Noviembre 23, 2024

El otro día, en Madrid…

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La última película del director de cine, Ignacio Agüero innova en la manera de mirar y hacer documental. Apuesta firme por el azar en su inserción cinematográfica a una realidad multidimensional. Propone una narración sin guión para que el público se sorprenda, descubra y lea por sí mismo esa realidad siempre en movimiento.


 

El azar

Son las 22.30 en la sala Azcona, la principal de la Cineteca ubicada en el Centro de Creación Cultural Matadero-Madrid que, desde 2005, ocupa el recinto del ex Matadero Municipal clausurado a fines del siglo XX. El director de cine-documental, Ignacio Agüero, levanta la vista hacia el público y les dice que no se preocupen si se quedan dormidos, porque cuando despierten, la película de 120 minutos  –El OtroDía– seguirá rodando.


Dos horas después –ya al siguiente día- el público, desvelado, comienza a inquirir al director explicaciones sobre una filmación hecha por sucesivas y sugerentes interrupciones. Un documental, fuera de lo común, había logrado activar las mentes de un público, probablemente no habituado a seguir una narración sin guión, salpicada de imágenes.


El trabajo de Agüero se sustenta en darle un amplio campo al azar. La incertidumbre define el documental, a diferencia de la  ficción, donde  toda acción está escrita, prevista y ensayada. En este documental la acción está ocurriendo siempre y su riqueza está en aceptar el ingreso de lo imprevisto.


Sin guión

La primera sorpresa sobre El Otro Día surge cuando se pregunta de qué trata. La mente busca palabras y no las encuentra fácilmente. La respuesta no es evidente, a diferencia de  sus competidoras en el festival: Google and the World Brain sobre Google books; The Gatekeepers sobre el servicio de inteligencia israelí (Shabak) y Fallen City sobre el terremoto de Sichuán.


Agüero responde: “mi documental trata de cómo estar en un lugar y desde ahí leer el espacio”. Así, abandona la noción que para hacer una película se necesita una gran idea (la construcción de un cerebro mundial) o un gran tema (el servicio de inteligencia de un país) o un gran suceso (un terremoto). Se libera del guión que limita la capacidad creativa del cineasta y estrecha las posibilidades de conocimiento del espectador.


Llaman a la puerta

El lugar elegido, en El Otro Día, es la casa del director de la película. A través del lente de su cámara la observó durante un año (abril de 2011 a abril de 2012). En ese tiempo se revelaron  una diversidad de objetos y situaciones que habitan o suceden en la casa.


Uno de esos es el timbre que interrumpe en forma intempestiva. La puerta de casa se abre y Agüero se conecta con otro espacio -la ciudad- a través de las personas que llaman y así éstas son incorporadas a la película proponiéndoles ir a sus propias casas.


El director se traslada hacia diferentes lugares de la ciudad en distintos momentos de la película. Llama a la puerta de los que lo han hecho en la suya: el vagabundo que mendiga comida, la barrendera que solicita un vaso de agua, la mujer que pide una cosita, el cartero que entrega la carta, el escritor que pide permiso para estacionar su auto y la joven que le  demanda un trabajo.


Se produce una especie de “devolución de mano”.  Así como ellos le han pedido algo, el cineasta les pide registrar imágenes y conversar en sus espacios, los de sus propias casas.  Todos se igualan como cohabitantes que en un momento inesperado hacen contacto y se necesitan.


Un juego de interrupciones

En El Otro Día, el director propone al público hacer, como él lo ha hecho, su propio viaje o lectura de un espacio reconocido por todos: la casa.  La narración cinematográfica ambiciona que transcurra a ras de una realidad siempre cambiante, incluso la rutinaria, como la luz que indica el amanecer y el atardecer.


La película trata de un juego de interrupciones y asociaciones de muchos elementos que ingresan en forma fragmentada y efímera. Algo similar al funcionamiento cotidiano de la mente humana, cuando concentrada en algo cambia en forma súbita, aparece una imagen y luego una nueva, sin orden alguna. Una mente en movimiento, saltando de un asunto a otro.


El público puede fascinarse con El Otro Día si opta por viajar explorando, junto a la cámara, dispuesto a sorprenderse con el encuentro de lo inesperado. O lo que es lo mismo, haciendo su propia lectura del espacio relacionando una multiplicidad de objetos y situaciones que van y vuelven.


La foto del beso

El Otro Día comienza con un hecho sorprendente. Se trata de una fotografía –hallada por azar en una libreta de recetas de cocina tras el fallecimiento de su madre- que retrata un beso de sus padres en la isla Quiriquina.


La cámara capta como la luz del sol se desplaza tocando los cabellos de su padre hasta llegar a iluminar el beso en forma magistral, como si se tratara de una escena dirigida por un iluminador teatral. Es un gran momento para comenzar una historia.


La foto del beso es en una isla que a su vez es una base naval. Él es marino. La cámara se vuelve y capta un libro de Charles Darwin, un gran navegante y surge una imagen de un buque atravesando los mares australes.


El relato  del director se desarrolla con el movimiento de la cámara: mi hermano mayor ingresó a la escuela naval, mi hermana se casó con un marino, yo poseo título de marino por el hecho de cruzar en dos oportunidades el estrecho de Drake y mi hermano, Felipe, fue torturado por marinos, después que la Armada participara en un golpe de estado: “¿qué hubiera dicho mi padre (fallecido 20 días después del triunfo de Salvador Allende) de los marinos que torturaron a su hijo?”. Uno de los hijos del director aparece en una foto vestido de Arturo Prat.


Una lectura específica del espacio habla de la presencia destacada de la marina; una otra, más general, revela una casa silenciosa interrumpida por la acción del viento sobre los árboles, de los pájaros que chillan y juegan en el agua y del gato que acecha, mira y salta.


Una manera de ver y hacer

También El Otro Día permite al espectador hacer lecturas del espacio de la ciudad. Las interrupciones del director en los espacios ubicados en los márgenes de la ciudad, por ejemplo, revelan en unas imágenes sorprendentes, como se yuxtaponen el no-lugar posmoderno con residuos del lugar rural, cuando no separan más de 30 metros el paso estridente de grandes camiones por la autopista y el paso de un tropel de gallinas que cruzan la calle de población.


El Otro Día de Ignacio Agüero nació, por una parte, de su atenta observación a un habitante de Villa Alegre, que en las mañana se levantaba a filmar espacios de su pueblo en un proyecto de contar la historia de la ciudad rural. Por otra, de su convicción que el documental debe ofrecer una realidad multidimensional para que el espectador haga su propia lectura de ella, estimulado por una cámara generosa en captar esa realidad sacudida constantemente por interrupciones desde espacios reconocidos por el público, y un montaje atento para atraer y sorprender a un público dispuesto a explorar el recorrido a que lo invita el narrador.

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