapsó ocasionando la muerte de tres empleados esta semana. Tampoco son exclusivos de la industria del vestido. Hace dos años Naciones Unidas acordó una serie de principios rectores sobre las empresas y los derechos humanos que brindaba un marco claro de lo que las empresas y gobiernos en todas partes necesitan hacer. Los gobiernos tienen que seguir los pasos apropiados para prevenir, investigar, castigar y remediar las violaciones de los derechos de los trabajadores, mediante políticas efectivas, leyes, reglas y sentencias. Los corporativos, tienen la obligación de realizar las debidas diligencias para prevenir y abordar las violaciones a los derechos humanos. Las víctimas de abusos tienen que tener acceso a soluciones efectivas y los responsables deben ser sancionados. Los procesos de supervisión y control tienen que estar exentos de las prácticas poco saludables derivadas de los vínculos peligrosos con intereses especiales.
Lo que ocurrió en Bangladesh ha horrorizado al mundo hasta decir basta. La mejor manera de honrar a las víctimas del Rana Plaza es asegurar que una tragedia como esa jamás vuelva a ocurrir en ninguna industria del planeta.
*Alta comisionada de la Organización de Naciones Unidas para los Derechos Humanos