Jesús de Nazaret hubiera sido el fundador de una secta esenia sin mayor trascendencia, a no mediar San Pablo quien la amplió a todos los gentiles. El cristianismo debiera llamarse paulismo, pues este apóstol permitió su propagación en el mundo, incluso el pagano, para convertirse esta religión en la más numerosa de occidente, con tal poder que hasta Constantino – emperador romano – se convirtiera a este credo, legándole una herencia que perdura hasta hoy.
En la Unión Demócrata Independiente (UDI), una religión fanática, de ultraderecha franquista, Jesucristo viene a ser Jaime Guzmán mártir, sacrificado por los rojos del Frente patriótico Manuel Rodríguez. No se sabe si Jaime Guzmán resucitó o no, al menos su fiel apóstol, “san” Pablo Longueira, asegura que se le aparece en cada desayuno: entre medio del pan con palta, Jaime le dice que su misión es refundar la “iglesia de la UDI”, que se ha corrompido con el reparto de los cargos públicos pareciéndose, cada día más, a los fariseos de la Democracia Cristiana y a algunos personeros de los demás partidos políticos de la Concertación.
En alguna de las mañanas, Jaime “Jesús” Guzmán advirtió a Pablo del peligro que representaba el ultra saduceo Jovino Novoa, que pretende fundar una secta que proclame “la cruzada de la desigualdad”, con el objetivo de mantener a los “rotitos” en su lugar y muy resignados y agradecidos de su suerte de poder llegar al cielo con el estómago vacío. Entonces Pablo revivió la idea de la UDI “popular”, que consiste en ganar las comunas más pobres a los “rogelios”, convenciéndolos de que la religión fundada por Jaime e idealizada por Pablo, aporta las bienaventuranzas de una serie de beneficios: un bono de marzo, otro de invierno, otra para el tercer hijo, otro para la madre soltera – una idea del apóstol Andrés Allamand – anteojos y cobijo para los ancianos – un valioso aporte del apóstol Joaquín – y otros.
San Pablo, antes de llegar a Damasco – hoy Siria, bombardeada por las “fuerzas del mal” – fue un fanático del emperador Augusto “Pinochet”, movido por su fe en el fascismo romano, apedreó a Gabriel Valdés y a Ted Kennedy al pretender entrar a Chile para defender a las víctimas de genocidio del augusto emperador. Desde muy joven cantaba loas a los dioses paganos en Chacarillas.
Posteriormente este fiel servidor del fascismo se convirtió en co-fundador de la UDI y en un republicano senador. En el cenáculo posaba de un hombre ecuánime, incluso de un buen analista político – en una ocasión salvó a los democratacristianos de su desaparición y muerte; en otra, al “comunista” Lagos Escobar, que lloraba a moco tendido, según cuenta Carlos Ominami en su último libro, cuando estaba a punto de fracasar en su gobierno -, sin embargo, Longueira, convertido en presidente de la UDI, lograba siempre altos grados de antipatía, según las encuestas políticas del derechista Centro de Estudios Públicos.
Al comienzo del presente, ni siquiera los apóstoles de su Partido creían en él, pues designaron como candidato a la presidencia a Laurence Golborne que, no, había sido seguidor de San Jaime, y su único mérito se refería al haber nacido en Maipú y llegar a gerente de un supermercado y tener ansias de poder. Como le descubrieron algunas pillerías, no tuvieron ningún empacho en fusilarlo y, en su lugar, poner como candidato al apóstol Pablo, el más fiel entre los fieles.
El apóstol Pablo no se anda con chicas: de inmediato, exigió todo el poder para designar a todos los candidatos al parlamento, dejando con un palmo de narices a Iván Moreira – estaba muy seguro de ser senador por Santiago Oriente – y a Ena von Baer, a quienes ordenó postular en la Regiones de Los Lagos y de Los ríos, respectivamente.
El catecúmeno Iván Moreira no está muy contento con la decisión de su amado Pablo y anda diciendo por ahí que la religión de Jaime estuvo a punto dividirse entre los UDI de Novoa y los populares – los de los ricachones y la de los “rotitos” -.
Pablo está empeñado en hacer resucitar la UDI primitiva, aquella que penetraba a los sectores populares, convirtiéndolos en defensores del franquismo neoliberal y contentándolos con bicocas, como un bono aquí, un bono allá. Pablo sabe muy bien que perderá la elección presidencial, sin embargo, lo que más le interesa en mantener incólume la iglesia para contar con un Parlamento que impida las reformas constitucionales y esperar llegar al poder presidencial en 2018.
Si quieren seguir escuchando las siguientes epístolas de San Pablo Longueira, asistan a la próxima misa.
Rafael Luis Gumucio Rivas
22/05/2013