Hasta el día de hoy pensaba que Kike Morandé era sólo un personaje de ficción, mencionado, entre los críticos de la televisión, como sinónimo de flaitería en la pantalla, una especie de paradigma de la vulgaridad. Pero debido a la polémica desatada por los dichos del cardenal Medina acerca de los homosexuales, y el apoyo del mentado Morandé a lo expresado por el purpurado, me he enterado de que el tal Kike Morandé existe de verdad. Busqué en Google para requerir mayor información y lo cierto es que los homosexuales y lesbianas de Chile no deberían preocuparse de tipos como este Morandé, que más que flaite es un desgraciado con mayúscula: pinochetista, por lo tanto cómplice de los atropellos a los derechos humanos, farandulero, hipócrita (igual que Medina), turbio, maraquero, etcétera; es decir, de lo peor de la ralea televisiva. Kikeños y Franciscos –para dicha del Señor-, en Chile son famosos varios, y cual de todos peor, pero insignificantes en la historia social ¿Alguien se acuerda de quién era el personaje más reaccionario y chanta, en tiempos de Víctor Hugo, en París? Nadie, pero todo el mundo tiene noticias de la obra literaria Los miserables. O sea, despejemos la cancha compañeros, los jotes a su redil.
Tengo varios amigos homosexuales y lesbianas, y son mucho mejores personas que esos seres corruptos y perniciosos que representan los tantos medinas y morandés que existen en Chile. Jamás he escuchado a algún medina o morandé (ni a la UDI ni a RN) horrorizarse ante el hecho, comprobado, por ejemplo, de que los militares adiestraron perros para violar a detenidos políticos durante la dictadura de Pinochet. Lo diré en buen chileno, el cardenal Medina y el tal Kike Morandé son dos plastas, cuyas opiniones, no deben ser tomadas en cuenta nunca más, compañeros; nunca jamás, como diría Peter Pan.
Por Alejandro Lavquén