Diciembre 26, 2024

La concertación no tiene solución

La política se puede hacer desde dos definiciones: sirviendo una idea o sirviéndose a si mismo. Los últimos para ser exitosos deben cumplir una regla de oro; no desatender nunca para donde soplan los vientos y acomodarse con prontitud a cualquier cambio. Los primeros quedan sujetos a la teoría del reloj parado, la mayor parte de su vida serán derrotados pero en algún momento del día el reloj dará la hora exacta.

El gran  ejemplo exitoso  de los segundos  es  Fouche,  recorrió todo el arco político y fue desde los revolucionarios  que pulgar abajo decidieron guillotinar  a un  rey hasta morir como noble de una corte italiana.

 

Políticos al servicio de una idea  son menos, muy pocos,  para algunos nunca llega su hora, otros como por ejemplo Lenin esta llega ya en el otoño de sus días. Para estos el sentido de los vientos no es relevante, ellos buscan cambiar su sentido por ello son habitualmente minorías.

 

Atender el sentido de los vientos es clave especialmente a la hora final de la actuación, esta dicho rotundamente por la literatura española:”saber retirarse, hasta las p… saben retirarse a tiempo”.

 

Esto es muy importante para los políticos al servicio de sí mismos en su relación con la permanencia del proyecto. El ejemplo clásico es Felipe González que a partir del año 1975 traicionó todo lo que era posible en el socialismo español hasta convertirse en un servicial hombre de los norteamericanos, pero tuvo una gran virtud , luego de su derrota electoral en medio de la mas desatada corrupción y las violaciones a los DDHH,(casos Gal-Barrionuevo) supo retirarse a tiempo y no volver a la política activa. Hoy el dinero no le falta, en este tipo de traiciones las monedas son algo más que 30  y su figura quedó en la historia sin pagar la cuenta. Un político exitoso, un estadista respetable.

 

Más que generosidad, que este tipo de políticos no la tiene, se requiere sentido de la realidad.

 

La concertación de partidos por la democracia supo percibir el agotamiento, después de tanto sufrimiento, del pueblo chileno y la convicción de los empresarios y los norteamericanos que un régimen como el de Pinochet caería con estrépito, cogido del mantel,  tarde o temprano.

 

La Concertación no cumplió lo esencial de sus promesas ni siquiera en DDHH, pero aprovechando el mayor precio del cobre y un movimiento social cooptado, se pudo generar una gigantesca acumulación originaria de capital a partir del más extremista neoliberalismo.

 

El proyecto concertacionista empezó a tener beneficiarios claros: la propia  concertación (prebendas, corrupción, honores, cargos y demases), los empresarios (“amamos a Lagos”), los militares (mucho mejor tratados que por Piñera) y las grandes empresas extranjeras (el cobre y los minerales de regalo).

 

Pero la situación llegó a un límite que estalló por el lado de los estudiantes. Desde la propia concertación apareció la autocritica expresada en candidaturas presidenciales. Eduardo Frei, el candidato del nepotismo, la nomenclatura concertacionista y los empresarios, perdió.

 

Era la hora de la inflexión, los vientos soplaban ya en otra dirección, no bastaba con no estar en dictadura. Pero la concertación había construido una nomenclatura cuyos ejemplos más claros  son Escalona, Girardi  y Gutemberg Martínez. El último, el más inteligente, supo retirarse a tiempo, y aunque quiso volver, primo la racionalidad. Los dos primeros hasta hace poco figuras arrogantes y prepotentes de la política chilena han caído. Escalona estrepitosamente y Girardi cae poco a poco hasta el estertor final en el conteo de votos de Noviembre.

 

Uno y otro, y los cientos más que están en su misma situación política se negaron a reconocer que su hora había llegado, que para seguir engañando a los ciudadanos se requería de otros ilusionistas. Escalona confió en el “aparato interno del PS”, pero este lo abandonó, algo de esperanza debe haber puesto en la gratitud humana, pero Bachelet ya aprendió y sabe que eso no existe entre políticos al servicio de si mismo. Escalona y los suyos preparan la vendetta sobre el “renegado” Andrade –quizás también sobre Aleuy- que sí supo atender el sentido del los vientos, esto es el canto del cisne, el gusto personal, mezquino y final, pero ya la suerte esta echada, de aquí en adelante deberán vivir de los ahorros, que no son pocos. En la hora de la derrota la lealtad de la clientela política es siempre escasa.

 

Ver en la televisión a Escalona y su cónyuge, también candidata defraudada, me recordó a un matrimonio rumano.

 

La Comisión Política le impuso primarias a Escalona, no por una razón de justicia y transparencia democrática, pues el “dedazo” había designado ya  a otros candidatos socialistas de la plantilla de Noviembre. Escalona fue ejecutado políticamente por encargo, ya no servía para el esfuerzo de predisgitación mayor que emprende Bachelet buscando hacer creer a los chilenos en una Nueva Mayoría por los cambios.

 

Escalona no fue un autócrata acorralado por la democracia exultante de los socialistas, fue simplemente un actor político lanzado por la borda ante el estorbo que su personaje implicaba para los nuevos tiempos y la imposibilidad de una nueva mutación actoral.

 

Escalona formó una fuerza política a partir del reparto de prebendas estatales, cuando se  acabaron las prebendas se  acabo la turba.

 

Girardi puso a hermanos, padre, cónyuge y a quien quiso en el aparato del estado pero ahora ya no se sostiene ni el mismo. Su hora ha llegado.

 

¿Qué puede hacer Bachelet?, que aún puede llegar a los incautos. Construir un proyecto nuevo sin los viejos bacalaos?, pero no tiene gente, estructuras ni dinero. Peor aún un nuevo proyecto realmente ciudadano no será apoyado ni por los empresarios y los medios de prensa, un proyecto así se lleva adelante contra viento y marea, con todos los riegos y dificultades, pero Bachelet no fue ni es ni será una revolucionaria, es simplemente una política, tardía pero exitosa,  al servicio de si misma y al servicio de la gente en la medida de lo posible.

 

La concertación no tiene solución en su decadencia. La Bachelet no podrá sacarse de encima toda la vieja nomenclatura concertacionista y de llegar al gobierno, cosa que no es segura, naufragaran todos juntos, ante el tsunami de los movimientos sociales y los políticos al servicio de una idea.

 

ROBERTO AVILA TOLEDO

 

 

 

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