La censura de la televisión abierta se resiste. Los canales, en forma discrecional, sin explicaciones, como en tiempos de la dictadura, no aceptan la exhibición de El Diario de Agustín. Pero, su director, el cineasta Ignacio Agüero no pierde la paciencia y predice: seguirá siendo noticia, porque los censores no quedarán impunes y el veto de la televisión en abierto cederá.
5 años “en cartelera”
A cinco años de su estreno (2008), El Diario de Agustín se mantiene “en cartelera”. Es el documental más visto entre los ocho más destacados de Agüero. Sin embargo, en el mismo lapso, es la producción cinematográfica más censurada en Chile, en particular, aunque no exclusivamente, por la televisión chilena.
Al año siguiente de su aparición, en 2009, El Diario de Agustín recibió el primer empellón. La Universidad Católica, sede y auspiciadora del Festival Internacional de Documentales de Santiago (FIDOC), a pocos días de su inauguración, presionó a los directivos del Festival a que reemplazarán el film que abría el evento.
Éstos no aceptaron la censura y El Diario de Agustín pudo “leerse en la pantalla”. La Universidad se limitó a quitar su marca de promoción para ese día. Así como en 1967, los estudiantes de la Universidad Católica colgaron el cartel “El Mercurio miente” en el frontis del edificio, ahora se proyectaba, en la propia Universidad, el documental sobre el mismo diario (del mismo Agustín) que actuó como vocero oficioso, sino orientador, de la dictadura de Augusto Pinochet.
Los censuradores
El Diario de Agustín se ha proyectado en las pantallas de televisiones públicas de todos los países ibero-americanos, excepto Chile. En enero pasado, el director de Televisión Nacional, Mauro Valdés rompió unilateralmente un contrato de exhibición con los productores del documental, hecho que fue avalado por el directorio del canal público, donde está representado todo el espectro político parlamentario chileno.
En marzo pasado, el director del Museo de la Memoria, Ricardo Brodsky, desbarató, dos días antes, la realización de un debate sobre la censura a la película sin dar argumentos. En abril, el empresario del canal ARTV, Luis Venegas ARTV incumplió un convenio de cesión de derechos y quitó la película, la última que exhibiría el canal dentro de un ciclo de documentales de Agüero. Tampoco hubo explicaciones.
Edwards, observa
Mientras tanto, Agustín Edwards observa impasible. El censurador es un alto funcionario, señala Agüero. Para éstos, el objetivo número uno es mantener su cargo –público en muchos casos- y cuando lo dejen, puedan conseguir uno nuevo sin que nadie pueda evitarlo. Por eso sus decisiones no pueden contrariar a los poderosos, porque éstos con sus redes sí que podrían frustrar sus ambiciones.
Agüero cuestiona la falta de ética de esos funcionarios que en virtud de mantener un status, son cómplices de los crímenes de la Dina que, como documenta El Diario de Agustín, El Mercurio justificó y avaló. La censura silencia, oculta: “yo no quiero que esto se vea”. Por eso es gravísima la censura, concluye el cineasta.
Los políticos, callan
En Chile, la película tiene eco, pero disperso. Los apoyos corporativos son escasos. Recién, la Asociación deDocumentalistas de Chile (ADOC) la ha respaldado y procurado la adhesión de festivales y entidades culturales internacionales.
El respaldo de las instituciones democráticas es imperceptible, a pesar que se está ante una obra reconocida y que su censura afecta el derecho de los ciudadanos a acceder a una información o conocimiento de hechos y opiniones relevantes.
Ningún partido político de derecha, centro o izquierda ha planteado en el Parlamento el tema de la censura o del derecho de los chilenos a recibir informaciones y opiniones de diferentes procedencias.
Por sobre estas responsabilidades, pareciera que prevalece, como en el caso de los funcionarios que censuran, la idea extendida de que es mejor estar bien con El Mercurio de Agustín Edwards que a través de sus páginas es el que legitima a toda la clase política chilena.
El interés en Chile y el mundo
La resistencia de la televisión pública y privada chilena choca con el interés del público. Una muestra elocuente de como los ciudadanos están lejos y contradicen al establishment político-financiero-mediático. 17 mil personas asistieron a los cines Alameda y Normandie durante seis meses. El semanario The Clínic vendió 6 mil copias en DVD. La película expuesta en You Tube y distribuida masivamente en DVDs “piratas” dificulta medir su gran impacto.
Un documental visto desde Arica a Magallanes a través de canales alternativos: desde salas de cines, aulas universitarias, centros comunitarios, requerido muy especialmente por jóvenes que llenan espacios culturales.
También El Diario de Agustín impacta en auditorios internacionales. Hace unos días, en la Filmehaus de Saarbrücken (Alemania), un público de alemanes, chileno-alemanes y chilenos, vinculados al centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad, sorprendido con el contenido político de El Diario, permaneció en la sala en un prolongado debate sobre el relato e imágenes de la película, diferentes a la idea que tenían del Chile democrático.